Rigidez democr¨¢tica
Vemos con cierta envidia la capacidad que ha tenido Portugal para construir un Gobierno de izquierdas que, con sus tensiones, est¨¢ logrando mantenerse y mejorar los est¨¢ndares sociales y de bienestar
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Estamos en pleno proceso de creaci¨®n de un nuevo Gobierno tras el fallido intento de julio. No insistir¨¦ en muchos de los argumentos que se han desplegado para explicar, criticar, justificar lo ocurrido. Tampoco tratar¨¦ de convencer a los distintos actores que tienen en sus manos el superar el bloqueo actual con nuevas razones o propuestas. Mi intenci¨®n es otra. Ir m¨¢s all¨¢ de la (dif¨ªcil) coyuntura actual, para tratar de poner de relieve aspectos estructurales de nuestro sistema democr¨¢tico que no ayudan ahora, y me temo que tampoco en el futuro, para encarar situaciones como las que estamos viviendo.
Otros art¨ªculos del autor
Cualquier analista del sistema pol¨ªtico espa?ol sabe lo importante que sigue siendo la manera como se produjo la transici¨®n entre dictadura y democracia. No solo desde el punto de vista m¨¢s directamente pol¨ªtico (continuidad de dirigentes franquistas en el sistema de partidos) o simb¨®lico (pacto del olvido que evitara el pasar cuentas), sino tambi¨¦n de estructura territorial (art¨ªculo 2 de la Constituci¨®n, que bloquea el reconocimiento de la plurinacionalidad) o de una m¨¢s que notable continuidad pol¨ªtico-administrativa (m¨¢s visible en ciertas pol¨ªticas que en otras, muy clara en la continuidad de las leyes de reforma y de los cuerpos de ¨¦lite heredados de la ¨¦poca de L¨®pez Rod¨®).
En un libro reciente, Robert Fishman (Democratic Practice) muestra no solo las evidentes diferencias en los procesos de cambio democr¨¢tico en Espa?a y en Portugal, sino, sobre todo, los efectos que esa diferencia ha tenido y sigue teniendo en ambos sistemas pol¨ªticos de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica. La cultura pol¨ªtica derivada del proceso de ruptura que se produjo en Portugal tras la rebeli¨®n militar de abril de 1974 implic¨® una disrupci¨®n muy profunda en el modo de operar del Estado lusitano, y, por lo mismo, una explosi¨®n de creatividad necesaria para poner en marcha el nuevo Estado democr¨¢tico. En el caso de Espa?a, la transici¨®n pactada redujo notablemente tanto las potencialidades innovadoras como los m¨¢rgenes de inclusi¨®n pol¨ªtica y situ¨® a los aparatos de Estado (en su sentido m¨¢s amplio) como algo sensiblemente ajeno al cambio democr¨¢tico, que, en cambio, fue mucho m¨¢s visible en funci¨®n de partidos pol¨ªticos y en las esferas de poder subestatal y local.
Nos cuesta negociar Gobiernos de coalici¨®n ya que no tenemos pr¨¢ctica alguna en 40 a?os de democracia
Volvemos ahora a hablar de Portugal, y vemos con cierta envidia la capacidad que han tenido para salir de una situaci¨®n econ¨®mica de colapso e intervenci¨®n, recuperar tono y m¨²sculo productivo y financiero, y construir un Gobierno de izquierdas que, con sus tensiones, est¨¢ logrando mantenerse y mejorar los est¨¢ndares sociales y de bienestar. Vemos ahora su Gobierno monocolor socialista con apoyos parlamentarios de otros partidos de izquierda como algo deseable, pero tendemos a olvidar que en Portugal llevan muchos a?os de experiencia en Gobiernos de coalici¨®n, lo cual no es precisamente algo que nosotros hayamos experimentado a escala estatal.
