La pol¨ªtica de Groucho Marx
Cambiar de opini¨®n no es ninguna aberraci¨®n pol¨ªtica cuando se argumenta y se est¨¢ dispuesto a afrontar las consecuencias de un rechazo. Un tipo de pol¨ªtico que hoy escasea o ha desaparecido
Es bien conocida la frase que se atribuye a Groucho Marx: ¡°Estos son mis principios. Si no les gustan, tengo otros¡±. La he recordado ¨²ltimamente al ver los cambios que se han producido en el discurso pol¨ªtico del l¨ªder del Partido Popular, Pablo Casado. Es palmario c¨®mo ha cambiado ese discurso despu¨¦s de los resultados que su partido ha obtenido en las pasadas elecciones generales. El viraje en sus manifestaciones se ha envuelto en el argumento: ¡°Hemos entendido el mensaje de los electores¡±. Si tomamos al pie de la letra semejante declaraci¨®n, habr¨ªa que concluir que el pol¨ªtico, este pol¨ªtico al menos, no pasar¨ªa de ser algo as¨ª como un camale¨®n sin demasiadas ideas propias que se adapta a lo que ¡°el mercado¡± demanda. En uno de sus luminosos escritos, La pol¨ªtica como vocaci¨®n (1919), Max Weber inclu¨ªa entre los casos que estudiaba el del boss (literalmente, ¡°jefe¡±), que defin¨ªa como ¡°un empresario pol¨ªtico capitalista que re¨²ne votos por su cuenta y riesgo¡±. No pretendo incluir en semejante categor¨ªa al actual presidente del Partido Popular, pero s¨ª que su comportamiento tras las elecciones puede hacer pensar que se le pueden aplicar algunas de las caracter¨ªsticas que Weber le adjudicaba: ¡°El boss no tiene principios pol¨ªticos firmes, carece totalmente de convicciones y solo pregunta c¨®mo pueden conseguirse los votos¡±. No dudo que el se?or Casado tenga principios pol¨ªticos firmes, pero no parece tener reparos en acomodarlos a las ¡°circunstancias¡±.
Cambiar de opini¨®n no es ninguna aberraci¨®n pol¨ªtica. Un ejemplo particularmente claro es lo que sucedi¨® cuando se trat¨® la cuesti¨®n de la adhesi¨®n de Espa?a a la OTAN. El PSOE se opon¨ªa en principio a tal adhesi¨®n, pero el 31 de enero de 1986 Felipe Gonz¨¢lez, presidente del Gobierno con mayor¨ªa absoluta desde las elecciones generales celebradas en octubre de 1982, cambi¨® de opini¨®n. El 31 de enero de 1986 convoc¨® un refer¨¦ndum para que la ciudadan¨ªa decidiese si Espa?a se incorporaba o no a la Alianza Atl¨¢ntica, recomendando el voto afirmativo. Todav¨ªa se discuten las razones de fondo que justificaron semejante cambio de pol¨ªtica, aunque sin duda una de ellas, muy fuerte, fue la entrada de Espa?a en junio de 1985 en la, como se denominaba entonces, Comunidad Econ¨®mica Europea (hoy Uni¨®n Europea). Fuesen las razones las que fuesen, el presidente Gonz¨¢lez tuvo que convencer a su partido en el XXX Congreso (diciembre de 1985) y no todos estuvieron de acuerdo. Si su recomendaci¨®n no hubiera triunfado, tendr¨ªa que haber asumido las consecuencias. Ciertamente no se acomod¨® al sentir general, tanto en su partido como en una gran parte de la sociedad espa?ola. Convenci¨® con argumentos. Unos argumentos que no ten¨ªan en cuenta las posibles ventajas que el cambio podr¨ªa acarrear al PSOE; se trataba m¨¢s bien acaso de desventajas. Contrasta aquel proceder con los cambios que se aprecian, adem¨¢s de las ya citadas en el se?or Casado, en no pocas de las manifestaciones del l¨ªder de Ciudadanos, Albert Rivera, que parecen responder al deseo de rivalizar con el PP en la captaci¨®n de electores.
