Hablar de pol¨ªtica y no de pol¨ªticos
Es necesario que exista un espacio institucional hospitalario donde sea posible crecer con cohesi¨®n y eficiencia. En la actualidad parece dif¨ªcil que la discusi¨®n se centre en los objetivos y no en los nombres
La pol¨ªtica se puede entender de muchas formas, pero solo en una podr¨ªamos alcanzar la unanimidad: la pol¨ªtica como actividad que hace la convivencia m¨¢s c¨®moda y segura; la que, en expresi¨®n de Martha C. Nussbaum, crea ¡°un ambiente facilitador¡± para encontrar soluciones a los problemas. Hoy no parece que ¨¦ste sea el caso. La pol¨ªtica se ha convertido, recordemos a Ferlosio, en una t¨¦cnica para ¡°ali?arse un buen enemigo¡±, alentada por una prensa cada vez m¨¢s militante y propiciada por unas redes especializadas en el insulto y en la transmisi¨®n del odio. No es, pues, ociosa la pregunta que formul¨¢bamos al principio. ?Se puede? Parece improbable que, en el actual estado de ¨¢nimo (o de des¨¢nimo) de votaci¨®n inacabada, se consiga hablar de algo distinto a Pedros, Pablos, Albertos o incluso ??igos. Pero, aun as¨ª, poderse se puede y deber¨ªamos confiar en que la pol¨ªtica se baje del p¨²lpito, descargue menos adrenalina, cambie la imagen por la palabra, reniegue del fulanismo, y se vuelva ¡ªde verdad que no pasa nada¡ª un poquito menos emocionante, y hasta un poquito m¨¢s aburrida, que tampoco pasa nada, aunque nos encontremos con algunos reyes que andan desnudos: aprender¨ªamos as¨ª a conocer mejor al personaje, pero tambi¨¦n a escucharnos, a domesticar los odios y a convivir.
Hablar de pol¨ªtica y no de pol¨ªticos exigir¨¢ pasar del ¡°yo, m¨ª, me, conmigo¡± al ¡°vosotros, ustedes y ellos¡±, algo que puede resultar poco emocionante, pero para emociones ya tenemos muchas series televisivas e incluso partidos del siglo cada semana. Obligar¨¢ a ir de la poes¨ªa a la aritm¨¦tica y desmenuzar qu¨¦ y c¨®mo hacer para resolver problemas y, sobre todo, cu¨¢nto nos costar¨¢ y estamos dispuestos a pagar, porque es sabido que ¡°no hay ganancia sin substancia¡± y para poder dar hay que tener. Interesa, pues, que se nos diga c¨®mo crecer y c¨®mo conseguir que ese crecimiento sea soportable, lo que exigir¨¢ tener alg¨²n tipo de opini¨®n y de mensaje hacia aquellos que pueden protagonizar ese crecimiento: los empresarios que son y los que quieren serlo. Es decir, los que a¨²n no se han atrevido a iniciar actividades econ¨®micas innovadoras y los que lo hicieron hace tiempo y contin¨²an haci¨¦ndolo. Aplicar, en definitiva, el viejo consejo de Willy Brandt: ¡°Hay que cuidar a las ovejas, y con mimo, as¨ª cada a?o esquilamos m¨¢s lana¡±. Nuestro tejido empresarial es fr¨¢gil y vaporoso. Contamos con un mill¨®n y medio de empresas, el 95% de las cuales cuentan con menos de cinco trabajadores y solo el 0,3% con m¨¢s de 250. Y tenemos, adem¨¢s, unos cuatro millones de aut¨®nomos. Esto es lo que hay y el dato mueve a la reflexi¨®n y obliga a echar tiempo para ocuparse de mejorar nuestra base empresarial o, al menos, para facilitar su mejora, no solo en el tama?o de las plantas sino, sobre todo, en su capacidad de ganar mercados y c¨®mo financiarlas.
Hay que desmenuzar qu¨¦ y c¨®mo hacer para resolver problemas y cu¨¢nto estamos dispuestos a pagar
Todo esto nos lleva al factor estrat¨¦gico, tantas veces proclamado pero nunca suficientemente atendido: el capital humano. Sabemos que estamos embarcados hacia un futuro incierto, pero tambi¨¦n sabemos ¡ªy sin ning¨²n g¨¦nero de dudas¡ª que cuanto m¨¢s listos seamos, mejor nos ir¨¢; que la riqueza principal de toda naci¨®n es la inteligencia y capacitaci¨®n de sus ciudadanos; es decir, la educaci¨®n, la formaci¨®n, el conocimiento¡ Y aqu¨ª el papel de la pol¨ªtica es fundamental. No decimos nada que no se haya dicho antes, incluso insistentemente, pero es esta insistencia la que impedir¨¢ que bajemos la guardia en esta ¡°dram¨¢tica persecuci¨®n de lo obvio¡±. Gastar en educaci¨®n es una inversi¨®n que los Presupuestos convierten lamentablemente en gasto corriente. Cambiemos el criterio.
