Teor¨ªa del hombro
Hoy una mujer a¨²n puede ser chantajeada a costa de su sexualidad porque la sociedad no admite esa libertad femenina
Existe la teor¨ªa del hombro, que establece que la sociedad se autodivide en escalones, para que unos consigan mirar por encima del hombro a otros. Esta serie de c¨ªrculos conc¨¦ntricos permite premiarse a uno mismo con el sagrado galard¨®n de la superioridad al asociarse con quien elige y disociarse de quien repudia. Sin ¨¢nimo de ofender, esto es lo que viene sucediendo desde una semana atr¨¢s con el caso Iveco.Una mujer se quit¨® la vida tras difundirse en las redes sociales de su empresa im¨¢genes sexuales con ella de protagonista. Los investigadores profesionales saben que el suicidio es la m¨¢s enrevesada de las acciones que se pretenden aclarar. El suicida nunca activa la l¨®gica simple con que los dem¨¢s tienden a leer su acto. Las ramificaciones son mucho m¨¢s complejas, y por lo tanto para esclarecerse requerir¨ªan un profundo conocimiento psicol¨®gico de la v¨ªctima al que dif¨ªcilmente se tendr¨¢ acceso. Incluso en los intentos fallidos de suicidio en muchas ocasiones el protagonista muestra una enorme confusi¨®n a la hora de definir sus impulsos.
Por lo tanto, en lo ¨²nico que podemos detenernos a estas alturas de un caso abierto es en la reacci¨®n social. Al poco de trascender el suceso, fue evidente que pusimos en funcionamiento la teor¨ªa del hombro. Eran las personas que hab¨ªan recibido el v¨ªdeo y no hab¨ªan reaccionado con solidaridad hacia la v¨ªctima los que tocaba incluir en un c¨ªrculo de afrenta. Desde ah¨ª, la sociedad puede volver a calmarse, porque ha traspasado la culpa real y entonces, en un alarde de emocionalismo, puede recurrir al tr¨¢mite habitual de autoculpabilizarse pero de manera ret¨®rica, fen¨®meno que suele trasladarse medi¨¢ticamente bajo el r¨®tulo de ¡°yo soy, todos somos...¡±. Es ah¨ª donde se establece la l¨ªnea entre los malos, aquellos que niegan su culpa colectiva, y los buenos, aquellos que pueden permitirse el lujo de autoinculparse porque no existe ninguna pista que conduzca a ellos. Como no trabajamos en Iveco, podemos pues comenzar la segunda cacer¨ªa. La primera, por desgracia, fue la que llev¨® a la desesperaci¨®n a la mujer protagonista.
En los mismos d¨ªas del espantoso suceso, un rid¨ªculo youtuber fue sancionado por haber incitado a comer galletas rellenas de pasta de dientes a un sin techo. En el juicio, el chaval no entend¨ªa el linchamiento medi¨¢tico, porque se hab¨ªa limitado a hacer lo que siempre hac¨ªa: llamar la atenci¨®n a cambio de relevancia y dinero. Durante dos d¨¦cadas toleramos la idea, inducida por los grandes imperios tecnol¨®gicos, de que en la Red no reg¨ªan las normas y leyes de la ciudad. Al robo se le llam¨® compartir. Hoy, cuando los gigantes ya se han hecho con todo el poder, toca desandar el camino. Robar la propiedad de otro ha conducido a considerar la intimidad ajena algo ¨²til para traficar. Y los beneficiarios son los que amparan esa circulaci¨®n innoble de lo que nunca les perteneci¨®. Y para protegerse, ceden su telara?a para la indignaci¨®n, que as¨ª sirve para coser y descoser a la vez. La sociedad est¨¢ hipnotizada por el negocio c¨®modo, higi¨¦nico y f¨¢cil, pero de tanto en tanto recupera un miligramo de la ¨¦tica que les result¨® tan ¨²til para salir de la selva, siglos atr¨¢s. Sucede cuando entra en shock. Pero dej¨¦monos de espasmos y observemos c¨®mo respira el monstruo en su normalidad. Hoy una mujer a¨²n puede ser chantajeada a costa de su sexualidad porque la sociedad no admite esa libertad femenina. Ah¨ª radica el esc¨¢ndalo. El resto es buscar un hombro desde el que subirse a mirar.
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