Mario Benedetti: cien a?os
De su mundo literario nos quedan los bellos poemas y relatos que escribi¨®, reivindicando con amor esas vidas incrustadas en la monoton¨ªa de la rutina, de hero¨ªsmo discreto, que van puntualmente a la oficina
Aunque fuimos buenos amigos, no recuerdo cu¨¢ndo conoc¨ª a Mario Benedetti. Probablemente, la primera vez que fui al Uruguay, en 1966: un viaje maravilloso en el que descubr¨ª que un pa¨ªs de Am¨¦rica Latina pod¨ªa ser tan civilizado, democr¨¢tico y moderno como Suiza o Suecia. En las calles de Montevideo hab¨ªa carteles anunciando un Congreso del Partido Comunista y los peri¨®dicos ¡ªEl?Pa¨ªs, La Ma?ana, Marcha¡ªestaban muy bien escritos y mejor diagramados, el teatro era soberbio, las librer¨ªas formidables, se respiraba por doquier una libertad sin orejeras. Ese pa¨ªs tan chiquitito ten¨ªa una vida cultural de primer orden y, si uno pod¨ªa pagarlas, en Linardi y Risso encontraba todas las primeras ediciones de Borges. Yo hab¨ªa dado antes conferencias ante peque?os p¨²blicos, pero en la Universidad de Montevideo, adonde me llev¨® Jos¨¦ Pedro D¨ªaz, habl¨¦ de literatura ante un p¨²blico que abarrotaba el auditorio, algo que me dej¨® pasmado.
Otros art¨ªculos del autor
Si fue entonces donde nos conocimos, deb¨ª felicitarlo por sus cuentos y poemas, que hab¨ªa le¨ªdo en Lima y me hab¨ªan entusiasmado, Montevideanos sobre todo, pero tambi¨¦n la poes¨ªa de Poemas de la oficina y Poemas del hoyporhoy. Era un escritor que rehu¨ªa los ¡°grandes temas¡± y se acercaba a la gente com¨²n y corriente con delicadeza y ternura, a los oficinistas, los taqu¨ªgrafos, los empleados del mont¨®n, las familias sin historia, aquella clase media que s¨®lo en el Uruguay parec¨ªa representar a todo un pa¨ªs en la Am¨¦rica Latina de aquellos d¨ªas, de desigualdades atroces. Benedetti lo hac¨ªa con una prosa y unos versos sencillos, claros, directos, impecables. Era una voz nueva y sorprendente, sobre todo en la literatura de la ¨¦poca, porque rehu¨ªa el relumbr¨®n y el aspaviento y transmit¨ªa sinceridad y limpieza moral.
Nos vimos luego muchas veces en lugares diferentes e intercambiamos una copiosa correspondencia. Alguna vez, jugando a adivinar qu¨¦ escritores latinoamericanos entrar¨ªan en el cielo, si exist¨ªa, recuerdo un empate entre dos candidatos: Rulfo y Benedetti. Eso fue antes del caso Padilla, un cataclismo del que ahora nadie se acuerda y que a comienzos de los a?os setenta rompi¨® relaciones y dividi¨® ideol¨®gicamente a unos escritores del nuevo mundo que, hasta entonces, pese a la diversidad de opiniones, manten¨ªamos el di¨¢logo y hasta la amistad. Como ¨¦l y yo adoptamos posturas radicalmente opuestas sobre este asunto, desde entonces nos vimos poco y los breves encuentros a lo largo de los a?os fueron casi siempre formales, desprovistos de la complicidad y el afecto de anta?o.
El mundo que construy¨® no hubiera sido posible sin la experiencia uruguaya que lo marc¨® con fuego
Pero yo lo segu¨ª siempre leyendo y admirando, sobre todo cuando escrib¨ªa cuentos, novelas, poes¨ªa y ensayos que no fueran pol¨ªticos. Y debo haber sido uno de los pocos lectores que defendi¨® como un logro muy audaz El cumplea?os de Juan ?ngel, una novela escrita en versos, experimento que la cr¨ªtica, en general, recibi¨® con escepticismo. Tuvimos una pol¨¦mica bastante en¨¦rgica, en el diario EL PA?S, y algunos a?os m¨¢s tarde, creo que la ¨²ltima vez que nos encontramos, ¨¦l la record¨® con nostalgia, cont¨¢ndome que algunos lectores del diario hab¨ªan escrito pidiendo que continu¨¢ramos polemizando porque lo hac¨ªamos con buenos argumentos y, sobre todo, sin insultos.
