?Qu¨¦ lugar deben ocupar los robots?
Hay que acabar con algunos mitos negativos sobre la robotizaci¨®n. Las desigualdades sociales, el desempleo y la pobreza no los generan la inteligencia artificial ni la digitalizaci¨®n, sino las pol¨ªticas neoliberales
Estaba pensando c¨®mo iniciar este art¨ªculo sobre los mitos de la robotizaci¨®n y digitalizaci¨®n cuando encontr¨¦ una informaci¨®n muy interesante en The Guardian sobre la estrategia rob¨®tica del Gobierno japon¨¦s. Jap¨®n es uno de los pa¨ªses m¨¢s envejecidos del planeta. El 27% de la poblaci¨®n tiene m¨¢s de 65 a?os; tambi¨¦n es un ejemplo de homogeneidad ¨¦tnica. Los inmigrantes apenas representan un 1,8% de su poblaci¨®n, seg¨²n la ONU. Se espera que en 2020 el 80% de las personas dependientes acepten alg¨²n tipo de asistencia rob¨®tica, por lo que el Gobierno est¨¢ impulsando un programa con 98 empresas para desarrollar dispositivos rob¨®ticos que ayuden a los enfermos: levantar de la cama a los ancianos, sillas de ruedas automatizadas o robots-carrito para llevar las medicinas.
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No obstante, resulta evidente que estas tareas robotizadas apenas tienen que ver con la actividad principal que desempe?a el personal de enfermer¨ªa: cuidar a los enfermos y ayudarles en su recuperaci¨®n, lo que requiere actitudes emp¨¢ticas y una comunicaci¨®n plenamente humana con el paciente, incluida la no verbal, comprensi¨®n y trato digno. Algo que nunca podr¨¢ ofrecer un robot. La apuesta de Jap¨®n por la robotizaci¨®n obedece a sus peculiaridades demogr¨¢ficas: envejecimiento de la poblaci¨®n y escasez de personal de enfermer¨ªa debido a las trabas migratorias, pero no tiene por qu¨¦ ser exportable en la misma magnitud al resto del mundo.
Primeras conclusiones: el grado de robotizaci¨®n y digitalizaci¨®n de una sociedad vendr¨¢ determinado por la escasez de mano de obra. Pero en ning¨²n caso las m¨¢quinas ser¨¢n capaces de sustituir la empat¨ªa humana. En los pa¨ªses desarrollados multitud de actividades de servicios tienen caracter¨ªsticas similares a la enfermer¨ªa, en las que la aportaci¨®n emocional humana al trabajo es fundamental.
Suecia es un ejemplo de que es posible compaginar el impulso de la digitalizaci¨®n con una mayor igualdad social
Tambi¨¦n conviene revisar otros lugares comunes seg¨²n los cuales la digitalizaci¨®n y la introducci¨®n de robots suponen un aumento extraordinario de la productividad y, a la vez, de la desigualdad social.
Orley Ashenfelter, economista de la Universidad de Princeton, nos dice: ¡°Vemos robots en todas partes, excepto en las estad¨ªsticas de productividad. Si la rob¨®tica y la digitalizaci¨®n estuvieran cambiando todo dram¨¢ticamente, ver¨ªamos un fant¨¢stico crecimiento de la productividad y no lo vemos¡±. En los a?os sesenta la productividad en los pa¨ªses tecnol¨®gicamente m¨¢s desarrollados ¡ªPa¨ªses Bajos, Francia, Italia o Alemania¡ª creci¨® entre el 4% y el 6% anual; desde el a?o 2000 ha crecido tan solo al 2%. Tambi¨¦n en EE?UU las tasas de crecimiento de la productividad se est¨¢n reduciendo desde hace bastantes a?os.
Resulta curioso comparar el crecimiento de la productividad de nuestro pa¨ªs, que ha aumentado en un 7,4% desde 2010 a 2017, con la del hiperrobotizado Jap¨®n, que ha sido de solo un 5,9%, un punto y medio inferior. En EE?UU apenas se ha incrementado en un 3,3%.
No hay una regulaci¨®n p¨²blica eficaz que limite el control oligop¨®lico que moldea estos mercados a su inter¨¦s
?Qu¨¦ est¨¢ pasando realmente? La convergencia de las nuevas tecnolog¨ªas desplegadas por la digitalizaci¨®n (big data, artificial intelligence, Internet de las cosas, etc¨¦tera) y la robotizaci¨®n va a permitir que en el futuro gran parte de la producci¨®n industrial se caracterice por procesos muy flexibles que facilitar¨¢n una fuerte individualizaci¨®n de los productos, generando un ¡°valor de obra de arte¡± (diferenciaci¨®n, personalizaci¨®n, velocidad de entrega) en muchos de ellos. Lo que determina el precio de estos bienes superiores es la capacidad adquisitiva de los consumidores, no los costes de producci¨®n. Este neoartesanado industrial solo ser¨¢ capaz de crear un elevado volumen de bienes superiores cuando exista una demanda sofisticada suficiente, fruto de una distribuci¨®n m¨¢s equitativa de la productividad generada.
