Cr¨ªmenes de Oxford
Pol¨ªticos como Trump o Johnson no han medrado a pesar de sus insolencias y burlas racistas, sino gracias a ellas
Como en tantos libros y pel¨ªculas, el secreto de la misteriosa crisis de la democracia occidental estaba en Oxford. Oculto entre sus fr¨ªos muros de piedra como una g¨¢rgola emparedada, revoloteando entre las inacabables estanter¨ªas de sus bibliotecas como una mariposa fantasmal. Porque es en universidades como Oxford donde estudiaron los ejecutores materiales del crimen populista contra nuestra democracia, como Boris Johnson. All¨ª aprendieron la ret¨®rica sofista que les ha permitido fabricar fake news tan delirantes como que la salida de la UE enriquecer¨ªa a los brit¨¢nicos.
En instituciones elitistas como Oxford confluyen, por un lado, la petulancia de unos ni?os bien que, tras haber pasado con brillantez por varios colegios prestigiosos, levantan con la misma celeridad las pintas de cerveza que los argumentos provocadores. Y, por el otro lado, la soberbia de un sistema de examinaci¨®n acad¨¦mica que no premia la repetici¨®n memor¨ªstica, sino la originalidad. Esta forma de evaluar esculpe a genios, de Tony Blair a incontables l¨ªderes globales en todos los campos. Pero, como apuntan algunas voces, este sistema puede tambi¨¦n favorecer a charlatanes como Boris Johnson, capaces de decorar efectistamente los argumentos m¨¢s sediciosos.
Los groseros de guante blanco hieren la convivencia democr¨¢tica con sus lenguas afiladas. Pero no son los ¨²nicos autores intelectuales de la deriva irracional de nuestras sociedades. Los pol¨ªticos payasos, de Trump a Johnson, salen a escena cuando la audiencia ha sido ya sugestionada por unos artistas menos c¨¦lebres: los protectores de la moralina p¨²blica. Son los j¨®venes estudiantes quita-estrados que, de California a la Aut¨®noma de Barcelona, boicotean a los conferenciantes, o los cantantes, que se salen de las opiniones respetables. Pero tambi¨¦n los venerables togados que solicitan penas de c¨¢rcel por canciones de rap o chistes en las redes sociales. Unos chistes tan despreciables que, precisamente por eso, no necesitamos que la acci¨®n p¨²blica los castigue.
Cansados de lo pol¨ªticamente correcto, muchos ciudadanos se sienten irremediablemente atra¨ªdos por el perfil opuesto. As¨ª que, pol¨ªticos como Trump o Johnson no han medrado a pesar de sus insolencias y burlas racistas, sino gracias a ellas. Porque en Oxford o en Twitter, ning¨²n truco m¨¢gico cautiva m¨¢s que lo prohibido. @VictorLapuente
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