Me he preguntado mucho, estos ¨²ltimos a?os, qu¨¦ hubiera pensado Benedetti con las ocurrencias pol¨ªticas de los ¨²ltimos tiempos. Sobre todo, de la ca¨ªda y, para todos los efectos pr¨¢cticos, desaparici¨®n del comunismo. ?Alguien puede todav¨ªa pensar que Cuba, Venezuela o Corea del Norte podr¨ªan ser los modelos para acabar con el subdesarrollo y crear una sociedad m¨¢s justa y pr¨®spera? O de la lenta pero inequ¨ªvoca resignaci¨®n de la izquierda extrema en Am¨¦rica Latina a las elecciones libres y a la coexistencia en la diversidad que antes rechazaba como al agua los gatos. Nadie puede contestar estas preguntas en su nombre, ahora que ¨¦l est¨¢ ausente, por supuesto. Emir Rodr¨ªguez Monegal, que hab¨ªa sido su amigo y del que se distanci¨® tambi¨¦n por razones pol¨ªticas, dec¨ªa de Mario Benedetti que su formaci¨®n en el Colegio Alem¨¢n de Montevideo lo convirti¨® en un ¡°puritano¡± de ideas r¨ªgidas, que, una vez tomada una posici¨®n, era incapaz de dar su brazo a torcer. Yo lo refutaba, convencido de que, aunque se equivocara en muchas cosas, como todo el mundo, lo hizo siempre con buena fe y por razones generosas.
Ahora nos quedan, por encima de sus posturas pol¨ªticas, los bellos poemas y relatos que escribi¨®, reivindicando con amor esas vidas incrustadas en la monoton¨ªa de la rutina, sin grandeza, de hero¨ªsmo discreto, que van puntualmente a la oficina y ahorran parte del salario haciendo sacrificios para disfrutar de unas peque?as vacaciones, que lo piensan varias veces antes de comprarse un nuevo vestido o traje, y que viven siempre con apuros, aquellos ciudadanos sin historia que suelen ser los grandes excluidos de la literatura, a los que ¨¦l dio vida, color, resaltando su decencia y mostrando que ellos son los verdaderos pilares de una sociedad, pues de ellos depende que ¨¦sta prospere o retroceda, que se modernice o retorne al salvajismo de la tribu.
Aunque se equivocara en muchas cosas, como todo el mundo, lo hizo con buena fe y por razones generosas
El mundo que Benedetti construy¨® no hubiera sido posible sin la experiencia uruguaya que lo marc¨® con fuego, aunque, ya hombre grande, viviera en el exilio muchos a?os. Pero, no hay duda, se llev¨® consigo cuando fue ciudadano del mundo, la memoria de su peque?o pa¨ªs, la excepci¨®n a la regla en Am¨¦rica Latina por sus instituciones representativas, su amor a la libertad y a la cultura, y por haber representado durante tantos a?os la civilizaci¨®n en un continente que parec¨ªa haber elegido la barbarie. Su gran m¨¦rito fue haber mostrado que esa sociedad que se acercaba a la perfecci¨®n, no era nada perfecta cuando se la exploraba de cerca con el cari?o que a ¨¦l le inspiraban esas gentes que sin saberlo ni propon¨¦rselo construyen un pa¨ªs mediante sus esfuerzos cotidianos. Cuando los j¨®venes revolucionarios llamados tupamaros decidieron que all¨ª tambi¨¦n hac¨ªa falta una revoluci¨®n a la cubana ¡ªel sue?o ideol¨®gico de la ¨¦poca¡ª e introdujeron la violencia, aquel pa¨ªs tolerante desapareci¨® y se convirti¨® en otro pa¨ªs latinoamericano protot¨ªpico, con militares torturadores y revolucionarios terroristas. Uruguay pareci¨® tocar fondo. Menos mal que se ha ido reconstruyendo y vuelve, poco a poco, a parecerse al de los poemas y narraciones de los grandes escritores uruguayos de aquella notable generaci¨®n: Juan Carlos Onetti, Idea Vilari?o, ?ngel Rama, Emir Rodr¨ªguez Monegal, Carlos Real de Az¨²a, Mario Benedetti y tantos otros.
La ¨²ltima vez que nos vimos fue en Buenos Aires. Estaba cenando con unos amigos en una peque?a fonda en la que preparan buenos bifes y alguien me avis¨® que all¨ª estaba tambi¨¦n Benedetti. Fui a saludarlo y lo encontr¨¦ cansado y envejecido. Cambiamos unos recuerdos afectuosos y, a la hora de despedirnos, estoy seguro que, en vez de la mano, nos dimos un abrazo.
Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PA?S, SL, 2019. ? Mario Vargas Llosa, 2019.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.