Y a partir de aqu¨ª empieza la tarea de gestionar el bienestar, domesticar los miedos, asegurar una convivencia segura y amable, y no abandonar al que cae o queda atr¨¢s. Llegamos as¨ª a la sanidad, a las pensiones, a la educaci¨®n, a la dependencia, a la vivienda¡ Pol¨ªticas, todas ellas, que est¨¢n en el mandato preferente (el T¨ªtulo?I) de la Constituci¨®n. Eso s¨ª, hagamos un par de advertencias que seguro que no hacen da?o. La primera, Espa?a no est¨¢ en la indigencia social: su red protectora, en primer lugar, existe y, en segundo lugar, funciona razonablemente bien. Sin duda que hay que mejorar, pero para mejorar es imprescindible apreciar, porque, dec¨ªa Popper: ¡°Los sistemas que no se aprecian se deprecian¡±. Solo un ejemplo: escuchamos a diario cr¨ªticas aceradas a nuestro sistema de pensiones y vemos, tambi¨¦n a diario, manifestaciones exigiendo ¡°pensiones dignas¡±. Pues bien, en Espa?a el riesgo de pobreza y exclusi¨®n social de las personas mayores (¨ªndice Arope) es del 14,4% (10 puntos menos que el ¨ªndice general), en el Reino Unido del 18%, en Alemania del 18,3% y en B¨¦lgica del 16,4%. ?A que nunca habr¨¢n o¨ªdo este tipo de cosas? Y segunda advertencia: no se puede gastar m¨¢s de lo que se quiere aportar. Entramos aqu¨ª en la coherencia financiera de los sistemas, en la fiscalidad y sus tres requisitos cl¨¢sicos: equidad en el sacrificio, suficiencia social y eficiencia econ¨®mica.
Es importante saber que para que haya bienestar resulta imprescindible que haya Estado
Si hablamos del Estado de bienestar es importante saber que para que haya bienestar es imprescindible que haya Estado. No hay mayor ruina econ¨®mica para un pa¨ªs que despreciar las leyes, hasta llegar a incumplirlas, sin antes sustituirlas o desacreditar las instituciones. Lo recuerdan Acemoglu y Robinson, aunque esto nos viene de los cl¨¢sicos: ¡°Para un pa¨ªs son m¨¢s importantes sus instituciones que sus materias primas¡±, dec¨ªa Adam Smith. E incluso, mucho antes, Her¨¢clito exhortaba a sus conciudadanos a ¡°defender la ley como sus murallas¡±. De nuevo, lo obvio. F¨ªjense ustedes que la Constituci¨®n de 1978 se inaugura con la declaraci¨®n del Estado social y democr¨¢tico de derecho, algo esencial para la convivencia, para la estabilidad y para la predictibilidad. O, visto en su dimensi¨®n econ¨®mica, para ¡°el c¨¢lculo racional de los costes y beneficios¡± (Max Weber). Hablar de pol¨ªtica ser¨¢ tambi¨¦n, y sobre todo, hablar del ¡°reforzamiento institucional¡±, reafirmar el Estado de derecho y las instituciones; esto es, corregir todo aquello que repercuta en una posible ligereza institucional de Espa?a, una cuesti¨®n condicionada, sin duda, por Catalu?a, pero que incluye, tambi¨¦n, la coordinaci¨®n institucional, la lealtad institucional, los mecanismos de cooperaci¨®n, la efectividad de los sistemas de codecisi¨®n, los procesos de reformas institucionales, etc¨¦tera. Hablamos de un objetivo pol¨ªtico de primer orden.
En definitiva, de lo que se trata es de crecer y de crecer bien, y de hacerlo en un espacio institucionalmente hospitalario. Cohesi¨®n y eficiencia. Hablemos de estas cosas con tranquilidad, argumentos y, si se puede, sin odio y con humor. Como dec¨ªa la inolvidable Carmen Alborch, la sonrisa es la distancia m¨¢s corta entre dos personas.
Marcos Pe?a fue presidente del Consejo Econ¨®mico y Social y Jos¨¦ Antonio Gri?¨¢n fue presidente de la Junta de Andaluc¨ªa.
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