?Tiene la democracia fecha de caducidad?
Frente al capitalismo estadounidense, capaz de producir riqueza, pero con inequidad, y al modelo chino, la Uni¨®n Europea e Iberoam¨¦rica deben seguir apostando en serio por el crecimiento con equidad
Desde hace algunos a?os el mundo acad¨¦mico inunda las librer¨ªas y plataformas con t¨ªtulos inquietantes, que auguran un mal futuro a la democracia. Contra la democracia (Brennan), C¨®mo mueren las democracias (Levitsky y Ziblatt) o El pueblo contra la democracia (Mounk) son algunos de ellos y todos convienen en alertar sobre una posible defunci¨®n de la democracia como episodio ¨²ltimo de una historia que empez¨® a mediados del siglo pasado. Tras las dos guerras mundiales se gener¨® un amplio consenso acerca de la superioridad de la democracia sobre cualquier otra forma de gobierno, consenso que no hizo sino reforzarse desde los a?os setenta al hilo de lo que Huntington ha llamado la tercera ola de la democratizaci¨®n. Pero en el cambio de siglo empez¨® a producirse una recesi¨®n, que, seg¨²n Diamond, consistir¨ªa en que se congela el n¨²mero de nuevas democracias, disminuye la calidad de las democracias en algunos de los pa¨ªses emergentes como democr¨¢ticos, dando paso a nuevas formas de autoritarismo, y decrece la calidad democr¨¢tica incluso en los pa¨ªses tradicionalmente democr¨¢ticos.
El ¨ªndice de calidad de la democracia de The Economist 2018 arroja datos poco alentadores como los siguientes: de los 167 pa¨ªses analizados, 20 son democracias plenas, 55 son democracias imperfectas, 39 son reg¨ªmenes h¨ªbridos y 53 son pa¨ªses autoritarios. De donde se sigue que el 43% de los pa¨ªses son democracias defectuosas y s¨®lo el 5% de la humanidad vive en democracias plenas. Por si faltara poco, estudios como la Encuesta Mundial de Valores descubren un aumento del n¨²mero de ciudadanos que da por bueno tener ¡°un l¨ªder fuerte, que no moleste con Parlamentos o elecciones¡±, un Gobierno autoritario y expertos no elegidos, incluso est¨¢n dispuestos a aceptar un Gobierno militar y a no respetar las normas democr¨¢ticas. El af¨¢n de seguridad ser¨ªa entonces un signo de los nuevos tiempos.
De todo ello se suele extraer un diagn¨®stico, ya generalizado: la democracia puede morir, y no por golpes de Estado, sino por depauperaci¨®n y degradaci¨®n silenciosas. Si en 1996 Linz y Stepan apuntaban que la estabilidad de la democracia liberal se ha debido en gran parte a su habilidad para persuadir a los votantes de sus ventajas, de que es ¡°el ¨²nico juego de la ciudad¡±, suceder¨ªa ahora que hay m¨¢s juegos en competencia y la democracia ha perdido su atractivo. Pero ?es verdad esto?
La democracia puede morir, y no por golpes de estado, sino por depauperaci¨®n y degradaci¨®n silenciosas
Evidentemente, la respuesta debe darse en cada contexto y en cada pa¨ªs, y en el caso de Espa?a no es as¨ª. Y no s¨®lo porque es una democracia plena, en la que se respetan los derechos civiles y pol¨ªticos, sino tambi¨¦n porque el conjunto de la ciudadan¨ªa no cuestiona el valor de la democracia como forma de organizaci¨®n pol¨ªtica. Lo que ocurre, sin embargo, es que aumenta la desafecci¨®n hacia la pol¨ªtica por dos razones al menos: porque no satisface las expectativas leg¨ªtimas de la ciudadan¨ªa y porque los partidos pol¨ªticos no merecen confianza. El problema es de credibilidad de la pol¨ªtica existente, no de legitimidad del sistema. ?Qu¨¦ hacer?
Como primera providencia, mantener los pilares b¨¢sicos de la democracia liberal, es decir, el imperio de la ley, la separaci¨®n de poderes y las elecciones regulares desde el marco de un Estado constitucional de derecho. Pero tambi¨¦n fortalecer los pilares del Estado social de derecho, de ese Estado de justicia, que protege los derechos civiles y pol¨ªticos, pero tambi¨¦n los econ¨®micos, sociales y culturales. Ciertamente, la democracia es s¨®lo una forma de r¨¦gimen pol¨ªtico, y no una doctrina de salvaci¨®n que pretende absorber la vida toda, pero est¨¢ obligada a sentar las bases de lo justo que conforman lo que, a mi juicio, es una democracia liberal-social. ?sta s¨ª que ser¨ªa una democracia atractiva y estable, capaz de atender a las expectativas leg¨ªtimas de los ciudadanos.
