Robots cotizando a la Seguridad Social
La irrupci¨®n de la inteligencia artificial en los procesos de producci¨®n plantea interrogantes y situaciones para los que no conviene seguir aferrados a normas laborales del pasado
Dice Irmgard N¨¹bler, economista de la OIT, que los tiempos de grandes cambios necesitan aprendizajes colectivos para que las sociedades y las econom¨ªas puedan transformarse. Las artes, la filosof¨ªa, la ideolog¨ªa o, en general, las nuevas ideas sobre los nuevos tiempos siempre han circundado los avances tecnol¨®gicos y han generado contextos culturales y de valores sobre los que se han ido asentando despu¨¦s los propios modelos econ¨®micos. Lo mismo sucede con los conceptos jur¨ªdicos, que antes o despu¨¦s trasladan a la ley (a veces para apoyarlos, a veces para reprimirlos, a veces para conjurar sus efectos m¨¢s indeseables) las ideas y fen¨®menos que crepitan en la propia sociedad.
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Es esto lo que hoy est¨¢ sucediendo en relaci¨®n con los efectos de la revoluci¨®n tecnol¨®gica sobre el mundo del trabajo, que est¨¢ tambi¨¦n produciendo un semillero de nuevas ideas sobre c¨®mo afrontar los desaf¨ªos que tenemos por delante en este ¨¢mbito. El hecho, por poner el primer ejemplo, de que decisiones empresariales como la contrataci¨®n o el despido de trabajadores puedan ser adoptadas mediante inteligencia artificial nos est¨¢ haciendo preguntarnos si nuestro jefe no terminar¨¢ siendo un algoritmo y, lo que es m¨¢s importante, cu¨¢l es la responsabilidad que debe adjudicarse a la empresa por la adopci¨®n de decisiones que no toma ella sino sus algoritmos. A partir de ah¨ª empieza el proceso de construcci¨®n de las respuestas, como cuando se sugiere que el propio algoritmo debe ser objeto de negociaci¨®n colectiva. ?Se imaginan ustedes que hace apenas dos a?os alguien hubiera dicho que en una ronda de negociaciones entre empresarios y trabajadores debiera hablarse de algoritmos? Pues hoy es una propuesta que cotiza al alza.
La perdida de empleo para los humanos no derivar¨ªa en una p¨¦rdida de ingresos para la Seguridad Social
Algo semejante sucede con la personalidad jur¨ªdica de los robots. Una propuesta que de partida chirr¨ªa porque es dif¨ªcil imaginar que un robot, por muy androide que sea, tenga personalidad jur¨ªdica y, por tanto, le sean imputables obligaciones y derechos. Es una ficci¨®n jur¨ªdica, claro. Como lo fue en su d¨ªa atribuir personalidad jur¨ªdica a una empresa, con la finalidad de limitar la responsabilidad patrimonial de los accionistas o part¨ªcipes de ella. Pero una ficci¨®n jur¨ªdica que cobra cada vez m¨¢s sentido, si tenemos en cuenta que el avance de la inteligencia artificial y el Machine Learning puede hacer que los robots que los llevan incorporados se vuelvan aut¨®nomos e impredecibles en su actuaci¨®n y, entonces, ?qui¨¦n responde, por ejemplo, de un accidente de trabajo que hayan podido causar ese robot?
Las recomendaciones del Parlamento europeo a la Comisi¨®n de normas de Derecho civil sobre rob¨®tica (2017), entre las que se encuentra esta de dotar de personalidad jur¨ªdica a los robots, nos dicen que, a efectos de responsabilidad por los da?os causados, no deber¨ªamos confundir ¡°las competencias adquiridas a trav¨¦s de la formaci¨®n del robot¡± de aquellas otras ¡°estrictamente dependientes de su capacidad de aprender de modo aut¨®nomo¡±, respondiendo el propio robot de estas ¨²ltimas. Sin embargo, el sindicato mundial UNI Global Union defiende justamente lo contrario, que la responsabilidad de los robots le sea exclusivamente atribuida a los humanos y, m¨¢s en particular, al empresario. En qu¨¦ quedar¨¢ todo esto, al final no lo sabemos, pero ?se imaginan ustedes hace apenas dos a?os debatiendo sobre la limitaci¨®n de la responsabilidad de la empresa en un accidente de trabajo, porque la culpa la tiene el robot que actu¨® de modo impredecible?
