El precio de la privacidad
Esa especie de mayordomos como Alexa o Siri los saben todo de sus due?os
La privacidad tiene un precio. A British Airways, el robo de datos personales de medio mill¨®n de clientes le ha costado una sanci¨®n de 205 millones de euros en el Reino Unidos. Calderilla comparado con los 4.400 millones de multa que la Comisi¨®n Federal de Comercio de EE UU ha decidido imponerle a Facebook por haber vulnerado la protecci¨®n de datos de sus usuarios. Todo empez¨® con la cesi¨®n, sin contar con la autorizaci¨®n de los interesados, de informaci¨®n privada de m¨¢s de 50 millones de personas a Cambridge Analytica, que la utiliz¨® para trazar perfiles pol¨ªticos durante la campa?a de 2016, que dio la victoria a Trump.
Desde entonces, el nombre de Cambridge Anaytica es utilizado para ilustrar los demonios derivados de una il¨ªcita utilizaci¨®n de los datos, especialmente si es con una finalidad pol¨ªtica. Ocurri¨® en Espa?a cuando el Senado aprob¨® una enmienda durante la tramitaci¨®n de la ley de protecci¨®n de datos, que autorizaba a los partidos a recopilar informaci¨®n sobre las opiniones pol¨ªticas de los ciudadanos para crear perfiles ideol¨®gicos en el marco de sus actividades electorales. El Constitucional no tard¨® en tumbar esta prerrogativa. Entend¨ªa que encerraba ¡°potenciales efectos intrusivos¡± en los derechos fundamentales de los ciudadanos.
Las empresas tecnol¨®gicas son una gran amenaza para la privacidad. Google ha reconocido que expertos en lenguaje, a sueldo de la compa?¨ªa, escuchan aproximadamente el 0,2% de las conversaciones que los usuarios mantienen con su asistente virtual. En ese porcentaje de charlas fisgoneadas hay llamadas profesionales, discusiones familares y escenas ¨ªntima. El gigante de Internet asegura que este espionaje le permite mejorar la calidad del servicio. Osea que, seg¨²n parece, los dispositivos parlantes no solo aprenden mediante la inteligencia artificial. Cada vez que se formula una pregunta a Alexa o Siri, el archivo viaja a un servidor donde se procesa el audio y se genera una contestaci¨®n (m¨¢s o menos atinada). Pensar que en este camino la privacidad est¨¢ a salvo es cuesti¨®n de fe. Esta especie de mayordomos web los saben todo de sus due?os. El problema no es que sean grandes cotillas sino que alguien pueda tener acceso a los infinitos sonidos que escuchan, registran y almacenan.
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