Viaje a la Luna
El paseo lunar de Armstrong ya es parte de nuestra prehistoria
Ma?ana se cumple medio siglo desde que los astronautas de la nave espacial Apolo 11 pisaran por primera vez la Luna y de que su comandante dejara para la historia la c¨¦lebre frase: ¡°Este es un peque?o paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad¡±, y desde hace semanas la prensa de todo el mundo est¨¢ publicando art¨ªculos sobre un acontecimiento hist¨®rico que quienes ya ten¨ªamos conciencia en 1969 recordamos con intensidad, cada uno seg¨²n lo vivi¨® (yo lo he contado en una novela: en mi casa, rodeado de vecinos del pueblo de mis abuelos, en el que apenas s¨ª hab¨ªa entonces tres o cuatro televisiones). Pero de lo que ning¨²n art¨ªculo habla es del viaje a la Luna que los que asistimos a aquel acontecimiento hemos hecho en este medio siglo transcurrido desde entonces. Cuando Neil Armstrong pis¨® la superficie lunar en la Tierra a¨²n no hab¨ªa Internet, ni tel¨¦fonos m¨®viles, ni cajeros autom¨¢ticos, ni televisi¨®n en color.
A los m¨¢s j¨®venes les parecer¨¢ incre¨ªble, pero el mundo del que despeg¨® el Apolo 11 estaba m¨¢s cerca del tiempo pret¨¦rito que del que vivimos hoy, y ello a pesar del esfuerzo tecnol¨®gico que la aventura espacial supuso. La tecnolog¨ªa ¡ªy no solo ella¡ª se ha desarrollado m¨¢s en estos 50 a?os que en los 50 siglos anteriores y el mundo ha cambiado en igual medida. Alguien que muriera entonces y regresara a la vida hoy se encontrar¨ªa tan fuera de la realidad como los astronautas del Apolo 11 sobre la superficie lunar. Por eso digo que el verdadero viaje a la Luna lo hemos vivido los que ya ten¨ªamos conciencia en 1969, que hemos pasado de un mundo anal¨®gico a otro digital y de una cultura human¨ªstica a otra tecnol¨®gica sin estar preparados para ello.
Cuando Neil Armstrong, el hombre que por primera vez puso su pie sobre la superficie lunar, paseaba por nuestro sat¨¦lite ante las miradas emocionadas de 500 millones de espectadores (la sexta parte de la poblaci¨®n mundial) seguro que no imaginaba que el planeta que abandonar¨ªa definitivamente en 2015 a la edad de 82 a?os iba a cambiar tanto, pese a ser un hombre de ciencia. Como mucho imaginar¨ªa que a su regreso a la Tierra llevar¨ªa una vida menos tranquila (su fama le sigui¨® hasta su final), pero no que el mundo se transformar¨ªa tanto en los a?os que le quedar¨ªan de vida. Como todos los humanos, pas¨® de un mundo tradicional a otro que entonces era ciencia ficci¨®n, y lo hizo casi sin darse cuenta, mientras daba clases en la Universidad y conced¨ªa entrevistas ¡ªcada vez menos¡ª para los medios. Al final, se retir¨® a una granja desde la que declar¨® con naturalidad: ¡°Los que vivimos en el campo pensamos que los que viven en la ciudad son los que tienen problemas¡±. En el campo o en la ciudad, el mundo cambiaba a ritmo vertiginoso, y con ¨¦l, quienes asistimos al paseo lunar de dos hombres (Armstrong y su compa?ero Aldrin) sin saber que una nueva ¨¦poca, la de las comunicaciones, estaba inici¨¢ndose y que se acelerar¨ªa a un ritmo vertiginoso, tanto como para perder la conciencia de que eso suced¨ªa, como si viaj¨¢ramos a una nueva Luna. Desde este nuevo mundo miramos hoy hacia atr¨¢s y vemos aquel fant¨¢stico viaje espacial del Apolo 11 tan lejos en el tiempo que, m¨¢s que 50 a?os, que ya son muchos, nos parece que ha pasado una eternidad. La que separa el mundo en el que vivimos de aquel en el que asistimos emocionados al paseo lunar de unos astronautas que forma ya parte de nuestra prehistoria.
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