Cambio clim¨¢tico y extinci¨®n del pensamiento
Sobrevivir a la crisis clim¨¢tica no es un objetivo irrealizable por naturaleza. Lo que se necesita no es un desarrollo sostenible, sino una "retirada sostenible"
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La situaci¨®n del planeta lo est¨¢ empujando al centro de la mente humana. Para un n¨²mero cada vez mayor de personas, el cambio clim¨¢tico es un hecho tangible. Las comunidades isle?as y las ciudades costeras sufren los efectos del aumento del nivel del mar, y todos somos testigos de los fen¨®menos meteorol¨®gicos extremos y el dislocamiento de las estaciones. Los pol¨ªticos moderados han reconocido que se ha hecho urgente alguna clase de acci¨®n m¨¢s radical que cualquiera de las emprendidas hasta el momento. Todo el mundo, excepto los negacionistas m¨¢s contumaces, se da cuenta de que, en el mundo que los seres humanos han habitado a lo largo de su historia, est¨¢ teniendo lugar un cambio sin precedentes.
Al mismo tiempo, como escribi¨® Eliot en Cuatro cuartetos, la humanidad no puede soportar mucha realidad, y pensar en el tema resulta cada vez m¨¢s ilusorio. El cambio, efecto colateral de la industrializaci¨®n mundial basada en los combustibles f¨®siles, ha sido desencadenado por los seres humanos. Esto no significa que ellos mismos puedan pararlo. Como han se?alado los climat¨®logos, el calentamiento global se prolongar¨¢ cientos o miles de a?os despu¨¦s de que sus causas pr¨®ximas hayan cesado. El rigor de las exigencias de Extinction Rebellion ¡ªunas emisiones netas de CO2 iguales a cero para Reino Unido en 2025, por ejemplo¡ª las convierte en imposibles. Pero incluso si se pudiesen poner en pr¨¢ctica, no tendr¨ªan excesiva repercusi¨®n sobre las emisiones de gases de efecto invernadero ni evitar¨ªan una alteraci¨®n del clima que ya forma parte inseparable del sistema. Los actuales movimientos ecologistas son expresi¨®n de un pensamiento m¨¢gico, intentos de ignorar la realidad o evadirse de ella, m¨¢s que de entenderla y adaptarse.
Una de las realidades que el ideario ecologista pasa por alto es la geopol¨ªtica. Pensemos en la idea, tan de moda, de que el mundo ¡ªo, por lo menos, el Occidente capitalista¡ª deber¨ªa dejar de utilizar combustibles f¨®siles. Desde el punto de vista medioambiental ser¨ªa algo altamente deseable aunque no detuviese el cambio clim¨¢tico ni las perturbaciones que lo acompa?an. Desde el punto de vista geopol¨ªtico, la receta provocar¨ªa turbulencias en todo el mundo. Algunos de los Estados m¨¢s importantes necesitan estos combustibles para su existencia. El reino de Arabia Saud¨ª se hundir¨ªa sin los ingresos que recibe del mercado del petr¨®leo. Las rentas nacionales de Ir¨¢n y Rusia dependen en gran medida de que el crudo sea caro. Para todos ellos, el final repentino del consumo de hidrocarburos supondr¨ªa un descenso brutal del nivel de vida, as¨ª como una fractura pol¨ªtica a gran escala. Tanto mejor, dir¨¢n los ecologistas. No son reg¨ªmenes demasiado deseables.
Las propuestas ecologistas implican un descenso del nivel material de vida de gran n¨²mero de personas
Pero ser¨ªa una estupidez suponer que lo que surgir¨ªa a continuaci¨®n ser¨ªa mejor. El reino saud¨ª se fragmentar¨ªa o ser¨ªa sustituido por un r¨¦gimen islamista m¨¢s radical. Una Rusia empobrecida podr¨ªa ser m¨¢s belicosa y temeraria en su pol¨ªtica exterior y de defensa. Con Ir¨¢n privado de los ingresos del petr¨®leo y sin perspectivas de seguir obteniendo beneficios, habr¨ªa menos, no m¨¢s posibilidades de un giro democr¨¢tico en el pa¨ªs. La probabilidad de ¨¦xito de los cambios de r¨¦gimen inducidos por las pol¨ªticas ecologistas no es mayor que la de los cambios de r¨¦gimen impuestos por la fuerza militar.
