Europa necesita ?frica
Invertir en el continente africano, gestionar con generosidad los flujos migratorios del Sur, es asegurarse, en el futuro, una posici¨®n dominante, econ¨®mica y cultural. La aproximaci¨®n ideal es el codesarrollo
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Europa ha de afrontar retos que provocan graves inquietudes y escepticismo sobre su proyecto global. De momento, afloran m¨¢s las divergencias entre los socios europeos que una orientaci¨®n consensuada hacia el futuro. Veinte a?os despu¨¦s de la ampliaci¨®n a los pa¨ªses del Este, el balance no est¨¢ a la altura de las expectativas iniciales. Europa parece paralizada: el Brexit, el auge del nacional populismo, la ruptura del eje estrat¨¦gico entre Francia y Alemania, los desencuentros con los pa¨ªses del Este, todo ello deviene a¨²n m¨¢s desestabilizador con los desaf¨ªos planteados por la question del Sur.
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Por lo que concierne al asunto de las inmigraciones, el problema central, para la UE, ya no se sit¨²a en el Este sino en el Sur. La ampliaci¨®n a los pa¨ªses del Este, necesaria, orient¨® decisivamente la atenci¨®n de Europa hacia las econom¨ªas de la regi¨®n, dejando abandonado su flanco Sur. El proceso de integraci¨®n del Este utiliz¨® gran parte de los recursos econ¨®micos y financieros de la UE; ello podr¨ªa explicar, dicho sea de paso, el olvido de la dimensi¨®n social en la agenda pol¨ªtica de la construcci¨®n europea. Esa ampliaci¨®n desat¨®, asimismo, flujos migratorios importantes hacia la Europa occidental, siendo de ello conscientes las instituciones europeas (basta recordar los an¨¢lisis alarmistas de comienzo de los a?os 2000).
A partir de ah¨ª, y en 2005, asistimos al rechazo, en cascada, de la Constituci¨®n europea por parte de los franceses, cuyo lema de campa?a gir¨® en torno a la tesis de los trabajadores ¡°sueltos¡± (el famoso ¡°fontanero polaco¡±). Finalmente, tras el estallido de la econom¨ªa mundial en 2008, surgi¨® la salida del Reino Unido del entramado europeo, pa¨ªs que hab¨ªa abogado con entusiasmo la ampliaci¨®n y que ahora rechaza a toda Europa, entre otras cosas, por temor a la inmigraci¨®n procedente de los pa¨ªses del Este. La afluencia masiva de refugiados, en 2015, sac¨® a relucir la ausencia de un proyecto compartido en el seno de la UE sobre la gesti¨®n del entorno geopol¨ªtico. De aquel escenario derivan los actuales procesos de renacionalizaci¨®n en casi todos los asuntos: inmigraci¨®n, pol¨ªticas presupuestarias, falta de respeto a los valores democr¨¢ticos, etc¨¦tera. Por consiguiente, si es cierto que la inmigraci¨®n no es factor causante de la crisis europea, sin embargo, una inadecuada gesti¨®n de la misma puede perturbar los equilibrios europeos.
El ¨¦xito de la predicaci¨®n integrista no tiene que ver con la religi¨®n. El islam africano ha sido tolerante y pac¨ªfico
El flanco Sur, olvidado, vuelve inexorablemente a la superficie con una potente demanda migratoria, a la cual Europa responde con pol¨ªticas defensivas y cortoplacistas, desoyendo el contexto actual de dinamismo econ¨®mico de ?frica, que no impide, parad¨®jicamente, que millones de personas sigan saliendo del continente. Se olvida que, en el siglo XIX, ante una similar situaci¨®n mutatis mutandis de crecimiento demogr¨¢fico y desarrollo econ¨®mico, Europa facilit¨® la salida de m¨¢s de 60 millones de personas.
Hoy la demanda migratoria africana es inaprensible a corto plazo, debido tanto a la pujanza econ¨®mica que expulsa a los campesinos, como a la urbanizaci¨®n de las ciudades, que empuja a las periferias inviables a millones de personas. Esta transformaci¨®n de ?frica resulta de las pol¨ªticas, socialmente crueles, puestas en marcha estos ¨²ltimos veinte a?os: planes de ajuste estructural, desarrollo del sector privado, reducci¨®n de recursos p¨²blicos, en suma, componentes esenciales de la estrategia dise?ada en los acuerdos de Cotonou en 2000 y vigilada por el Fondo Monetario Internacional.
