Cambiar Europa es posible
Un manifiesto, suscrito ya por 120.000 firmantes, propone medidas concretas para combatir la brecha entre ricos y pobres
A pesar de los diversos an¨¢lisis que califican de cruciales a los pr¨®ximos comicios europeos en el conjunto de Europa, esas elecciones van a tener lugar entre la indiferencia general. En Facebook, un eminente profesor de Ciencias Pol¨ªticas de la Universidad de Madrid, especialista en la Uni¨®n Europea, cuenta cada d¨ªa, con una cierta desesperanza, los escasos minutos que la televisi¨®n nacional espa?ola consagra a Europa en esta recta final de la campa?a. Lo mismo sucede al otro lado de los Pirineos, donde se da un llamativo contraste entre la general y fren¨¦tica agitaci¨®n del pa¨ªs en torno a la crisis de los chalecos amarillos y la apat¨ªa generalizada que rodea a ese escrutinio europeo.
Una vez m¨¢s, las elecciones europeas van a tener lugar entre la indiferencia general
Se pueden formular algunas hip¨®tesis acerca de ese desinter¨¦s general de los ciudadanos europeos. En primer lugar, se observa desde hace tiempo que los medios de comunicaci¨®n nacionales conceden a rega?adientes un espacio sustancial a las informaciones europeas, que prejuzgan que no interesan a sus p¨²blicos, manteniendo de este modo un c¨ªrculo vicioso sobre su desinter¨¦s a prop¨®sito de la Uni¨®n. En segundo lugar, incluso aunque fueran bien conocidas las funciones del Parlamento Europeo, colegislador oficial de la Uni¨®n, estas elecciones est¨¢n marcadas por juegos pol¨ªticos internos para formar una coalici¨®n mayoritaria de derecha o de izquierda, de tal manera que sus objetivos parecen hasta la fecha incomprensibles incluso para los mejores expertos: ?se renovar¨¢ la gran coalici¨®n entre el PPE y el grupo S&D? ?Podr¨ªa ver la luz una coalici¨®n de izquierda formada por GUE, S&D, Verdes y ALDE? ?O, por el contrario, una coalici¨®n de derechas entre PPE, ALDE e incluso euroesc¨¦pticos?... En pocas palabras, saber por qui¨¦n votar cuando se forma parte del 40% de los ciudadanos europeos que tiene la intenci¨®n de hacerlo resulta ser un quebradero de cabeza si votar sigue queriendo decir escoger pol¨ªticas p¨²blicas.
Pero no es eso lo esencial. El desinter¨¦s de los ciudadanos europeos es en realidad m¨¢s estructural. Para empezar, est¨¢ socialmente distribuido. Hace ya varias decenas de a?os que la trayectoria de la Uni¨®n Europea ha provocado una fractura cada vez m¨¢s profunda no entre los pueblos europeos ¡ªhay muchos efectos de convergencia entre el este y el oeste de Europa y entre el sur y el norte¡ª sino en el seno mismo de las sociedades europeas. Por un lado, las clases superiores, diplomadas, m¨®viles, se han beneficiado de la exitosa integraci¨®n del mercado y la moneda ¨²nica, que forma el coraz¨®n de la construcci¨®n europea. Se han enriquecido, han conocido mejoras espectaculares de sus modos de vida, han asegurado sus situaciones y las de sus hijos. Por supuesto que eso es cierto al oeste, pero es a¨²n m¨¢s espectacular al sur de Europa ¡ªen Espa?a, en Portugal, en Italia y en Grecia¡ª y al este, en la Europa media.
Desde 1980, el 1% de los europeos m¨¢s ricos ha visto crecer sus ingresos medios dos veces m¨¢s deprisa que el 50% menos acomodado
El Laboratorio sobre la Desigualdad Global, de Thomas Piketty y Lucas Chancel, ha demostrado recientemente que, desde 1980, el 1% de los europeos m¨¢s ricos ha visto crecer sus ingresos medios dos veces m¨¢s deprisa que el 50% menos acomodado. Y ning¨²n Estado ha escapado a esa tendencia. Las clases populares y una gran parte de las clases medias est¨¢n, por tanto, lejos de haberse aprovechado en la misma medida de la construcci¨®n europea. Los m¨¢s fr¨¢giles han sufrido de lleno la progresiva erosi¨®n de los seguros de desempleo, de las pensiones, de los sistemas nacionales de salud. Los derechos laborales tambi¨¦n se han hecho menos protectores. La crisis ha agudizado notablemente el foso que separa a los empleos cualificados de los trabajos precarios, como lo se?ala con alarma el Banco Mundial en su ¨²ltimo informe sobre Europa.