Otra realidad obviada por el pensamiento ecologista es la historia del siglo XX. Las protestas contra el cambio clim¨¢tico, como Extinction Rebellion, son hijas de los movimientos antiglobalizaci¨®n de hace m¨¢s o menos una d¨¦cada, y al igual que estos, creen que el capitalismo occidental contempor¨¢neo es defectuoso y se dirige hacia el desguace de la historia. En eso tienen raz¨®n. El mercado libre mundial ha sido siempre una entelequia, y la estructura tambaleante de los precios de los activos financiados a base de endeudamiento y de las crecientes rivalidades comerciales es fr¨¢gil. Otra crisis crediticia como la de 2007-2008 probablemente la har¨ªa pedazos.
Esto no quiere decir que una econom¨ªa socialista fuese m¨¢s beneficiosa para el medio ambiente. Las peores cat¨¢strofes ecol¨®gicas del siglo pasado sucedieron en la antigua Uni¨®n Sovi¨¦tica y en la China mao¨ªsta, en las que ¡ªbajo la influencia de la ideolog¨ªa marxista, seg¨²n la cual el mundo natural tiene que ser "humanizado"¡ª la naturaleza sufri¨® un menoscabo y una degradaci¨®n peores que en cualquier pa¨ªs occidental.
Las agresiones al medio ambiente incluyen una de las extinciones masivas de otras especies animales m¨¢s r¨¢pidas de la historia. Hace 50 a?os, alrededor de 180.000 ballenas desaparecieron de las aguas que circundaban la Uni¨®n Sovi¨¦tica. En una muestra extraordinaria de vandalismo medioambiental, la industria ballenera sovi¨¦tica acababa con estos mam¨ªferos con la simple finalidad de cumplir los objetivos de producci¨®n fijados por los planes quinquenales. Apenas al 30% de las ballenas masacradas se les dio alg¨²n uso econ¨®mico. Era normal que los barcos regresasen con animales en estado de putrefacci¨®n inservibles como alimento. Cumplir con el plan quinquenal solo depend¨ªa de cu¨¢ntas se matase. Las tripulaciones que no alcanzaban la cuota eran penalizadas con descensos y despidos, mientras que las que superaban las exigencias del plan recib¨ªan gratificaciones. Aparte de los equipos que igualaban o exced¨ªan la cuota, nadie obten¨ªa provecho de la matanza. Algunas especies de ballenas quedaron al borde de la extinci¨®n, y los efectos del sistema sobre las poblaciones de cet¨¢ceos son visibles a¨²n hoy. (Ver Charles Homans, The most senseless environmental crime of the twentieth century [El crimen medioambiental m¨¢s absurdo del siglo XX], Pacific Standard, 14 de junio de 2017).
La econom¨ªa industrial no aceptar¨¢ los l¨ªmites al crecimiento porque en la civilizaci¨®n a la que sirve, aceptar cualquier l¨ªmite ¨²ltimo al poder humano es el peor de los pecados
Por supuesto, los ecologistas les dir¨¢n que quieren un sistema econ¨®mico diferente de una econom¨ªa socialista planificada por el Estado, pero nunca han aclarado c¨®mo funcionar¨ªa ese nuevo sistema, y en la pr¨¢ctica sus exigencias se resumen en poco m¨¢s que lo que ellos llaman desarrollo sostenible. El problema es que las propuestas ecologistas implican un descenso del nivel material de vida de gran n¨²mero de personas, lo cual ser¨ªa insostenible pol¨ªticamente. El impuesto de Macron al gasoil impuls¨® el avance del movimiento de los chalecos amarillos en Francia, y el principal beneficiario de la promesa electoral de Hillary Clinton de clausurar la industria del carb¨®n ha sido Donald Trump. Cuando las pol¨ªticas ecologistas imponen graves costes a los pobres y a la mayor¨ªa trabajadora ¡ªcomo ocurre con frecuencia¡ª, el resultado es una reacci¨®n popular.
