Inolvidable
Con Harry Lime, Orson Welles, sin la truculencia de otras interpretaciones, crea un malvado insuperable, con crueldad de ni?o consentido y perversidad de viejo demonio
Ni en cine ni en ning¨²n otro arte existe la obra maestra perfecta para todos, pero s¨ª la hay para cada uno, en su irrepetible personalidad de aficionado. Para m¨ª es El tercer hombre,de Carol Reed (1949). Hace poco la pusieron en La 2 y volv¨ª a verla a pesar de que la recuerdo no ya como una pel¨ªcula vista 100 veces, sino como un acontecimiento imborrable de mi vida, como el primer coito semiclandestino en casa de un amigo emancipado o la ma?ana que me presentaron a Borges. Con todo detalle. Es impecable de principio a fin en cada gesto de sus int¨¦rpretes (con secundarios que considero amigos personales, como Bernard Lee o Wilfrid Hyde-White, que luego muri¨® en un asilo californiano del que se escapaba a veces para ir al hip¨®dromo). Y el entra?able Trevor Howard, el noble Joseph Cotten, la altiva y secretamente entregada Alida Valli... Tambi¨¦n naturalmente el argumento, que no est¨¢ basado en una novela de Graham Greene como suele decirse: es un guion original de Greene, que despu¨¦s convirti¨® en una novela... en la que por cierto cambi¨® el final y no para mejor.
Y claro, el tercer hombre: Harry Lime. Orson Welles, sin la truculencia de otras interpretaciones, crea un malvado insuperable, con crueldad de ni?o consentido y perversidad de viejo demonio. No es un malo simp¨¢tico sino algo peor: incapaz de sentir amistad por nadie, ni mucho menos amor, despierta amistad y amor que manipula sin escr¨²pulos. Eso es lo terrible: que lo m¨¢s repulsivo no siempre repele, que los buenos sentimientos pueden ser ciegos mientras los peores saben lo que quieren. Rey de las cloacas, hasta muerto sigue causando perjuicio moral a quien nos venga mat¨¢ndole. Y ella, a pesar de todo, pasa de largo...
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