Barcelona no es separatista
La mayor¨ªa de esca?os en la ciudad condal se decanta por el no-independentismo respetuoso de la Constituci¨®n
Barcelona no es separatista, pero probablemente tendr¨¢ un alcalde de ese signo: Ernest Maragall, de Esquerra. Eso es as¨ª porque Maragall podr¨ªa encaramarse al podio al confirmarse que su lista es la m¨¢s votada, incluso en cuasi empate t¨¦cnico con la alcaldesa cesante, Ada Colau, de los Comunes.
Pero en cambio, la mayor¨ªa de esca?os se decanta por el no-independentismo respetuoso de la Constituci¨®n.
Este (Comunes, PSC y Manuel Valls/Ciudadanos) alcanzaba 24 puestos, tres m¨¢s que la mayor¨ªa absoluta. Contra 15 indepes (Esquerra y Junts).
Pero para que esa abrumadora ventaja aritm¨¦tica se convirtiese en efectiva mayor¨ªa pol¨ªtica, deber¨ªa mediar un pacto, de fragua m¨¢s que muy dif¨ªcil.
Ser¨ªa factible entre Colau y Jaume Collboni, el candidato socialista al que aquella ech¨® del equipo de gobierno tras la anuencia socialista a la aplicaci¨®n del art¨ªculo 155 contra la aventura levantisca de Carles Puigdemont.
El asentimiento de Valls, que encabeza una lista impulsada por Ciudadanos pero no es exactamente Ciudadanos, se presenta menos f¨¢cil.
Valls ha prometido durante toda la campa?a que no har¨ªa alcalde a un indepe (por Maragall) ni a un populista (por Colau). Pero ahora tendr¨¢ que romper esa equidistancia.
Ante el pr¨¢ctico empate de ambos, si no se al¨ªa con Colau y Collboni para investir a un no indepe (que tambi¨¦n podr¨ªa no ser Colau, primera de este bloque), de facto, entregar¨¢ la capital de Catalu?a al secesionismo.
Hay otra coalici¨®n posible, la de las tres izquierdas (Colau, Maragall, Collboni). Ser¨ªa viable pues sus programas municipales parecen compatibles, aunque arduo, por la fractura independentismo-constitucionalismo. Esquerra desautoriz¨® pactos con el PSC, y a la inversa.
Una versi¨®n reducida a dos (Maragall y Colau) de ese tripartito de izquierdas ser¨ªa tambi¨¦n viable. Al empezar la campa?a ambos lo vieron factible. Luego empezaron a descartarlo, a lanzarse puyas y a priorizar un Gobierno en minor¨ªa.
En todo caso, urge que ambos cabezas de lista aclaren c¨®mo quieren recuperar la ¡ªahora reivindicada¡ª estrategia del a?orado alcalde Pasqual Maragall.
Su patriotismo barcelon¨¦s se basaba en dos ideas. Una, la de la ciudad-Estado, al modo de las rep¨²blicas italianas medievales o de las coet¨¢neas ciudades hanse¨¢ticas portuarias del mar B¨¢ltico.
Otra, la cocapitalidad del Estado espa?ol. Pero eso exige rectificar. No puede asentar esa categor¨ªa quien niega el pan y la sal al jefe de ese mismo Estado.
Sin esa figura, no se habr¨ªan conseguido los JJ.OO. de 1992. Sin su apoyo se complica acortar distancias con la rival Madrid, beneficiaria de m¨²ltiples inercias.
Sin esa cobertura, y sin la indispensable complicidad institucional, la rampante provincianizaci¨®n ¡ªaunque de apariencia cosmopolita y glamurosa¡ª se revelar¨¢ irreversible.
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