En teor¨ªa, la soluci¨®n a la crisis ambiental es lo que John Stuart Mill, en sus prof¨¦ticos Principios de econom¨ªa pol¨ªtica (1848), llam¨® una econom¨ªa del Estado estacionario, en la que el progreso t¨¦cnico no se emplea para expandir la producci¨®n y el consumo, sino para aumentar el ocio y la calidad de vida. El problema es que una econom¨ªa sin crecimiento es pol¨ªticamente imposible. La reacci¨®n de los populismos y la agitaci¨®n geopol¨ªtica dar¨ªan al traste con cualquier transici¨®n a un Estado estacionario. Detr¨¢s de estos obst¨¢culos se esconde otra realidad que se ha excluido del pensamiento actual. A pesar de todo lo que se dice del descenso de la fertilidad en buen n¨²mero de pa¨ªses, el crecimiento de la poblaci¨®n humana sigue siendo la causa ¨²ltima de la actual extinci¨®n masiva. Las especies desaparecen a gran escala porque sus h¨¢bitats est¨¢n desapareciendo, y la causa principal es la expansi¨®n humana. Puede que, efectivamente, entrado el siglo el crecimiento demogr¨¢fico se estabilice en torno a los 9.000 o 10.000 millones de habitantes. No obstante, la biosfera ya estar¨¢ arrasada. Si entonces el n¨²mero de seres humanos desciende, lo har¨¢ en un mundo terriblemente depauperado.
Es interesante observar que John Stuart Mill ya predijo este futuro en 1848, cuando concibi¨® la idea del Estado estacionario en sus Principios de econom¨ªa pol¨ªtica. No produce ¡°mucha satisfacci¨®n", dec¨ªa, "... contemplar un mundo en el que nada se deja a la actividad espont¨¢nea de la naturaleza; en el que hasta el m¨¢s min¨²sculo pedazo de tierra capaz de dar alimento al ser humano se ha puesto en cultivo y el ¨²ltimo retazo de pastizal florido ha sido arado; en el que los cuadr¨²pedos y los p¨¢jaros no domesticados por el hombre han sido exterminados como rivales que le disputan los alimentos; cada seto y cada ¨¢rbol superfluo ha sido arrancado de ra¨ªz, y apenas queda sitio en el que una flor o un arbusto silvestre puedan crecer sin ser erradicados como malas hierbas en nombre del progreso agr¨ªcola. Si la tierra debe perder la enorme parte de su placidez que debe a las cosas que el aumento ilimitado de la riqueza y la poblaci¨®n extirpar¨ªa de ella con el mero prop¨®sito de sostener a una poblaci¨®n mayor, pero no mejor o m¨¢s feliz, espero sinceramente, por el bien de la posteridad, que se contenten con estar estacionarios mucho antes de que la necesidad los obligue a ello".
M¨¢s de 170 a?os despu¨¦s no parece que nadie se contente con estar estacionario. Nada en el actual clima de pensamiento goza de tan poca popularidad como el neomalthusianismo de Mill. Es verdad que ¨¦l lo vinculaba a la emancipaci¨®n de la mujer, y que lleg¨® a pasar una noche en la c¨¢rcel por el delito de distribuir panfletos a favor del control de la natalidad entre las mujeres de clase trabajadora. Sin embargo, los liberales de hoy en d¨ªa lo consideran una d¨¦bil excusa para lo que denuncian como la siniestra misantrop¨ªa del fil¨®sofo y economista, que prefer¨ªa un mundo con una poblaci¨®n reducida y grandes superficies de territorio salvaje a otro asfixiado y desolado por miles de millones de seres humanos luchando por sobrevivir.
Los pol¨ªticos moderados han reconocido que se ha hecho urgente alguna clase de acci¨®n m¨¢s radical que cualquiera de las emprendidas hasta el momento
Aqu¨ª es donde la crisis de la extinci¨®n asoma en el horizonte. La econom¨ªa industrial no aceptar¨¢ los l¨ªmites al crecimiento porque la civilizaci¨®n a la que sirve ha rechazado cualquier restricci¨®n a su capacidad de logro. Seg¨²n la mentalidad actual, el hecho de que un objetivo sea imposible de alcanzar no es motivo para no intentarlo. M¨¢s bien todo lo contrario. Los sue?os imposibles ¡ªnos dicen innumerables predicadores laicos¡ª hacen a los seres humanos ¨²nicos y especiales. En esta religi¨®n moderna, aceptar cualquier l¨ªmite ¨²ltimo al poder humano es el peor de los pecados. En consecuencia, el pensamiento m¨¢gico ¡ªque descansa sobre la creencia en la omnipotencia de la voluntad humana¡ª es obligatorio.