La Uni¨®n Europea, tal y como se ha construido en el transcurso de los ¨²ltimos decenios, algo tiene que ver con esas evoluciones. Se apoya en la competencia generalizada entre territorios, sobre el dumping fiscal y social a favor de los actores econ¨®micos m¨¢s m¨®viles, y funciona objetivamente en detrimento de los m¨¢s desfavorecidos. Mientras la UE no tome fuertes medidas simb¨®licas para la reducci¨®n de las desigualdades, por ejemplo un impuesto com¨²n que grave a los m¨¢s ricos y permita bajar el de los m¨¢s pobres, esa situaci¨®n perdurar¨¢.
El Manifiesto por la democratizaci¨®n de Europa, suscrito en pocos meses por 120.000 firmantes, hace propuestas concretas para ir en ese sentido y reorientar profundamente el proyecto europeo. Comprende un tratado de democratizaci¨®n de Europa y propone un llamado presupuesto de democratizaci¨®n. Para esquivar la regla de unanimidad en materia fiscal, el tratado crea una asamblea soberana europea, constituida por parlamentarios nacionales y europeos, que tendr¨¢ por de pronto la insigne virtud de europeizar las elecciones nacionales, ahora que vemos el callej¨®n sin salida en el que nos encontramos con unas elecciones europeas exclusivamente nacionales 40 a?os despu¨¦s de la primera elecci¨®n del Parlamento Europeo con escrutinio universal directo.
Una nueva asamblea podr¨¢ votar un presupuesto europeo cuatro veces m¨¢s importante que el actual?
Con el respaldo de una nueva legitimidad transnacional, esta nueva asamblea tendr¨¢ la posibilidad de votar un presupuesto europeo cuatro veces m¨¢s importante que el presupuesto actual, capaz de enfrentarse sin demoras a las carencias y de producir un conjunto de bienes p¨²blicos en el marco de una econom¨ªa duradera y solidaria. Ese presupuesto estar¨¢ financiado por cuatro grandes impuestos europeos, consagrando una nueva solidaridad europea entre los Estados y en el seno de las sociedades europeas. Recaer¨¢n sobre los beneficios de las grandes empresas, de los ingresos m¨¢s altos, de los altos patrimonios y de las emisiones de carbono. Ese presupuesto podr¨ªa financiar bienes comunes europeos, como un ambicioso programa de inversiones para transformar nuestro modelo de crecimiento, la investigaci¨®n, la formaci¨®n y las universidades europeas, financiar la acogida de migrantes o un seguro de desempleo europeo; podr¨ªa asimismo otorgar un margen de maniobra presupuestario a los Estados miembros para reducir las cargas que afectan a los bajos salarios y al consumo y que lastran a las clases populares europeas.
No se trata de crear una ¡°Europa de las transferencias¡± que buscara tomar el dinero de los pa¨ªses ¡°virtuosos¡± para d¨¢rselo a los que lo fuesen menos. Nuestro proyecto de democratizaci¨®n lo dice expl¨ªcitamente, al limitar la brecha entre los gastos deducidos y los ingresos pagados a cada pa¨ªs a un l¨ªmite del 0,1% de su PIB. No obstante, como se financiar¨¢ un conjunto de bienes comunes que beneficiar¨¢n a la totalidad de los Estados miembros, ese presupuesto generar¨¢ de facto un efecto de convergencia entre ellos. Pero se focalizar¨¢ sobre la disminuci¨®n de desigualdades sociales y fiscales dentro de los pueblos europeos.
Nuestro tratado puede ser adoptado ma?ana. No es un tratado comunitario, sino un tratado internacional ad hoc, id¨¦ntico al que cre¨® el mecanismo europeo de estabilidad (MES) y cuya validez fue ratificada por la Corte de Justicia de la UE. ?Es por tanto una utop¨ªa bien real! No necesita de la improbable unanimidad de los 27-28 Estados miembros. Prev¨¦ que podr¨ªa entrar en vigor a condici¨®n de que los Estados que representan el 70% de la poblaci¨®n de la zona euro lo firmaran: Francia, Espa?a, Portugal, Italia, B¨¦lgica y Grecia, cuyas clases populares han quedado asoladas por las pol¨ªticas de austeridad.
Con el Tratado de democratizaci¨®n de Europa, finalmente, la UE podr¨ªa convertirse en un punto de encuentro de esas clases populares y clases medias que hoy se alejan de ella y la amenazan con hacerla explotar. Al hacer disponibles unos concretos bienes p¨²blicos a su escala, las acoplar¨ªa de ese modo a un proyecto europeo de nuevo democratizado.?
Guillaume Sacriste es profesor titular de Ciencias Pol¨ªticas en la Universidad de la Sorbona y coautor, junto a Thomas Piketty, de Por un tratado de democratizaci¨®n de Europa (Seuil).
Traducci¨®n de Juan Ram¨®n Azaola.
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