Tomado al pie de la letra, lo que ha hecho Casado es adaptar su discurso a las necesidades del mercado
El tipo de pol¨ªtico que, al menos en aquella trascendental ocasi¨®n, represent¨® Felipe Gonz¨¢lez escasea o ha desaparecido ya. La pasada campa?a electoral ha mostrado con nitidez las carencias de muchos de los actuales pol¨ªticos espa?oles. Lo habitual han sido las descalificaciones, como si los programas no tuvieran importancia. No es acorde con la dignidad que deber¨ªa acompa?ar al ejercicio de la pol¨ªtica, situaciones a las que hemos asistido, antes y despu¨¦s de las elecciones. Que el ministro de Fomento y portavoz del grupo socialista en el Congreso, Jos¨¦ Luis ?balos, declarase que en las elecciones se jugaba el destino de la democracia revela un pobre entendimiento de lo que es la democracia: en las elecciones se vota para ejercer un derecho democr¨¢tico; sin democracia no hay votaciones, y esta se defiende en otros lugares y ocasiones. Recuerdo tambi¨¦n, con sonrojo, a alg¨²n dirigente del PP que se defendi¨® del resultado de las elecciones achac¨¢ndolo a la ¡°existencia de otros partidos que compet¨ªan por su electorado tradicional¡±, una verdad de Perogrullo.
Si siempre es de lamentar que la imagen p¨²blica de la pol¨ªtica est¨¦ acaparada por las descalificaciones entre pol¨ªticos que se han producido, m¨¢s lo es en el momento actual, cuando nos encontramos en el umbral ¡ªsi es que no lo hemos traspasado ya¡ª de una nueva era cient¨ªfico-tecnol¨®gica, en la que la alianza entre nanotecnociencia, rob¨®tica e inteligencia artificial condicionar¨¢ nuestras vidas, con especial incidencia en el mercado laboral. Estudios realizados en Estados Unidos pronostican que en las pr¨®ximas dos d¨¦cadas el 47% de los empleos los desempe?ar¨¢n procesos automatizados. El empleo crecer¨¢ en puestos de trabajo cognitivos y creativos de altos ingresos, y en ocupaciones manuales de bajos ingresos ¡ªservicios¡ª, pero disminuir¨¢ para los empleos rutinarios y repetitivos de ingresos medios. No faltan quienes sostienen que al igual que en ¨¦pocas anteriores de cambio tecnol¨®gico el balance laboral termin¨® siendo positivo ¡ªel caso de la Revoluci¨®n Industrial¡ª, lo mismo suceder¨¢ con la revoluci¨®n en curso. Sin embargo, la historia no ofrece lecciones inmutables, solo formas racionales de comprender el pasado, de relacionar causas y efectos.
Lo que este nuevo mundo necesita son programas espec¨ªficos no manoseadas declaraciones generalistas
Enfrentados a semejante panorama ¡ªy estoy dejando fuera a otra revoluci¨®n, la biotecnol¨®gica, porque sus implicaciones no afectar¨¢n tanto, creo, al empleo¡ª, es imprescindible ocuparse de c¨®mo encarar el futuro pr¨®ximo, un problema que afecta profundamente a qu¨¦ ense?anzas y programas de Investigaci¨®n y Desarrollo se deben favorecer, as¨ª como a la estructura de instituciones y centros de trabajo. Deber¨ªa ser obvio, asimismo, darse cuenta de que el grav¨ªsimo problema del mantenimiento de las pensiones tiene mucho que ver con lo que suceda en estos dominios. Pero si se consultan los programas electorales en Ciencia que presentaron ¡ªpero no discutieron¡ª los diferentes partidos en las pasadas elecciones, lo que se encuentra es sobre todo grandiosos llamamientos a pr¨¢cticamente todo, un maravilloso caj¨®n de sastre con el que en principio se podr¨ªa estar de acuerdo, pero dif¨ªcil de cumplir y, m¨¢s a¨²n, de creer. Lo que este nuevo mundo necesita son programas espec¨ªficos, no manoseadas declaraciones generalistas. Claro que para eso se necesitan tambi¨¦n otros tipos de pol¨ªticos, unos con conocimientos que no se obtienen en las ¡°escuelas del partido¡±, el hogar en el que tantos de nuestros flamantes diputados, senadores y dem¨¢s han obtenido su formaci¨®n.
Terminar¨¦ recordando otro de los pasajes del ensayo de Max Weber que cit¨¦ al principio: ¡°La pol¨ªtica consiste en una dura y prolongada penetraci¨®n a trav¨¦s de tenaces resistencias, para la que se requiere, al mismo tiempo, pasi¨®n y mesura.[¡] Solo quien est¨¢ seguro de no quebrarse cuando, desde su punto de vista, el mundo se muestra demasiado est¨²pido o demasiado abyecto para lo que ¨¦l le ofrece; solo quien frente a todo esto es capaz de responder con un sin embargo; solo un hombre de esta forma construido tiene vocaci¨®n para la pol¨ªtica¡±.
Jos¨¦ Manuel S¨¢nchez Ron es premio Nacional de Ensayo 2015, miembro de la Real Academia Espa?ola y catedr¨¢tico de Historia de la Ciencia en la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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