Miami, la ciudad capital
Miami es un lugar al que la mayor¨ªa decidi¨® venir: una ciudad deseada. Aqu¨ª viven m¨¢s billonarios que en Par¨ªs o Shangh¨¢i. Aqu¨ª todo el dinero es nuevo: se exhibe, se pavonea, se presume. Aqu¨ª la belleza se compra. Los barrios ricos son tropicales frondosos lujuriosos. Y los barrios pobres son secos como palos. Tras Caracas, Bogot¨¢, M¨¦xico, La Habana y Buenos Aires, ¨²ltima entrega de una serie en la que Mart¨ªn Caparr¨®s toma el pulso a grandes urbes de Latinoam¨¦rica
NO ES F?CIL llegar a Miami.
Tantos quieren. Unos 22 millones de personas desembarcan en su aeropuerto cada a?o: 60.000 por d¨ªa. La llegada es un ejercicio de humillaci¨®n ligera: cientos o miles en esta cola lenta, los guardias que te gritan que avances, que te pares, que avances otra vez, que el celular est¨¢ prohibido, que vuelvas a pararte. La cola serpentea por el hangar enorme, erizado de carteles que te repiten lo que no debes hacer; al fondo, en esa l¨ªnea de garitas que te separan de los USA, te espera un empleado todopoderoso que puede rechazarte sin la menor explicaci¨®n: te espera el miedo ante el poder real. A?os atr¨¢s yo ten¨ªa que conectar urgente con un vuelo a M¨¦xico y el oficial de migraciones me pregunt¨® para qu¨¦ ven¨ªa a los Estados Unidos y le dije que no ven¨ªa y entonces me pregunt¨® para qu¨¦ iba a M¨¦xico y le dije que por qu¨¦ ese ser¨ªa su asunto.
???? ¨CPorque si no me da la gana no lo dejo pasar y usted no va a ninguna parte.
???? Me contest¨®, preciso y elocuente. Y ahora la cola dura, tarda, salvo para unos pocos que avanzan triunfadores por el pasillo del costado. Van hacia esas m¨¢quinas especiales con un cartel que dice Global Entry: el que cumple con varios requisitos y paga 100 d¨®lares puede inscribirse en el programa y pasa en dos minutos. Para que quede claro, desde el principio, que aqu¨ª hay clases.
A Miami se llega: m¨¢s de la mitad de sus habitantes lleg¨® desde alg¨²n lado. N., por ejemplo, lleg¨® con 10 a?os y un pap¨¢ polic¨ªa de Batista que escapaba de un pelot¨®n en Cuba, enero del ¡®59; R. lleg¨® tambi¨¦n de Cuba pero en el 2000 a buscarse la vida y darle un futuro a su hijo; J., de Cuba hace dos a?os, a sus 26, a ver el mundo y aprender a usarlo; G. lleg¨® de la Argentina hace unos 30, con 25 y una herencia que le permiti¨®, para empezar, comprarse una Ferrari; M. lleg¨® hace 15 a?os, a sus 40, de Nicaragua sin papeles cruzando a pie el desierto mexicano por las noches; M. lleg¨® de Venezuela hace seis a?os en sus treinta y tantos, dos hijos y marido, porque un general chavista quer¨ªa volver a encarcelarla; V. con 30 lleg¨® de Venezuela via Nueva York hace tres a?os para encontrarse con su familia e intentar una empresa de marketing; J. lleg¨® de M¨¦xico via California hace 40 a?os, a sus 20, para quedarse tres o cuatro y ahora es un periodista muy famoso. Hace un siglo Miami ten¨ªa 6.000 habitantes; hace medio ten¨ªa dos millones; ahora, m¨¢s de seis.
¨C?Cu¨¢l es tu nacionalidad?
???? ¨CCubana.
???? Dice, sin la sombra de una duda, Ninoska P¨¦rez, que lleg¨® a Miami hace 60 a?os. Ninoska es una mujer ancha, vital, pulseras y collares, que est¨¢ por cumplir 70 a?os y sigue su pelea de los ¨²ltimos 50. Su padre era un coronel de la polic¨ªa de Batista que se escap¨® la noche en que los guerrilleros entraron en La Habana; los suyos lo siguieron unos meses m¨¢s tarde. Esa primera ola cubana empez¨® a cambiar Miami para siempre. Eran unos 200.000, mayormente blancos, acomodados, educados, muy anticomunistas y se instalaron como un grupo nacional: mantuvieron costumbres y comidas, la lengua y la esperanza de volver. Ninoska aprendi¨® ingl¨¦s, estudi¨® en la universidad y empez¨® a trabajar en esas radios que nunca dejaron de llamar a sus compatriotas a rebelarse contra Fidel Castro.
???? ¨C?Y americana no?
???? ¨CBueno, s¨ª. Uno se siente americana porque ama a este pa¨ªs, porque te dio todas las oportunidades que no tuviste en el tuyo, pero Cuba siempre queda ah¨ª, siempre es lo primero. Esa isla debe tener un im¨¢n¡
???? ¨C?Y no te dan ganas a veces de decir bueno, ya est¨¢, me olvido de todo eso?
???? ¨CNo, me encantar¨ªa pero no puedo. Y adem¨¢s no lo hago por principio. En Cuba hay muchas v¨ªctimas. Es como si, cuando estaban exterminando a los jud¨ªos, la gente hubiera ido de vacaciones a Alemania. Eso me choca mucho.
???? Entonces le pregunto por la muerte de Castro y me dice que no fue lo que hab¨ªa imaginado. En su escritorio hay estampas de v¨ªrgenes y fotos de beb¨¦s.
???? ¨CYo siempre pensaba en ese d¨ªa. Pero ¨¦l ya llevaba tanto tiempo siendo un cadaver pol¨ªtico que no fue la alegr¨ªa que esperaba. Y adem¨¢s se muri¨® tranquilo en su cama, nunca fue juzgado, nunca pag¨® su precio¡
???? Ninoska es de las ¨²ltimas de esa vieja guardia que ya se va muriendo: ahora, sus hijos y nietos hablan ingl¨¦s, son la primera minor¨ªa de la ciudad, consiguen posiciones de poder, se ocupan de sus negocios mucho m¨¢s que de cualquier nostalgia. Pero ella no se rinde:
???? ¨C?Aqu¨ª radio Mamb¨ª! ?El tema es Cuba, la meta es su libertad! ?Aqu¨ª est¨¢ ¡°Ninoska en Mamb¨ª¡±! ?Todo para la libertad de Cuba!
???? Proclama un locutor, salsa de fondo, como todos los d¨ªas a las 13, como todos desde hace medio siglo, y ella mira el micr¨®fono y le habla.
Todo aqu¨ª est¨¢ en cambio o renovaci¨®n o apropiaci¨®n constante: es esa proliferaci¨®n incontrolada de torres? enormes, blancas y celestes, que surgen como hongos
Miami es, sobre todo, una vidriera para mostrar dinero. Dinero sin el pudor protestante. Aqu¨ª se est¨¢ por el dinero, para el dinero, gracias al dinero, a favor del dinero
En la discoteca LIV hay co?acs a 16.000 d¨®lares, tequilas a 21.000, champa?as a 26.000. El cliente paga la botella, pero paga, sobre todo, el respeto o la envidia de los que lo rodean