El rey se jubila, ?vivan los reyes!
La retirada en vida de los monarcas, salvo en el Reino Unido donde la instituci¨®n tiene m¨¢s peso, es una tendencia en Europa
Hubo un tiempo en el que ser rey era un oficio de riesgo. Como los futbolistas, ten¨ªan una carrera llena de lujos pero extraordinariamente corta, si bien a los futbolistas les espera una retirada tranquila y a los reyes, a menudo, les esperaba su cabeza dentro de una cesta. De ¡°El rey ha muerto, ?viva el rey!¡± se ha pasado a ¡°El rey se jubila, ?vivan los reyes!¡±. De los destierros, los asesinatos, las muertes en batalla, las prisiones o la muerte natural se ha pasado a la abdicaci¨®n, el comunicado oficial de retirada de la vida p¨²blica o la cohabitaci¨®n y convivencia de un rey en activo y otro em¨¦rito.
No s¨®lo en Espa?a, cuyo ejemplo m¨¢s cercano es el anterior rey a Juan Carlos I, Alfonso XIII, que tuvo que huir del pa¨ªs. La monarqu¨ªa, una instituci¨®n tan inteligente y sinuosa como la Iglesia, ha ido adapt¨¢ndose a los siglos tratando de reflejarse una y otra vez en la sociedad, haci¨¦ndose parecer a ella en casi todo salvo en lo esencial: sus privilegios, los de la corona y los de Dios. Lo intocable se ha ido mezclando con todo lo que se pod¨ªa tocar, desde los empleos, las bodas con plebeyos, la prisi¨®n para un miembro de la familia, los esc¨¢ndalos matrimoniales y hasta divorcios del heredero, como en Gran Breta?a, sin que tuviese que mutar la condici¨®n exquisita, aquella que garantiza su supervivencia: los derechos de sangre.
Fotogaler¨ªa | Los 44 a?os de la vida p¨²blica del Rey em¨¦rito
Cinco a?os despu¨¦s de su abdicaci¨®n, el rey Juan Carlos I cesa su actividad institucional tras comunicar la decisi¨®n en una carta remitida a su hijo, el actual rey Felipe VI
La de Juan Carlos I en Espa?a ha sido una desaparici¨®n a plazos que ha tenido mucho de sorpresa ¡ªal cre¨¦rsele retirado¡ª y tambi¨¦n de simb¨®lico, al fin y al cabo el rostro omnipresente en Espa?a durante treinta a?os, aquel que colgaba de las aulas, los edificios p¨²blicos, los despachos y estaba en las monedas y billetes, reclamaba su invisibilidad. Pero no es el ¨²nico. La marcha en vida, salvo donde la monarqu¨ªa es m¨¢s sagrada, en Reino Unido, est¨¢ siendo tendencia en Europa.
Beatriz de Holanda dej¨® el trono el 29 de enero de 2013 con una discreci¨®n envidiable. La cuarta reina del pa¨ªs tras Juliana, Guillermina y Emma fue querida y admiraba por los holandeses. Y dijo, en medio de los fastos por los 200 a?os de la instituci¨®n holandesa, que era ¡°un momento precioso para tomar distancia¡±. ¡°Entrego la corona pero nos seguiremos viendo¡±, dijo tras un camino personal lleno de espinas en sus ¨²ltimos a?os de reinado: muerte de su marido, atentado contra la Casa Real que dej¨® siete muertos y el atropello de su hijo Friso por un alud de nieve que lo dej¨® en coma un a?o y medio antes de morir. Le sucedi¨® un var¨®n, Guillermo, casado con una argentina, M¨¢xima, que se ha ganado al cuch¨¦ y a los holandeses con la f¨®rmula m¨¢gica familiar: campechan¨ªa, signifique eso lo que signifique.
Ese mismo a?o 2013, pero en julio, colg¨® la corona Alberto de B¨¦lgica para dej¨¢rsela a su hijo Felipe. El motivo que esgrimi¨® fue de peso pero tambi¨¦n perfectamente natural: la edad y la salud, algo que se empieza a interiorizar en las monarqu¨ªa. Se deja de reinar sin m¨¢s. Algo impensable hace siglos pero que, una vez hecho y comprobado que la instituci¨®n no s¨®lo no sufre sino que a veces se refuerza, se pone en pr¨¢ctica cada vez con m¨¢s asiduidad.
Por eso es legendaria la formidable resistencia de Isabel II, reina de una monarqu¨ªa respetada por su pueblo en tanto que mantiene a salvo s¨ªmbolos incuestionables de la instituci¨®n como el de su hijo, inconcebible ya en otra condici¨®n que no sea el de heredero. Carlos de Inglaterra ha ido cumpliendo a?os hasta aparentar m¨¢s que su madre, en una ins¨®lita revisi¨®n de La ¨²ltima noche de Boris Grushenko, aquella pel¨ªcula de Woody Allen. Isabel II ha pasado por desgracias que har¨ªan tambalearse a cualquier monarqu¨ªa, desde los esc¨¢ndalos sexuales, infidelidades y divorcio de su hijo hasta la muerte en accidente de la princesa Diana y la conmoci¨®n posterior; ha pasado incluso por su marido, tambi¨¦n vivo y coleando, Felipe de Edimburgo. Pero ella no renuncia. Ni al trono, ni a montar a caballo a los 93 a?os ni a cualquier actividad, incluida la de reinar, gracias a una larga herencia gen¨¦tica que en las islas se ha depositado en ella y Mick Jagger, otro rey de lo suyo con herederos m¨¢s viejos haciendo cola.
?Hacia d¨®nde va la monarqu¨ªa? Hacia la aparente normalidad, su mimetizaci¨®n con la sociedad sacrificando sus propias desventajas para abrazar las del pueblo, sin acercarse a ninguno de sus problemas fundamentales, entre ellos la casa y el empleo, y conservando la sacralizaci¨®n de la corona, su distinguida longevidad a trav¨¦s del tiempo conseguida precisamente por la supervivencia de premisas que se cre¨ªan fundamentales pero en cuya claudicaci¨®n han encontrado los reyes una v¨¢lvula de escape que no compromete la instituci¨®n. Una manera de decir otra vez: somos casi como vosotros, siendo el casi todo un ¨¢rbol familiar.?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.