?T¨² lo har¨ªas?

Clin. Recibes en el m¨®vil un v¨ªdeo protagonizado por un compa?ero o compa?era de trabajo, o un vecino, o un conocido, enviado por uno de tus contactos. Lo abres sin saber qu¨¦ es, o sabi¨¦ndolo porque te lo han contado, pero quieres verlo con tus propios ojos. En efecto, es lo que dec¨ªan. Una persona ¡ªtu compa?ero, tu vecino, tu conocido¡ª siendo grabada o grab¨¢ndose a s¨ª misma en el contexto m¨¢s ¨ªntimo y sagrado, el del sexo: cuando alguien es a la vez m¨¢s y menos due?o de s¨ª mismo. ?C¨®mo reaccionas? ?Te sientes un intruso por asistir a un acto privado al que no has sido invitado y borras el archivo en el acto, o, aun sabiendo que no deber¨ªas hacerlo, lo compartes con alquien a quien sabes que puede interesarle y de quien te f¨ªas lo suficiente para que quede entre vosotros?

No hablo de ni?os y adolescentes, a los que padres y expertos sermoneamos con que ni se les ocurra grabar ni compartir ni reenviar v¨ªdeos ¨ªntimos a nadie, sino de adultos hechos y derechos enfrentados a uno de esos dilemas morales que nos retratan mejor que un esc¨¢ner de contraste. Los viernes por la tarde, muchos grupos de WhatsApp de hombres, supongo que con el fin de animarse de cara al fin de semana, se llenan de v¨ªdeos sexuales de mujeres supuestamente an¨®nimas supuestamente grabados y compartidos con su consentimiento. S¨¦ que a muchos les divierten como s¨¦ que a muchas nos aburren, pero no estoy hablando de eso. Hablo de recibir un v¨ªdeo ¨ªntimo de un conocido y de ser tan ejemplar como para no abrirlo ni compartirlo en absoluto. Ya se sabe que es delito. Tambi¨¦n lo es conducir borracho y se hace. Olv¨ªdese de su personaje, de su reputaci¨®n, de la imagen que quiere dar de usted al pr¨®jimo o a s¨ª mismo, p¨®ngase frente al espejo de su conciencia, m¨ªrese al fondo de los ojos y cont¨¦stese a esta pregunta: ?T¨² lo har¨ªas? Yo acabo de hac¨¦rmela. Y no estoy orgullosa de la respuesta.