Regreso a la plataforma LC-39A del centro Kennedy donde empez¨® la gesta
Dos de los tres astronautas que viajaron a la Luna hace 50 a?os vuelven al lugar desde el que comenz¨® el hist¨®rico vuelo espacial
Medio siglo despu¨¦s del inicio de la hist¨®rica misi¨®n Apolo 11, la haza?a se conmemora este martes en el centro espacial Kennedy de Cabo Ca?averal (Florida, Estados Unidos), adonde regresan dos de los tres astronautas que protagonizaron la gesta. Neil Armstrong, el primer hombre en pisar la Luna, falleci¨® en 2012. En el acto participan Edwin (Buzz) Aldrin y Michael Collins, que vuelven a la plataforma LC-39A del centro Kennedy desde donde el 16 de julio de 1969 fue lanzado el cohete Saturno V con ellos a bordo.
Neil Armstrong fue la leyenda viva que siempre rehuy¨® fama y popularidad. Tras su vuelo en el Apolo 11 y consciente de que por su estatus de ¡°primer hombre en la Luna¡± nunca m¨¢s volver¨ªa a volar, abandon¨® la NASA, la agencia espacial norteamericana. Durante ocho a?os se dedic¨® a la ense?anza en la Universidad de Cincinnati, entonces una instituci¨®n no especialmente brillante. La eligi¨® con la intenci¨®n de no aprovecharse de su popularidad como trampol¨ªn para escalar puestos entre el profesorado m¨¢s veterano.
Tras su etapa como profesor de ingenier¨ªa, Armstrong ocup¨® diversos cargos directivos en empresas relacionadas con el mundo aeroespacial. Y particip¨® en el comit¨¦ de la NASA que investig¨® el accidente del Challenger.
Por su car¨¢cter retra¨ªdo, siempre rehuy¨® la popularidad y los focos medi¨¢ticos. Como el excelente piloto que era, nunca dio importancia a su primer paso sobre el polvo lunar, sino al hecho de haber conseguido un alunizaje perfecto, el m¨¢s suave de todo el programa. En sus propias palabras, ¡°lo que ans¨ªa todo aviador es aterrizar, no caminar¡±.
Con la llegada de Internet y al enterarse de que sus aut¨®grafos aparec¨ªan con frecuencia en subastas online, simplemente dej¨® de firmarlos. Algo parecido ocurri¨® con un pleito que puso a su propio peluquero, al saber que estaba vendiendo mechones de cabello como si fuesen reliquias tecnol¨®gicas. En el fondo, Armstrong nunca quiso ni supo asimilar la fama que cay¨® sobre ¨¦l en el momento en que dej¨® su huella en el Mar de la Tranquilidad. Falleci¨®, a causa de una dolencia cardiaca, en 2012.
Buzz
En muchos aspectos, Edwin Aldrin, el segundo hombre en la Luna era diametralmente opuesto a su comandante. Convencido de la trascendencia hist¨®rica del vuelo, movi¨® cielo y tierra en los altos escalones de la NASA para ser el primero en pisar la Luna. Aunque fall¨® en su intento, a lo largo de los a?os recibir¨ªa mucha m¨¢s publicidad que Armstrong. Como, por ejemplo, el hecho de que Disney tomara su imagen como modelo para?Buzz Lightyear, el astronauta protagonista de Toy Story (aunque ¨¦l asegur¨® que la idea no le gust¨® nada y que hubiese querido litigar contra la compa?¨ªa, pero la desproporci¨®n de fuerzas era evidente).
El car¨¢cter de Aldrin empez¨® a resentirse al regresar del viaje de relaciones p¨²blicas organizado por la NASA tras la aventura del Apolo 11. Hab¨ªa sido una aut¨¦ntica locura: 24 pa¨ªses y 27 ciudades en poco m¨¢s de un mes. Estrechando millares de manos y sonriendo a dignatarios de todo el mundo, ansiosos por conseguir una foto junto a los primeros hombres en la Luna. Y al llegar a cada recepci¨®n, ma?ana, tarde y noche, alguien pon¨ªa en sus manos el correspondiente vaso de whisky. Y, una vez vac¨ªo, se encargaba de rellenarlo.