Son necesarias instituciones que sirvan para una distribuci¨®n de la riqueza que genera la econom¨ªa del dato
Las preocupaciones sobre el empleo y su correlato en la protecci¨®n social est¨¢n tambi¨¦n generando debates impensables hasta hace muy poco tiempo. El miedo a que las p¨¦rdidas de empleo producidas por el avance de la tecnolog¨ªa pongan en peligro la sostenibilidad econ¨®mica de la Seguridad Social ha hecho crecer la idea de que los robots deban pagar cotizaciones sociales. La idea ha sido expresada por el propio Bill Gates y abrazada en Espa?a por el sindicato UGT. La l¨®gica que hay detr¨¢s de ella es aparentemente sencilla: si se pagan cotizaciones sociales por los trabajadores para sostener el sistema de Seguridad Social, cuando estos son sustituidos por robots, deben pagarse igualmente cotizaciones sociales por ellos. De este modo, la perdida de empleo para los humanos no derivar¨ªa en una p¨¦rdida de ingresos para la Seguridad Social y podr¨ªan seguirse pagando las pensiones ahora y en el futuro, aunque haya muchos menos humanos trabajando. Olvida esta l¨®gica que, aunque atemperado por el principio de solidaridad, las cotizaciones sociales de cada trabajador van comput¨¢ndose a efectos del pago de su pensi¨®n y que, en caso de que cotizaran los robots, no habr¨ªa a qui¨¦n imputar estas cotizaciones, dado que los robots no enferman o se jubilan. Ello acerca m¨¢s la idea al pago de un impuesto que de una cotizaci¨®n pero, en todo caso, ?alguien habr¨ªa imaginado hace dos o tres a?os que hoy estar¨ªamos hablando de c¨®mo hacer que coticen a la Seguridad Social los robots?
La ¨²ltima idea que quiero destacar es la de hacer que la producci¨®n de datos sea considerada un trabajo. Ello significar¨ªa que cada vez que nos conectamos a Google, Facebook o Twitter y las proveemos (muchas veces sin ser conscientes de ello) de nuestros datos (una foto, una b¨²squeda de hotel, un like a las declaraciones de alguien), que luego ellas almacenan, analizan y utilizan para entrenar algoritmos y desarrollar inteligencia artificial estar¨ªamos trabajando y, por ello, deber¨ªamos recibir una remuneraci¨®n a cambio de nuestros datos. Es la idea que han expresado Eric Posner y Glen Weyl en su libro Radical Markets, donde hacen incluso un llamamiento a crear sindicatos mundiales de trabajadores de datos para contrarrestar el poder de monopsonio que tienen estas empresas.
Tras ello laten dos desaf¨ªos a los que hoy nos enfrentamos: crear fuentes de trabajo humano, si el que desarroll¨¢bamos hasta ahora va a ser realizado por las m¨¢quinas, y los datos que producimos pueden ser esa fuente; crear instituciones que sirvan para una distribuci¨®n m¨¢s equitativa de la riqueza que genera la econom¨ªa del dato (cerca de 60.000 millones de euros en la Uni¨®n Europea), y remunerar los datos que producimos como un trabajo puede contribuir a ello. En lugar de intercambiar fuerza de trabajo por salario, se intercambiar¨ªa producci¨®n de datos por remuneraci¨®n. La idea no es tan extra?a si pensamos que ya hoy los ¡°mineros¡± de Bitcoin perciben una retribuci¨®n por cada transacci¨®n que certifican y enganchan a blokchain o que recientemente hemos conocido que los youtubers han creado un sindicato para reclamar transparencia en los algoritmos que posicionan sus v¨ªdeos y m¨¢s respeto para sus derechos de autor.
Son ideas nuevas para afrontar fen¨®menos nuevos. Y no deber¨ªamos despacharlas pensando que ya tenemos todas las respuestas con nuestros conceptos e instituciones sobre el trabajo y el empleo de siempre, sino abrir una gran conversaci¨®n sobre ellas para ver hasta qu¨¦ punto son ¨²tiles o hasta qu¨¦ punto esconden alguna debilidad. En lugar de ello, en algunos debates sobre normas laborales bien parece que seguimos aferrados al pasado.
Luz Rodr¨ªguez es profesora de Derecho del Trabajo en la UCLM.
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