El momento Medusa
No sabemos explicarnos c¨®mo durante tanto tiempo un poder auton¨®mico ha podido burlarse de la ley, educar en el odio y hacer un uso brutalmente faccional de las instituciones
Durante los a?os de eclosi¨®n del separatismo en Catalu?a, sus principales predicadores gastaron quilates de elocuencia en convencernos de que est¨¢bamos ante un movimiento pac¨ªfico, tolerante, europe¨ªsta y, sobre todo, c¨ªvico, muy c¨ªvico. ¡°C¨ªvico¡± es en realidad la palabra preferida, de uso obsesivo, del complejo pol¨ªtico-medi¨¢tico del nacionalismo catal¨¢n. Cuando hace a?os empec¨¦ a leer las cr¨®nicas de la prensa catalana me la encontraba por todas partes. Sant Jordi era c¨ªvico. La Diada era c¨ªvica. El juego del Bar?a era c¨ªvico. Cualquier cosa en la que el catalanismo estuviera metido era c¨ªvica. No hac¨ªa falta ser Freud para detectar ah¨ª el mecanismo psicol¨®gico de la sobrecompensaci¨®n, el s¨ªntoma de un deseo reprimido: el de ser inc¨ªvico alg¨²n d¨ªa. Bastaba el refranero: dime de qu¨¦ presumes y te dir¨¦ de qu¨¦ careces.
Naturalmente, la pulsi¨®n que anima a levantar una frontera pol¨ªtica donde no la hay es lo contrario que c¨ªvica: es tribal. No pasa nada. Todos estamos sometidos a esas pulsiones at¨¢vicas, que gestionamos como podemos. El problema surge cuando una beat¨ªfica autorepresentaci¨®n nos impide siquiera figurarnos que tenemos un problema. La semana pasada, fea y violenta, asest¨® un duro golpe a la autoimagen que se hace de s¨ª el independentismo. Una minor¨ªa chunga les chafaba el relato. Pero esa minor¨ªa ¡ªaceptamos que lo es¡ª solo est¨¢ siendo consecuente con la f¨¢bula que les han contado: si es cierto que viven en una dictadura que oprime al pueblo y encarcela por motivos ideol¨®gicos, lo normal, lo esperable, lo exigible incluso, es salir a quemar cosas. De modo que la minor¨ªa violenta es hechura de la mayor¨ªa complaciente. El nacionalismo catal¨¢n, por as¨ª decir, est¨¢ saliendo de su momento Narciso para entrar en su momento Medusa, el monstruo con el rostro erizado de serpientes que habitaba oculto en la gruta de la conciencia. Y es el bru?ido escudo de los polic¨ªas que salvaguardan el orden el que le devuelve su mirada tribal, ego¨ªsta e inc¨ªvica. Una mirada que petrifica, lo que explica que tanto predicador se haya quedado callado de repente.
Precisamente del mito de la Medusa deriva el franc¨¦s un verbo para captar esa sensaci¨®n de pasmo espantado: m¨¦duser. Pero no solo el nacionalismo catal¨¢n anda medusado estos d¨ªas. Menudea tambi¨¦n en el resto de Espa?a el comentarista patidifuso que no se atreve a hablar sin per¨ªfrasis. Porque son muchos quienes se creyeron la novela hagiogr¨¢fica del independentismo: c¨ªvico, pac¨ªfico y cargado de leg¨ªtimas razones. En realidad, medusados andamos todos: no sabemos explicarnos c¨®mo durante tanto tiempo un poder auton¨®mico ha podido burlarse de la ley, educar en el odio y hacer un uso brutalmente faccional de las instituciones, en abierto desprecio de los catalanes que no desean separarse de Espa?a. Y sentimos que, al contrario que al Perseo de la leyenda, a nosotros ya no nos servir¨¢ de nada no mirar de frente.
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