Esperma
Mis amigas suelen decir que los hombres somos una subespecie, y tal vez tengan raz¨®n
Aprovechemos el principio de curso para reflexionar sobre Gengis Jan, el guerrero que unific¨® a las tribus mongolas en el ocaso del siglo XII, el conquistador que fund¨® el mayor imperio de la historia y el Homo sapiens que disemin¨® su cromosoma Y por media Asia, hasta el punto de que lo ha transmitido intacto a 16 millones de hombres vivos actualmente. Como aspersor de esperma, hay que reconocer que Gengis Jan no tiene comparaci¨®n, aunque es preciso a?adir en nombre de la justicia hist¨®rica que sus hermanos, primos, sobrinos y nietos llevaban el mismo cromosoma Y que ¨¦l, aliviando as¨ª su agobio por el d¨¦bito conyugal, o de otro tipo, al que le obligaba la historia.
Los genetistas saben hoy que el caso aspersor no es una patente ¨²nica del guerrero mongol, porque han identificado a otros 10 hombres que desperdigaron su cromosoma Y con tal liberalidad que, al igual que con Gengis Jan, la secuencia se puede encontrar a¨²n en millones de personas vivas. Cabe preguntarse qui¨¦nes eran esos emuladores del Jan, y algunas pistas apuntan a Giocangga, un gobernante de la dinast¨ªa Qing del siglo XVII, la ¨²ltima dinast¨ªa imperial de China. Sobre los otros nueve no hay ni un indicio. ?Qui¨¦nes fueron esos hombres que diseminaron su esperma con tal ¨¦xito que media Asia se puede considerar ahora su heredera? Quiz¨¢ no lo sepamos nunca. ?Y qu¨¦ importancia puede tener? Sobre esto, al menos, podemos especular apoy¨¢ndonos en datos muy recientes.
Tomemos el caso del financiero visionario Jeffrey Epstein, muerto en agosto y ca¨ªdo en desgracia por acusaciones de tr¨¢fico sexual. Epstein se cre¨ªa obligado, qui¨¦n sabe por qu¨¦ desequilibrio mental o deformaci¨®n monstruosa de la realidad, a diseminar su esperma por el mundo para mejorar la especie humana. Cuesta ver, sobre todo ahora, en qu¨¦ podr¨ªa mejorar a nuestra especie el ADN de ese lun¨¢tico, pero el caso es que su enorme rancho de Nuevo M¨¦xico estaba dedicado, al menos en parte, a inseminar al mayor n¨²mero de mujeres posible, incluidas las de 14 a?os, tal vez porque sean las m¨¢s f¨¦rtiles. Otro financiero con ganas de impresiones fuertes, Nova Spivak, envi¨® muestras de su propio ADN a la Luna en la misi¨®n israel¨ª Beresheet. El cohete se estrell¨® contra el suelo lunar, para desgracia de los herederos c¨®smicos de Spivak.
Otra historia investigada en agosto por The New York Times revela que cientos o miles de personas han descubierto, al someterse a pruebas rutinarias de ADN, que no son hijas biol¨®gicas de sus supuestos padres, sino de los m¨¦dicos que las ayudaron con tratamientos de fertilizaci¨®n in vitro. Las ayudaron de m¨¢s de una manera, o eso cre¨ªan los m¨¦dicos. No hubo relaciones sexuales, ni consentidas ni forzadas. Solo un donante de esperma no solicitado. ?Qu¨¦ puede llevar a un m¨¦dico a hacer esto? Las explicaciones convencionales sobre la urgencia sexual de los hombres no sirven en este caso. La urgencia aqu¨ª pertenece m¨¢s bien al modelo Gengis Jan, dirigida a diseminar el cromosoma Y por la poblaci¨®n humana. Es un fen¨®meno notable.
Mis amigas suelen decir que los hombres somos una subespecie, y tal vez tengan raz¨®n. Nuestro cromosoma Y no es, en el fondo, m¨¢s que un cromosoma X que ha perdido casi todos sus genes, y solo ha conservado los estrictamente necesarios para desarrollar los test¨ªculos. Pero estas gl¨¢ndulas producen testosterona como si no hubiera un ma?ana, y por lo visto tienden a dejarlo todo perdido de esperma.
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