Recuerdos de El Pardo
Durante la exhumaci¨®n de Franco, yo pensaba en aquel pobre ni?o que vivi¨® tan cerca de ¨¦l sin saber lo que signific¨® realmente hasta a?os despu¨¦s
Pared con pared del cementerio de Mingorrubio donde ayer inhumaron los restos de Franco despu¨¦s de sacarlos del Valle de los Ca¨ªdos hay un campo de f¨²tbol de tierra en el que yo jugu¨¦ muchas veces. Eran los a?os finales de los sesenta y estudiaba interno en un seminario cuya silueta se alza sobre una de las colinas que dominan el caser¨ªo de El Pardo y su ap¨¦ndice de Mingorrubio, la colonia de casas de militares en las que viv¨ªa la guardia del dictador, los dos n¨²cleos arrimados al cauce del Manzanares y a la benefactora sombra del palacio en el que resid¨ªa aqu¨¦l rodeado de cuarteles que le daban protecci¨®n d¨ªa y noche. Desde nuestro dormitorio, los estudiantes del seminario de Capuchinos, la mayor¨ªa llegados desde lugares remotos (era la ¨²nica forma que ten¨ªamos de estudiar los chicos de pueblo), ve¨ªamos las luces tratando de descifrar cu¨¢l ser¨ªa la de la habitaci¨®n del hombre que, seg¨²n nos contaban los profesores, velaba el sue?o de los espa?oles.
Cada 4 de octubre, fiesta de san Francisco, en filas uniformadas baj¨¢bamos para asistir al desfile que se celebraba en honor a ¨¦l y en Semana Santa particip¨¢bamos en las procesiones que siempre hac¨ªan un alto frente al balc¨®n del palacio al que la familia del dictador al completo sal¨ªa a contemplarlas y a recibir el saludo de los militares que integraban el grueso de aqu¨¦llas. Fuera de esas ocasiones, Franco estaba siempre presente en la vida del colegio, en cierto modo protegido por ¨¦l, lo que nos permit¨ªa un d¨ªa a la semana acceder al monte vallado donde los gamos y otras especies se contaban por miles y con los que cada cierto tiempo Franco practicaba el tiro, yendo la carne a parar a los platos de aquellos pobres estudiantes que so?¨¢bamos con cordero de tanto comer gamo y jabal¨ª. Alguna vez, tambi¨¦n, el dictador y su esposa acud¨ªan a misa al colegio y entonces ¨¦ste se revolucionaba, con los frailes en agitaci¨®n extrema y los alumnos nerviosos por si hac¨ªamos algo improcedente. Qu¨¦ decir de los elegidos para monaguillos, que esa noche no dorm¨ªan por la responsabilidad.
El tiempo pas¨®, Franco sigui¨® mandando en este pa¨ªs hasta que muri¨® de viejo (como dec¨ªa el fraile que nos daba clases de Historia, tan admirador de Franco que la mitad del curso se la pasaba habl¨¢ndonos de ¨¦l, era muy astuto), momento que viv¨ª en el patio nevado del campamento militar donde hac¨ªa la mili junto a otros 4.000 reclutas, que escuch¨¢bamos muertos de fr¨ªo la arenga de un coronel que con l¨¢grimas en los ojos gritaba mirando al cielo que ¨¦l seguir¨ªa a sus ¨®rdenes siempre. Mientras le escuchaba, yo recordaba a aquel hombrecillo al que ve¨ªa en El Pardo presidir los desfiles y las procesiones entre el enardecimiento de los asistentes y que antes me hab¨ªa tenido durante horas parado al borde de una carretera para verlo pasar camino de Asturias junto a todos los ni?os de mi pueblo, sin que tuviera el detalle de saludarnos siquiera.
Me gustar¨ªa decir que ayer, mientras sacaban los restos del dictador del mausoleo que se levant¨® a s¨ª mismo, yo pensaba en cosas profundas, pero no es as¨ª. En lo que yo pensaba es en aquel pobre ni?o que vivi¨® tan cerca de ¨¦l sin saber lo que signific¨® realmente hasta a?os despu¨¦s, que es lo que ahora les pasa a todos esos espa?oles que no vivieron su tiempo y por eso dicen que el franquismo ya es historia. Se ve que no miran mucho a su alrededor.
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