Sin embargo, estamos asistiendo a un reparto muy desigual de la ¡°productividad digital¡± debido a tres razones: 1. No hay una regulaci¨®n p¨²blica eficaz que limite el control monop¨®lico u oligop¨®lico de muy pocas empresas que crean y moldean estos mercados disruptivos a su inter¨¦s (un juez federal de EE?UU sentenci¨® sobre Microsoft: ¡°Tienen un prodigioso poder sobre el mercado e inmensas ganancias¡±). 2. La aportaci¨®n emocional humana al trabajo, lo que los robots no pueden hacer, sigue estando escasamente reconocida en la estructura de remuneraci¨®n salarial. 3) El estancamiento salarial en las ¨²ltimas dos d¨¦cadas ha sido debido a la disminuci¨®n del poder de negociaci¨®n de los trabajadores, como nos recuerda Krugman.
En el ¨²ltimo siglo en Norteam¨¦rica se logr¨® un mayor crecimiento en aquellos lugares y ¨¦pocas donde el poder de negociaci¨®n de los trabajadores fue mayor y, como consecuencia, los salarios tuvieron un mayor peso en la econom¨ªa, la riqueza se distribuy¨® de forma m¨¢s equitativa, la reinversi¨®n de los beneficios fue mayor y se cre¨® m¨¢s empleo y de m¨¢s calidad.
Otro mito que conviene cuestionar es que el avance de la automatizaci¨®n y la inteligencia artificial podr¨ªa destruir un porcentaje muy alto de empleos no cualificados, lo que incrementar¨ªa las desigualdades. Estas advertencias deben ser consideradas, pero hay que dimensionarlas. El paso de sociedades rurales-agr¨ªcolas a urbanas-industriales supuso la p¨¦rdida de muchos empleos en la agricultura, pero el saldo neto fue la creaci¨®n de millones de puestos de trabajo. Cada a?o se crean cerca de 40 millones de empleos en todo el mundo y hoy hay un total de 3.190 millones de trabajadores. Por supuesto que hay una gran incertidumbre en cuanto a las habilidades digitales que se requerir¨¢n en el futuro, por eso resultan muy interesantes las conclusiones de un reciente estudio sobre las cualificaciones de los nuevos empleos, Which digital skills do you really need?, realizado en el Reino Unido entre 2012 y 2017.
En los pr¨®ximos 10 o 15 a?os, seg¨²n esta extensa investigaci¨®n: 1. Crecer¨¢ la demanda de aquellas ocupaciones cuyas habilidades digitales se apliquen en tareas no rutinarias, soluci¨®n de problemas y creaci¨®n de productos digitales y audiovisuales. 2.?Disminuir¨¢n determinadas ocupaciones intensivas en cualificaciones digitales rutinarias, como las relacionadas con la utilizaci¨®n de programas inform¨¢ticos con fines administrativos (n¨®minas, contabilidad, ventas). 3. Crecer¨¢n diversas ocupaciones relacionadas con los servicios directos a las personas que no son digitalmente intensivas, vinculadas a la ¡°productividad emocional¡± mencionada en la enfermer¨ªa.
Segunda conclusi¨®n: la excesiva atenci¨®n prestada a la digitalizaci¨®n como causa del aumento del paro y de la precariedad laboral est¨¢ destinada a evitar el an¨¢lisis de las causas reales. Estas causas no son tecnol¨®gicas, sino pol¨ªticas: debilitamiento de los sindicatos y la oligopolizaci¨®n de los principales mercados digitales. Suecia es un ejemplo de que es posible compaginar el impulso de la digitalizaci¨®n con una mayor igualdad social. En este pa¨ªs n¨®rdico, donde las principales redes de telecomunicaciones son p¨²blicas, en los ¨²ltimos 20 a?os los salarios reales han crecido por encima de la productividad sin que ello haya afectado a la competitividad y durante la ¨²ltima d¨¦cada su econom¨ªa se ha mantenido entre las top ten del mundo.
Conclusi¨®n final: los robots ocupar¨¢n el lugar que queramos los humanos, pero para ello tendr¨¢n que sernos ¨²tiles a la mayor¨ªa, no rentables solo para unos pocos. Las desigualdades sociales, el desempleo, la pobreza, no los generan los robots sino las pol¨ªticas neoliberales.
Bruno Estrada L¨®pez es economista y adjunto al secretario general de CC?OO.
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