La torpeza del veto a Iceta
Los independentistas son reluctantes a que un catal¨¢n abra cauces de participaci¨®n de Catalu?a en la reforma del Senado

Desde a?os vengo compartiendo correos con Miquel Iceta sobre libros y pol¨ªtica. El pasado 8 de mayo le escrib¨ª lo siguiente: ¡°Esa noticia que acabo de o¨ªr ser¨¢ una buena noticia para la reforma del Senado¡±. Cuando Iceta me respondi¨® vino a decirme que pose¨ªa la voluntad reformista que tuvimos algunos antiguos presidentes del Senado, aunque ya entonces desconfiaba de la mayor¨ªa independentista del Parlament a la hora de elegirle senador de la Generalitat. Una semana despu¨¦s, los votos de los diputados independentistas han impedido que Iceta sea senador, buscando as¨ª evitar que un relevante representante del pueblo de Catalu?a se convierta en el primer catal¨¢n presidente del Senado desde 1977.
Esa torpe actitud no es solo una imperdonable falta de ¡°cortes¨ªa parlamentaria¡±, rompiendo una tradici¨®n inveterada de respetar los candidatos a los que tienen derecho los grupos. Es bastante peor: un abuso brutal de una mayor¨ªa parlamentaria para destruir los derechos que la Constituci¨®n y el Estatuto de Autonom¨ªa de Catalu?a otorgan a los representantes parlamentarios y a los grupos en que se integran. Visto en abstracto, la decisi¨®n del Parlament podr¨ªa ser m¨¢s leg¨ªtima que la propuesta de un grupo parlamentario, pero en mi opini¨®n, la realidad de lo sucedido no es m¨¢s que otra extralimitaci¨®n de las leyes y normas catalanas, en la senda de atropellos jur¨ªdicos que comenz¨® con las leyes de desconexi¨®n con Espa?a, de septiembre de 2017. El Tribunal Constitucional tendr¨¢ que resolver esa important¨ªsima cuesti¨®n para nuestra democracia representativa.
Es incomprensible el veto de los independentistas a Iceta, y mucho m¨¢s en el caso de ERC, pues desvela in¨²tilmente que su pol¨ªtica pacifista de acatamiento a las leyes no era sino una est¨²pida t¨¢ctica con la que cre¨ªan ganar electores, alcanzar la hegemon¨ªa en el espacio nacionalista catal¨¢n, y al mismo tiempo seguir enga?ando a los que llaman ¡°representantes del Estado espa?ol¡±, sean dirigentes de los partidos o jueces del Supremo. Es una ¡°est¨²pida¡± t¨¢ctica, en el sentido que le dio Carlo M. Cipolla, en su genial folleto Allegro ma non troppo: ¡°Una persona est¨²pida es una persona que causa un da?o a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para s¨ª, o incluso obteniendo un perjuicio¡±. Esta ley, que Cipolla califica como la ley de oro de la estupidez, define el comportamiento de ERC con Iceta. Despu¨¦s de vetarle, el diputado Gabriel Rufi¨¢n ha dicho que ERC tiene su ¡°mano tendida¡± al PSOE, lo que viene a demostrar la verdad de esa ley de oro.
Adem¨¢s de que ERC se ha equivocado en los momentos hist¨®ricamente m¨¢s importantes, el veto a Iceta se explica por la inconsistencia y la frivolidad de sus decisiones, y en este caso, podr¨ªamos definirlo como complejo de inferioridad protocolaria ante un presidente del Senado catal¨¢n, que aparecer¨ªa como una autoridad por delante de las autoridades auton¨®micas catalanas. Esa cuesti¨®n impidi¨® que Joan Rigol fuese elegido presidente del Senado en 1996, pues tuvo apoyos de todos los grupos excepto el suyo, que lo vet¨®, y de eso soy testigo principal. Pero ahora la historia ha dado un vuelco: el fil¨®sofo barcelon¨¦s Manuel Cruz ha sido propuesto para presidir la C¨¢mara alta.
Lo sucedido es otra extralimitaci¨®n en la senda de atropellos jur¨ªdicos que comenz¨® con las leyes de desconexi¨®n con Espa?a, de septiembre de 2017
Cuando escrib¨ª a Iceta ilusionado por la posibilidad de que ¨¦l realizara la necesaria reforma constitucional del Senado, record¨¦ el art¨ªculo que Rigol, entonces presidente del Parlament de Catalunya, y yo mismo, que volv¨ªa a ser portavoz del grupo socialista del Senado, escribimos en EL PA?S, en 2000. Mi contribuci¨®n estaba en mi convencimiento de que el ¨¦xito de la reforma estribaba en contar con el apoyo del catalanismo pol¨ªtico, y el reconocimiento de sus reivindicaciones culturales y sociales que un Senado reformado podr¨ªa satisfacer, recogiendo los hechos diferenciales que la Constituci¨®n reconoce en el art¨ªculo 2 ¡ªdistinguiendo ¡°nacionalidades y regiones¡±¡ª, y en otros varios y dispersos art¨ªculos de nuestra Norma Fundamental.
Tambi¨¦n record¨¦ lo mucho que aprend¨ª de mi amigo Josep Subirats Pi?ana, senador socialista por Tarragona, leal colaborador de Josep Tarradellas durante la Guerra Civil, en los largos a?os de la clandestinidad y como presidente de la Generalitat en la Transici¨®n. Subirats siempre citaba una frase de Tarradellas: ¡°Catalu?a debe pesar en Espa?a¡±. Esa idea volv¨ªa a ser posible con Iceta en la presidencia del Senado.
Demasiadas veces, el debate pol¨ªtico territorial es da?ino para la tolerancia democr¨¢tica porque ha sido expulsado de las instituciones parlamentarias. Es una paradoja absurda que el Senado sea una C¨¢mara incluso cordial y que el debate auton¨®mico que se haga fuera de sus muros sea tantas veces ofensivamente insufrible.
?Por qu¨¦ no soportan a Iceta presidente del Senado? Porque son reluctantes a que un catal¨¢n se ponga a la tarea pendiente de abrir un cauce de participaci¨®n de Catalu?a, y de las dem¨¢s nacionalidades y regiones, en las tareas estatales que un Senado reformado establecer¨ªa para todas ellas.
Juan Jos¨¦ Laborda es miembro del Consejo de Estado. Fue senador en 1978 y presidente del Senado (1989-1996).
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