Vox y la violencia ¨¦tica
Convendr¨ªa analizar las conexiones entre los presuntos motivos de esc¨¢ndalo y las expresiones de odio en nuestro tiempo
La disputa de los primeros cristianos con los restos del paganismo por la hegemon¨ªa religiosa entre los siglos IV y V de nuestra era alcanz¨® cotas dif¨ªcilmente superables en la demonizaci¨®n del diferente. Uno de los efectos de semejante obsesi¨®n por controlar los principios y valores en circulaci¨®n en la esfera civil fue la construcci¨®n de retratos distorsionados de quienes segu¨ªan otros ideales ¨¦ticos y practicaban opciones sexuales condenadas por el naciente dogma cristiano. Destaca entre ellos la biograf¨ªa que la Historia Augusta dedic¨® a Heliog¨¢balo, casi como eco de las recientes declaraciones de Roc¨ªo Monasterio, candidata de Vox a la presidencia de la Comunidad de Madrid sobre el Orgullo LGTBQI.
La obra mencionada se regodea en el esc¨¢ndalo p¨²blico generado por ¡°escenas sexuales grotescas¡±, en la l¨ªnea de las denunciadas por la representante de Vox desde una visi¨®n profundamente patrimonialista del espacio p¨²blico. No sabemos qu¨¦ hay de cierto en la descripci¨®n de los excesos de Heliog¨¢balo. Lo que en cambio s¨ª sabemos es que representaba una vivencia de la sexualidad desligada de un uso del cuerpo tamizado por el credo cristiano. Antonin Artaud se?al¨® en el siglo XX que Heliog¨¢balo fue en realidad uno de los primeros activistas queer de la cultura occidental.
Las declaraciones de Monasterio, que tanto malestar han producido en los colectivos reunidos en torno al movimiento LGTBQI, constituyen, a mi entender, una radiograf¨ªa de las fricciones que los por otra parte leg¨ªtimos idearios religiosos generan en relaci¨®n con el caleidoscopio plural que tiene que devolver un espacio p¨²blico saludable. Como se?al¨® hace ya d¨¦cadas con perspicacia Iris M. Young, la atenci¨®n est¨¦tica a la pluralidad de modos en que los diversos colectivos ¡ªmujeres, hombres, emigrantes, miembros de minor¨ªas religiosas¡ª habitan el espacio urbano (no abriremos la caja de Pandora de las conductas hegem¨®nicas en el paisaje rural) es elocuente con respecto a quienes detentan una posici¨®n de poder que les permite presionar, humillar, ningunear o amenazar a los subalternos.
La fiesta del Orgullo celebra que la ocupaci¨®n performativa de los espacios p¨²blicos forma parte de la reivindicaci¨®n de derechos civiles
Poder sostener la mirada ajena, se adopte el atuendo o el aspecto f¨ªsico que se quiera, es experimentado por el sujeto como un factor de seguridad y autorrealizaci¨®n. La fiesta del Orgullo LGTBQI procedente de la ruptura con la persecuci¨®n policial y la estigmatizaci¨®n social de los homosexuales a escala global que represent¨® Stonewall Inn en 1969 celebra que la ocupaci¨®n performativa de los espacios p¨²blicos forma parte de la reivindicaci¨®n de derechos civiles, sin aspirar a convertir con ello en dominantes determinadas opciones de vida afectiva.
Una de las piezas fundamentales para la expansi¨®n del cristianismo desde sus inicios, all¨¢ por el siglo II de nuestra era, fue la condena de la sexualidad pagana y del amor homoer¨®tico, con la consiguiente separaci¨®n entre individuos seglares casados y religiosos c¨¦libes, r¨ªgida frontera de cuya latente violencia antropol¨®gica los esc¨¢ndalos ¡ªestos tambi¨¦n¡ª y flagrantes delitos cometidos por pederastas en el seno de la Iglesia cat¨®lica han dado buena fe.
Convendr¨ªa analizar las conexiones entre los presuntos motivos de esc¨¢ndalo y las expresiones de odio en nuestro tiempo, que, como nos recuerdan frecuentemente los juristas, no deber¨ªan invocar solo la autoridad de los tribunales para regenerar un tejido civil deteriorado. Las sociedades han encontrado siempre en la aceptaci¨®n de la manifestaci¨®n p¨²blica de la diferencia ¡ªreligiosa, sexual, de raza y clase¡ª uno de sus principales retos. Y ello es as¨ª porque nos interesa y hasta complace a menudo contar con otros, con su ayuda y colaboraci¨®n. Pero al mismo tiempo late en cada uno de nosotros una pulsi¨®n que nos conduce a rechazar y condenar al otro porque sencillamente es otro, como en la f¨¢bula de Kafka: porque lleg¨® el ¨²ltimo, su aspecto es diferente del nuestro o sus costumbres y creencias nos separan de ¨¦l.
Entonces se produce ese fen¨®meno cl¨¢sico de la violencia ¨¦tica y social ¡ªy el odio sobre cuyas consecuencias temibles nos ha avisado tanto Carolin Emcke¡ª, ejemplificado por una regresi¨®n incontrolable al dispositivo ¡°patio del colegio¡± y las peores manifestaciones de un bullying que con esfuerzo solo en los ¨²ltimos a?os hemos aprendido a nombrar. No deben llamar a enga?o las pausadas apelaciones que las declaraciones de la representante de Vox realiza al mantenimiento del decoro, al deseo de dignificar a los homosexuales y el respeto hacia las creencias ajenas. Son el s¨ªntoma de una concepci¨®n de los espacios, en que todos debemos estar y contar, que sit¨²a ileg¨ªtimamente a una visi¨®n de la existencia por encima de otras, por tradici¨®n impuesta y presunta primac¨ªa est¨¦tica y moral.
Nuria S¨¢nchez Madrid es profesora titular de Filosof¨ªa en la Universidad Complutense de Madrid.
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