Aldrin -pr¨¢cticamente un abstemio hasta entonces- dio ah¨ª sus primeros pasos hacia el alcoholismo. Luego vendr¨ªa la baja voluntaria en la NASA y el regreso a la Fuerza A¨¦rea, con el grado de coronel, y director de la escuela de pilotos de pruebas en la base de Edwards. Pero este cargo result¨® un regalo envenenado. Aldrin -uno de los pocos astronautas con un doctorado en el MIT- carec¨ªa de aptitudes como gestor administrativo. Y, para colmo, no tard¨® en tener roces con sus superiores, en parte debido al aura de h¨¦roe que segu¨ªa rode¨¢ndole. En 1972 se licenci¨®, habiendo sufrido ya alg¨²n amago de depresi¨®n.
El ex piloto de combate, piloto de pruebas, brillante ingeniero y exastronauta desarroll¨® as¨ª un creciente sentimiento de falta de objetivos en la vida. Por eso y por su dependencia del alcohol desembocar¨ªa en un caso grave de depresi¨®n (en su familia hab¨ªa antecedentes muy pr¨®ximos: su madre, abuelo y alguna prima hab¨ªan cometido suicidio).
La vida de Aldrin evolucion¨® a peor con rapidez. En 1974, tras m¨¢s de 20 a?os de convivencia, su matrimonio se vino abajo. Y apenas siete a?os despu¨¦s de su viaje a la Luna, el h¨¦roe del Apolo 11 estaba vendiendo Cadillacs en un concesionario de Beverly Hills. Dur¨® poco en ese puesto (en el que nunca vendi¨® ni un solo coche). Y tampoco faltaron algunos embarazosos incidentes con la polic¨ªa.
A partir de 1978, Aldrin reaccion¨®. Con la misma fuerza de voluntad que hab¨ªa mostrado durante el programa espacial super¨® su adicci¨®n a la bebida y continu¨® un tratamiento para tratar su depresi¨®n. Se embarc¨® en numerosos proyectos relacionados con la exploraci¨®n espacial avanzada, promoviendo un futuro viaje a Marte y un sistema de veh¨ªculos que seguir¨ªan unas trayectorias repetitivas entre ambos planetas. Hoy esas ¨®rbitas se conocen como ¡°Aldrin¡¯s cycler¡±.
En lo familiar, Aldrin ha pasado por tres matrimonios y otros tantos divorcios, el ¨²ltimo bastante ruinoso. En el 2018 sus hijos intentaron inhabilitarle alegando s¨ªntomas de demencia y alzh¨¦imer pero la petici¨®n no prosper¨®. Hoy, Buzz (ese es su nombre legal; se cambi¨® el original, Edwin, hace unos 30 a?os) contin¨²a apareciendo en los medios, explicando sus proyectos y colaborando en pel¨ªculas y programas de televisi¨®n. A punto de cumplir los 90, su mente sigue activa y pol¨ªticamente incorrecta. En especial, cuando disfruta posando junto a otros compa?eros en un retrato formal, luciendo un esmoquin floreado y calcetines estampados con la bandera estadounidense.
Collins
En cuanto a la trayectoria de Michael Collins, el tercer miembro de la tripulaci¨®n, result¨® algo m¨¢s convencional que la de sus dos compa?eros. Sabedor de que nunca volver¨ªa a volar por el espacio, dej¨® la NASA en 1970. Acept¨® brevemente un cargo de relaciones p¨²blicas en la Secretar¨ªa de Estado, una opci¨®n sorprendente, puesto que ni era periodista ni ten¨ªa experiencia diplom¨¢tica. Y durante sus meses all¨ª tuvo que lidiar con los conflictos de Vietnam y Camboya, las protestas nacionales y los grav¨ªsimos incidentes de la universidad de Ken State.
Claramente, ese trabajo no era lo suyo, as¨ª que al poco tiempo cogi¨® al vuelo la oferta de encargarse de la direcci¨®n del todav¨ªa inexistente Museo del Aire y el Espacio, en Washington. Inaugurado en 1976, cumpliendo plazo y presupuesto, hoy es uno de los museos m¨¢s visitados del mundo. De ah¨ª Collins pas¨® a asumir un cargo en el consejo de la Smithsonian Institution y luego, a la industria aeroespacial, primero como directivo y, por fin, constituyendo su propia empresa de asesor¨ªa.
Collins fue uno de los primeros astronautas en escribir varios libros sobre sus experiencias. Y tambi¨¦n uno de los pocos cuya vida familiar super¨® todos los inconvenientes asociados con la exhaustiva dedicaci¨®n al programa espacial. Enviud¨® de su primera esposa en 2014. Sin duda, ¨¦l y Aldrin ocupar¨¢n los lugares de honor en las ceremonias que organiza la NASA para conmemorar el medio siglo de la llegada a la Luna. Solo se echar¨¢ en falta a Neil, el astronauta que nunca quiso figurar.
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