Frente al capitalismo estadounidense de corte neoliberal, capaz de producir riqueza, pero con inequidad, frente al capitalismo comunista chino, que se desentiende de los derechos humanos, la Uni¨®n Europea e Iberoam¨¦rica deben seguir apostando en serio por la econom¨ªa social de mercado, por el crecimiento con equidad, que era ¡ªy es¡ª la clave de la justicia y de la cohesi¨®n social. La atenci¨®n cuidadosa a inmigrantes pobres y refugiados va de suyo, ayudando a erradicar las causas de los desplazamientos en los pa¨ªses de origen.
Seg¨²n el bar¨®metro del CIS del pasado mes de septiembre, si la primera preocupaci¨®n de los espa?oles es el paro, la segunda son los pol¨ªticos, los partidos y la pol¨ªtica, que no parecen ocuparse de los intereses de la ciudadan¨ªa. Este problema, agudo en nuestro pa¨ªs, preocupa tambi¨¦n en otros, hasta el punto de que est¨¢n teniendo ¨¦xito los pol¨ªticos virtuales. <TB>Recordemos c¨®mo Michihito Matsuda, un robot ginoide, se present¨® en abril de 2018 a las elecciones municipales de Tama New Town, en Jap¨®n, y qued¨® en un honroso tercer puesto en la segunda vuelta. ?El secreto de su ¨¦xito? Seg¨²n su creador, Matsumoto, el algoritmo podr¨ªa sustituir las debilidades emocionales de los seres humanos, causa de malas decisiones pol¨ªticas, corrupci¨®n, nepotismo y conflictos, por un an¨¢lisis objetivo de datos sobre las opiniones, expectativas y preferencias ciudadanas. El sesgo emocional y motivacional de los seres humanos (el autointer¨¦s y la maximizaci¨®n del beneficio) les estar¨ªa arrastrando a la extinci¨®n; una inteligencia artificial sin rasgos emocionales ser¨ªa capaz de predecir hechos y consecuencias y aplicar pol¨ªticas basadas en el bien com¨²n.
El problema es de credibilidad de la pol¨ªtica existente, no de legitimidad del sistema
Realmente, la medida parece atractiva en tiempos de pol¨ªtica emotivista y polarizada si no fuera porque el hecho de que Michihito carezca de emociones no garantiza que sus decisiones est¨¦n exentas de sesgos. La ha creado una persona con un bagaje emocional que sin duda le ha traspasado sus sesgos; con el agravante de que averiguar la trazabilidad de sus decisiones es bien dif¨ªcil, si no imposible. Pero sobre todo hay una pregunta crucial: ?consiste la democracia en que un preferidor racional, contando con el c¨²mulo de big data y con un potente algoritmo matem¨¢tico tome una decisi¨®n imparcial? ?O la democracia debe ser un ejercicio de personas que expresan a trav¨¦s de ella su autonom¨ªa, participando en la vida p¨²blica y eligiendo representantes que se comprometen a buscar el bien com¨²n y a rendir cuentas?
Bien pensado, los pol¨ªticos virtuales deber¨ªan valer para ciudadanas virtuales como Sophia, otro robot ginoide, que en 2017 obtuvo la ciudadan¨ªa saud¨ª entre grandes protestas, dada la situaci¨®n de las mujeres en el pa¨ªs. Sophia, igual que Michihito, carece de emociones y por eso ninguna de las dos nos sirve como gobernante y ciudadana de una sociedad democr¨¢tica, sino s¨®lo como ayuda en la toma de decisiones. La vida pol¨ªtica humana necesita personas, hechas de raz¨®n y emociones, capaces de justicia y compasi¨®n.
Desde ellas es necesario que los gobernantes asuman su modesto papel de facilitadores de la vida p¨²blica, que los partidos dejen de ser agencias de colocaci¨®n y presenten propuestas diferenciadas de lo que de verdad creen que quieren y pueden hacer para servir a la ciudadan¨ªa y que lo cumplan, que no viajen todos hacia los caladeros de votos con palabras vac¨ªas. Si pedimos a la inteligencia artificial que sea confiable, m¨¢s a¨²n hay que exig¨ªrselo a la pol¨ªtica, que tambi¨¦n tiene una ¨¦tica.
Adela Cortina es Catedr¨¢tica de ?tica y Filosof¨ªa Pol¨ªtica de la Universidad de Valencia, Miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Pol¨ªticas y Directora de la Fundaci¨®n ?TNOR.
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