Al mismo tiempo, ese dise?o ha generado tambi¨¦n el despliegue econ¨®mico, desigual pero innegable, en todo el continente, con niveles muy apreciables de crecimiento, de tal modo, que ?frica ha devenido en una inmensa oportunidad de inversiones: basta con que Europa lo entienda. China, desde a?os, se est¨¢ implantando all¨ª; el proyecto ¡°ruta de la seda¡± (One Belt, One road), originariamente destinado al continente euro-asi¨¢tico, se extiende ahora en ?frica dentro de una visi¨®n, a largo plazo, tanto de cooperaci¨®n en infraestructuras terrestres y navales, como de inserci¨®n en las redes comerciales. Generalmente, los dirigentes africanos plebiscitan esa estrategia. Y China sabe, en carne propia, que la demograf¨ªa, bien gestionada, puede ser un elemento positivo clave en la globalizaci¨®n.
Sin un cambio de visi¨®n, el continente seguir¨¢ exportando leg¨ªtimamente a millones de personas
Dentro de unos 25 a?os, ?frica ser¨¢ el continente cuyas necesidades de consumo ascender¨¢n casi el triple de lo que los europeos utilizan hoy. China prepara esta cita, pero Europa sigue ausente. ?frica no es el continente miserable de anta?o. Es un mundo en plena y r¨¢pida transformaci¨®n, con un crecimiento paulatino, la reducci¨®n de la deuda, provisto de las m¨¢s importantes materias primas del planeta, unas energ¨ªas y reservas naturales (un tercio del planeta) ¨²nicas, redes m¨®viles globales, unas clases medias equivalentes a las de la India de hoy, mil millones de personas listas para trabajar y consumir, y una juventud decidida a vivir mejor, a cualquier precio.
Para Europa, invertir en ?frica, gestionar con generosidad los flujos migratorios del Sur, es asegurarse, en el futuro, una posici¨®n dominante, econ¨®mica y culturalmente hablando; all¨ª se encuentra el coraz¨®n del crecimiento econ¨®mico, de la creaci¨®n de puestos de trabajo, de las exportaciones europeas que favorecer¨¢n al mercado comunitario. ?frica ser¨¢ un pulm¨®n de la econom¨ªa global. Si Europa apuesta por un nuevo modo de cooperaci¨®n con pueblos vinculados con ella por la cultura y la historia, podr¨¢ ayudar a levantar la civilizaci¨®n del futuro. Adem¨¢s, ser¨¢ la mejor manera de luchar contra las fuerzas oscurantistas que quieren ahora condenarla a la barbarie.
Al mismo tiempo, estas fuerzas disgregadoras est¨¢n cortando el territorio africano en pedazos, haciendo del integrismo religioso un actor central del porvenir de este continente. La ruptura que existe ya entre el norte y el centro de ?frica, hipoteca gravemente al porvenir de las poblaciones en estas regiones y transforma estos espacios des¨¦rticos en territorios de guerra. El ¨¦xito de la predicaci¨®n integrista en ?frica no tiene mucho que ver con la religi¨®n. Los africanos siempre compartieron un islam tolerante y pac¨ªfico. Hoy, las cosas est¨¢n cambiando, esencialmente por el estancamiento social de generaciones condenadas a la miseria en un continente sin embargo capaz de satisfacer sus anhelos.
Europa no debe considerar ?frica solo como un espacio de beneficios, sino como un partenario de codesarrollo, es decir, de enriquecimiento compartido. Europa debe apostar por la ayuda a ?frica en grandes proyectos de infraestructuras, entrar en joint ventures con los pa¨ªses que lo deseen, asociarse con China para evitar que los africanos dieran la espalda a Europa. Sin un cambio de visi¨®n, sin la capacidad de ver lejos, seguiremos teniendo un continente africano exportando leg¨ªtimamente a millones de personas. Recordemos que los pa¨ªses del Magreb, estos ¨²ltimos treinta a?os, dejaron salir a millones de personas para hacer frente a su situaci¨®n. La verdad hist¨®rica es sencilla: ?frica necesita a Europa, Europa necesita a ?frica.
Sami Na?r es catedr¨¢tico de Ciencias Pol¨ªticas y director del Instituto estudios para el mediterr¨¢neo y el Atllantico (IECMA).
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