En efecto, nos cuesta negociar Gobiernos de coalici¨®n, ya que no tenemos pr¨¢ctica alguna de este tenor en 40 a?os de democracia. Y es ah¨ª donde deber¨ªamos preguntarnos si, entre las causas a explorar, no es precisamente la rigidez de un sistema pol¨ªtico cuyos aparatos de Estado ¡ªlo que en otros lugares se ha denominado deep state¡ª se muestran muy poco propicios a dejar entrar a ¡°desconocidos¡± en sus aposentos m¨¢s internos, menos visibles. Sus profesionales se han acostumbrado a servir y tratar solo con los dos grandes partidos que se han ido turnando en la presidencia del Gobierno e incluso han ocupado directamente algunas posiciones ministeriales y directivas en el Ejecutivo. Se habla mucho de la resistencia al cambio por parte de los poderes econ¨®mico-financieros ante las supuestas incertidumbres que implicar¨ªa un eventual Gobierno de coalici¨®n de izquierdas con apoyo, directo o indirecto, de partidos nacionalistas vasco o catal¨¢n. Pero no hay apenas menciones sobre las reticencias y reacciones que este acuerdo de Gobierno puede provocar en los equilibrios internos de las ¨¦lites t¨¦cnico-administrativas o en los aparatos judicial o militar. La sola menci¨®n de que Unidas Podemos pudiera ocupar ciertos ministerios considerados clave desat¨® todo tipo de consideraciones sobre los ¡°l¨ªmites¡± que deber¨ªa tener una eventual coalici¨®n.
No es mi intenci¨®n entrar a considerar cu¨¢les ser¨ªan las mejores f¨®rmulas de Gobierno para evitar la convocatoria forzosa de nuevas elecciones. Pero s¨ª me parece oportuno destacar la excesiva rigidez de un sistema pol¨ªtico que no muestra la cintura y la capacidad de adaptaci¨®n necesaria en momentos como los actuales, en los que la imprevisibilidad y la constante sensaci¨®n de emergencia no declinan adecuadamente con tales limitaciones.
La repetici¨®n del bloqueo para formar Gobierno revela una incapacidad del sistema que erosiona su legitimidad
Deber¨ªamos preguntarnos, m¨¢s all¨¢ de la coyuntura, si las situaciones en las que detectamos falta de aceptaci¨®n de la pluralidad democr¨¢tica, del derecho a disentir, de la comprensible necesidad de mucha gente de saber qu¨¦ ocurri¨® con sus seres queridos en la Guerra Civil o en los a?os de la dictadura franquista, las reacciones de intolerancia ante la diferencia, no muestran algo m¨¢s que problemas circunstanciales o talantes poco democr¨¢ticos de algunos. Y lo mismo podr¨ªa decirse, de manera mucho m¨¢s dram¨¢tica, en relaci¨®n con la forma con que no se quiso responder pol¨ªticamente a las reivindicaciones de reconocimiento de la identidad nacional catalana y c¨®mo se quiso luego zanjar el tema desde una l¨®gica estrictamente judicial. No quiero con ello defender actuaciones de los dirigentes pol¨ªticos de la Generalitat en este periodo, ya que parecen estar afectados por la misma incapacidad que antes mencionaba, sobre todo si analizamos la toma unilateral de decisiones dif¨ªcilmente justificables en oto?o de 2017, cuando la realidad pol¨ªtica catalana es notablemente m¨¢s plural y diversa que la entonces expresada.
La repetici¨®n del bloqueo para formar Gobierno ¡ªrecordemos que lo mismo ocurri¨® despu¨¦s de las elecciones de 2015¡ª no parece ser una incidencia circunstancial. Revela una incapacidad grave del sistema que erosiona su legitimidad y pone en riesgo su subsistencia al no saber adaptarse a exigencias nuevas del contexto. Sin negar que vivimos en democracia, necesitamos avanzar hacia maneras m¨¢s permeables e inclusivas de entender el ejercicio de esa democracia. Ello nos evitar¨ªa estar aludiendo constantemente a la falta de democracia de unos y otros, y nos permitir¨ªa quiz¨¢s reducir la carga pasional con que se abordan cuestiones como la formaci¨®n de Gobiernos de coalici¨®n, que, lejos de ser excepcionales, son cada vez m¨¢s la forma natural de construir capacidades de gobierno desde la pluralidad y la aceptaci¨®n del distinto.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica en la Universidad Aut¨®noma de Barcelona.
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