A pesar de usted, Bolsonaro
Brasil no ser¨ªa lo que es para muchos de nosotros de no ser por los artistas que nos lo han contado y cantado
Chico Buarque de Holanda ha cumplido 75 a?os y sus ojos azules desprenden la misma luz ir¨®nica e irresistible que cuando entr¨® en mi vida. Era yo una adolescente y en mi casa se hab¨ªa impuesto la canci¨®n protesta, grave y dram¨¢tica, compuesta para cantar con el pu?o cerrado; as¨ª que cuando se abri¨® paso en nuestra modesta discoteca casera la m¨²sica brasile?a, un aire prometedor de sensualidad inund¨® nuestro piso de barrio. Yo imaginaba que Brasil era el para¨ªso en la tierra, un lugar donde la gente m¨¢s que andar bailaba y m¨¢s que hablar cantaba. Ten¨ªa dos dioses, Vin¨ªcius de Moraes y Chico Buarque. No sab¨ªa muy bien lo que predicaban sus oraciones, pero cre¨ªa entenderlo por la prodigiosa envoltura musical. Sigo creyendo en ellos con la misma fe de entonces, pero ahora, que entiendo la letra, les admiro con m¨¢s motivo. En 1970, Chico Buarque compuso una canci¨®n, Apesar de voc¨º, en la que se dirig¨ªa al general Garrastazu M¨¦dici, presidente de la dictadura militar brasile?a. En pocos d¨ªas, la canci¨®n se convirti¨® en himno, pasando del disco a la boca del pueblo. La dictadura la prohibi¨®, pero ya no pudo evitar esa letra escrita en pancartas y esa melod¨ªa moviendo a los manifestantes a ritmo de samba.
A aquella adolescente no pod¨ªa pas¨¢rsele por la cabeza que una melod¨ªa tan luminosa pudiera contener versos prohibidos, aunque ah¨ª estaba Vin¨ªcius impartiendo la primera lecci¨®n: ¡°Para hacer una samba con belleza, es preciso un poquito de tristeza¡±.
Chico Buarque, ejemplo de ese tipo de intelectual brasile?o que se sirvi¨® de la riqu¨ªsima cultura mestiza de su pueblo para crear un repertorio asombroso que conjugaba belleza po¨¦tica y exquisita composici¨®n musical, est¨¢ ahora en Par¨ªs. No quiere exiliarse como entonces, porque, de momento, los hombres de Bolsonaro no han llamado a su puerta. Habla acongojado de c¨®mo el odio se ha ido instalando en los corazones de muchos de sus compatriotas, de un ministro de Cultura que trabaja en contra de la cultura, de un ministro de Educaci¨®n cuyo objetivo es acabar con la educaci¨®n p¨²blica, de un ministro de Interior que favorece el crimen y permite, por ejemplo, que el gobernador de R¨ªo, Wilson Witzel, haya impulsado una nueva estrategia de la polic¨ªa militar: disparar desde helic¨®pteros contra la poblaci¨®n civil, a los pobres, a los negros, a los favelados. A ni?os que van a la escuela. ¡°Se apunta a la cabecita y¡ ?fuego!¡±. Medidas brutales del batall¨®n contra las que alz¨® su voz la concejal Marielle Franco, v¨ªctima de un crimen que no ha sido investigado.
A conciencia se encarga Bolsonaro de inocular en sus seguidores el odio a la cultura, pero Brasil no ser¨ªa lo que es para muchos de nosotros de no ser por los artistas que nos lo han contado y cantado. A Buarque le cost¨® la detenci¨®n en su juventud, el exilio, y aun as¨ª jam¨¢s se quebr¨® su lealtad al pueblo y el firme compromiso en el restablecimiento de las libertades. Escuch¨¢ndole hoy no sabemos si le parece m¨¢s dif¨ªcil que entonces derrotar a este neofascismo que est¨¢ promoviendo la homofobia, el racismo, la violencia y el desprecio al excluido. Por eso, en esta semana en la que m¨¢s que nunca ha de celebrarse el Orgullo Gay, es pertinente volver a cantar y a bailar esa samba que coreaban los brasile?os en los setenta: ¡°A pesar de usted?/?ma?ana ha de ser?/?otro d¨ªa.?/?Yo quisiera saber?/?d¨®nde se va a esconder?/?de esta enorme alegr¨ªa, Bolsonaro¡±.
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