La comedia de enredo de la investidura
Por m¨¢s que la liturgia con el Rey haya puesto algo de orden, ya parece impensable un desenlace racional
La comedia es tragedia m¨¢s tiempo, seg¨²n la espl¨¦ndida definici¨®n que ¡ªsi mal no recuerdo¡ª Woody Allen hac¨ªa decir a Alan Alda en Delitos y faltas. Todo lo dram¨¢tico, con el tiempo, acaba por prestarse a la mirada c¨®mica. La investidura no escapa a la regla y a estas alturas, despu¨¦s de tantos d¨ªas vac¨ªos o vaciados en nader¨ªas, es muy dif¨ªcil ver con seriedad las maniobras para la gobernabilidad de Espa?a en lugar de una comedia de enredo, cada vez m¨¢s disparatada a medida que se aceleran los minutos finales, mientras los protagonistas van pasando por palacio para dar al Rey una versi¨®n insostenible con lo que ellos mismos hacen ante la ciudadan¨ªa.
S¨¢nchez ha jugado precisamente con el tiempo. Fundamentalmente. No es que se despreocupara de hacer una negociaci¨®n a la alemana, invitando a sus socios a una mesa en la que debatir, punto por? punto, exhaustivamente, los espacios de consenso con los que configurar una hoja de ruta de cientos de folios. Sencillamente S¨¢nchez ha preferido que el tiempo pudriera la situaci¨®n y eso le deparase un escenario propicio. Los incentivos para repetir son notorios, de ah¨ª el aire inevitablemente hilarante con que se le oye negar que quiera elecciones, o que ya cumple todo lo que quieren sus socios potenciales. Aunque se pueda entender su motivaci¨®n, la cosa es as¨ª: el ¨²nico candidato con aritm¨¦tica para sumar una mayor¨ªa con la que gobernar no quiere gobernar sumando una mayor¨ªa con esa aritm¨¦tica. Y en nombre de la estabilidad. Todo demasiado descacharrante.
Rivera ha protagonizado el ¨²ltimo golpe de efecto, aunque sea ese cl¨¢sico golpe de efecto en la comedia que no logra enga?ar a nadie, salvo quiz¨¢ a quien lo protagoniza. Al verse al final del proceso con una hoja de ruta abocada al abismo en las urnas, de repente se ha desdicho de toda su ret¨®rica tremendista sobre ¡°la banda de S¨¢nchez¡ el hombre que dio a Torra la llave de Espa?a¡± y ha hecho una oferta. Un tiempo atr¨¢s, incluso con motivo de la investidura de Navarra, hubiese tenido cierto sentido; ahora parece demasiado tarde. Es demasiado evidente que Ciudadanos ha cedido el espacio central y que la estrategia de S¨¢nchez ha ido encaminada a ocupar este eficazmente. Una reacci¨®n tan tard¨ªa solo expresa desesperaci¨®n, como le sucede a Iglesias pidiendo al Rey, desde su republicanismo, que borbonee m¨¢s all¨¢ de los l¨ªmites constitucionales. Claro que, como sosten¨ªa Christopher Fry, la desesperaci¨®n es material de primera para la comedia.
El enredo de la situaci¨®n se presta a golpes de efecto fuera de control, entrecomillados y papeles invertidos. De repente Iglesias le pide al Rey que asuma las funciones de S¨¢nchez como negociador y, a la vez, S¨¢nchez asume las funciones del Rey haciendo consultas. Por cualquier lado aparece Vox hablando del ¡°tricentrito¡± o Rufi¨¢n celebrando el ¨¦xito de Espa?a. Por m¨¢s que la liturgia con el Rey haya puesto algo de orden, ya parece impensable un desenlace racional.
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