Sobrevivir a la crisis clim¨¢tica no es un objetivo irrealizable por naturaleza. Lo que se necesita no es un desarrollo sostenible, sino algo m¨¢s parecido a lo que James Lovelock, en su obra A Rough Ride to the Future [Una dura carrera hacia el futuro] (2014), denominaba una "retirada sostenible". Utilizando las tecnolog¨ªas m¨¢s avanzadas, entre ellas la energ¨ªa nuclear y la solar, y abandonando la agricultura en favor de los medios sint¨¦ticos de producci¨®n de alimentos, se podr¨ªa alimentar a la todav¨ªa creciente poblaci¨®n humana sin seguir haciendo demandas a¨²n m¨¢s intolerables al planeta. La intensificaci¨®n de la vida urbana podr¨ªa permitir la recuperaci¨®n de territorios salvajes que hubiesen quedado despoblados. Los recursos se podr¨ªan concentrar en construir defensas contra el cambio clim¨¢tico, que tendr¨¢ lugar hagamos lo que hagamos ahora los seres humanos. Los sue?os soberbios de "salvar el planeta" se sustituir¨ªan por ideas sobre c¨®mo adaptarnos a vivir en un planeta que nosotros mismos hemos desestabilizado. Si los seres humanos no se amoldan, el planeta los reducir¨¢ a un n¨²mero menor a los condenar¨¢ a la extinci¨®n.
Esta clase de programa es lo contrario de lo que proponen los ecologistas. Tambi¨¦n es profundamente incompatible con la cultura dominante. Una consecuencia de la decadencia de la religi¨®n es el declive simult¨¢neo de la idea de que el mundo natural impone l¨ªmites a la voluntad humana. En vez de verse a s¨ª mismos como un animal entre tantos, como la especie que domina en el presente, pero que, al igual que todas las dem¨¢s, no tiene asegurada su permanencia en la Tierra, los seres humanos se han crecido hasta pensar que tienen el poder sobre la naturaleza del Dios en el que ya no creen. Si Dios no hizo el mundo, la humanidad puede ¡ªy debe¡ª rehacerlo a su imagen. Esta es la base sobre la que se asienta nuestra civilizaci¨®n supuestamente laica, y tambi¨¦n la fuente ¨²ltima de la crisis de la extinci¨®n.
La crisis de la extinci¨®n solo se puede mitigar reorientando nuestra mente para que aborde la realidad
En estas circunstancias, cualquier programa fundamentado en el hecho de que los seres humanos se enfrentan a un cambio clim¨¢tico imposible de detener ser¨¢ tachado de fatalismo desesperado. Trat¨¢ndose de una civilizaci¨®n que se enorgullece de su devoci¨®n por la ciencia, es una actitud curiosa. El prop¨®sito de la ciencia es la formulaci¨®n de leyes universales independientes de las creencias y los valores humanos. Si estas leyes debilitan nuestras esperanzas y ambiciones, que as¨ª sea. Si el sentido del ejercicio es la verdad objetiva, se deben dejar de lado las emociones subjetivas. Y tambi¨¦n la fe, ya sea religiosa o de otra clase. Si creemos a sus ide¨®logos, la ciencia es una indagaci¨®n del mundo natural del cual el ser humano es parte consustancial. De hecho, la ciencia se ha convertido en un canal de la creencia ?heredada del monote¨ªsmo?de que la humanidad puede trascender el mundo natural.
La paradoja de los movimientos ecologistas actuales es que fomentan esta religi¨®n antropoc¨¦ntrica. La crisis de la extinci¨®n solo se puede mitigar reorientando nuestra mente para que aborde la realidad. El pensamiento realista, sin embargo, est¨¢ pr¨¢cticamente extinguido
John Gray es catedr¨¢tico em¨¦rito de Pensamiento Europeo en la London School of Economics.
Traducci¨®n de News Clips.
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