La libertad del asno de Burid¨¢n
La avalancha de opciones que abruman al consumidor hacen que pierda de vista el acto m¨¢s importante: la elecci¨®n en s¨ª misma
En una sociedad de mercado ¡ªuna manera como otra cualquiera de decir que el dinero manda¡ª en la que el concepto de libertad del consumidor ha sido fagocitado por el de apariencia de libertad de elecci¨®n entre varios productos, la expresi¨®n ¡°a la carta¡± se ha convertido en la campanilla del perro de P¨¢vlov con el que los paganos ¡ªde pagar¡ª somos atra¨ªdos como moscas a la miel.
Las situaciones son m¨²ltiples. Por ejemplo, cuando vamos a comer fuera, pedir la carta en lugar de tirar de men¨² del d¨ªa es sin¨®nimo de estatus en la mesa. Llegados a los postres, si uno ha optado por la carta, normalmente recibir¨¢ otro elenco para poder elegir despacio. En cambio, si ha optado por men¨² del d¨ªa deber¨¢ entender y memorizar en veinte segundos una lista recitada en plan rosco del Pasapalabra. Y normalmente lo har¨¢ mirando a los otros comensales mientras trata de transmitirles telep¨¢ticamente: ¡°?Hab¨¦is entendido algo?¡±. El resultado suele ser: ¡°Yo tomar¨¦ caf¨¦¡±. Los perjuicios de quedarse fuera de la carta.
¡°A la carta¡± se ha convertido en un s¨ªmbolo. Y se puede hacer de todo. Desde elegir los complementos de un coche, hasta utilizar una plataforma de m¨²sica online ¡ªdonde curiosamente se atrae a la clientela con el reclamo de que puede saltarse las canciones, es decir, pagar por no escuchar¡ª o ver televisi¨®n. Una avalancha de opciones que abruman al consumidor que pierde de vista el acto m¨¢s importante: la elecci¨®n en s¨ª misma.
Publicaba este fin de semana The New York Times una combinaci¨®n de estudios realizados en 1971 y hace dos a?os sobre los efectos de Barrio S¨¦samo en la gente joven. Es decir, de cuando la televisi¨®n eran lentejas y se ve¨ªa lo que pon¨ªan y ahora, cuando las opciones de elecci¨®n son abrumadoras y el programa se ve mucho menos. El resultado es un retroceso en habilidades con los n¨²meros y las palabras. Lo peor no es que se vea otra cosa, es que no se sabe qu¨¦ ver. El tiempo de b¨²squeda sustituye al del propio acto. Terminamos teniendo televisi¨®n de pago y tres plataformas diferentes para responder al: ¡°?Qu¨¦ est¨¢s viendo?¡±, con un: ¡°Nada¡±.
La libertad de elegir consiste precisamente en elegir. Pero nos est¨¢ sucediendo como al asno de Burid¨¢n, que muri¨® de hambre entre dos montones de heno.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.