La democracia, en el taller
Las reformas son responsabilidad de todos aquellos a los que une una misma convicci¨®n democr¨¢tica
Para Santos Juli¨¢
Para muchos de nosotros, el resultado de las elecciones fue el fin de una pesadilla impuesta por la impericia de las c¨²pulas de los partidos pol¨ªticos que tuvieron antes la posibilidad de llegar a acuerdos program¨¢ticos. La lecci¨®n de realidad que ahora se impone no deber¨ªa conducir a darle vueltas a la canci¨®n de lo que podr¨ªa haber sido y no fue en primera convocatoria. Los reproches est¨¢n de m¨¢s. Lo que importa ahora es tratar de comprender lo sucedido. Por esta raz¨®n, me permito sacar algunas conclusiones de emergencia, basadas m¨¢s en la percepci¨®n de los hechos que en un an¨¢lisis detenido de los resultados.
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Se imponen dos consideraciones de la mayor trascendencia. La primera es que la desintegraci¨®n de Ciudadanos, labrada con esfuerzo por su n¨²cleo dirigente al tensar la cuerda hasta lo indecible, deja a las derechas inhabilitadas para cualquier pacto, decantando la responsabilidad de gobernar hacia el otro lado del arco parlamentario. La raz¨®n es m¨¢s que obvia: Vox no es un aliado viable desde cualquier punto de vista. Quien se propusiese imaginarlos como aliado, incluso en niveles inferiores del sistema pol¨ªtico como ya pas¨®, pagar¨¢ un coste enorme al precio de un aislamiento futuro inevitable. Los partidos gobernantes en Alemania y Francia no podr¨¢n tolerar, por razones en buena medida de orden interno y por el peso de Espa?a en la Uni¨®n Europea, un pacto de aquella naturaleza. Adem¨¢s, la invocaci¨®n obsesiva a la unidad de Espa?a no puede esconder su aversi¨®n a una Constituci¨®n espa?ola que incluye como una de sus partes constitutivas fundamentales al sistema auton¨®mico. El nacionalismo espa?ol no puede ser la alfombra que esconda tanta miseria pre-democr¨¢tica (o posdemocr¨¢tica). Espa?a no es ya un estado soberano. Gritar contra las pol¨ªticas que combaten la violencia de g¨¦nero, contra una pol¨ªtica migratoria discutible, pero pactada con los socios comunitarios, contra las autonom¨ªas, levantar banderas al viento, llama la atenci¨®n en un pa¨ªs que lleg¨® tarde a la cita europea, por razones obvias.
La segunda consideraci¨®n es de otro orden, o quiz¨¢s no tanto. El documento que oficializa el pacto entre socialistas y Unidas Podemos consagra en el apartado dedicado a la cuesti¨®n de Catalu?a el respeto al orden constitucional. La afirmaci¨®n del valor del marco constitucional es, sin duda, un paso trascendental para los segundos. Esto no significa ni puede significar ¡ªel texto as¨ª lo presupone¡ª la imposibilidad de reformas. Al contrario: clarifica el camino para propon¨¦rselas. Significa el respeto a las reglas de juego, el abandono de cualquier veleidad de deslealtad y de unilateralidad de las partes. El voto popular se ha decantado hacia la reafirmaci¨®n del sistema pol¨ªtico y la posibilidad de reforma en aquello que los espa?oles aprueben con respeto a las reglas del juego que lo regulan.
La suma de ambos vectores explica el sentido profundo de lo sucedido, tal como alguien que particip¨® del anti-franquismo, que participa de la idea de naci¨®n de naciones de vieja raigambre republicana, que apuesta por la fraternidad entre pueblos y ciudadanos/as sin ver en ello un sinsentido, sinti¨® la noche del domingo y no supo encontrar en negro sobre blanco los d¨ªas siguientes. Sin caer en triunfalismos, percibo un estado de ¨¢nimo que nada tiene que ver tiene con dar cheques en blanco. Un estado de esp¨ªritu que se muestra dispuesto a empujar soluciones pactadas que deber¨¢n incluir a todos, a hacer las cuentas de lo p¨²blico sin triunfalismo ni euforia alguna para reforzar as¨ª, como se indica en el punto primero y m¨¢s trascendental del acuerdo, el Estado de bienestar, para ponerlo al servicio de aquellos que fueron los m¨¢s perjudicados por la factura de una crisis que ellos no provocaron, pero pagaron hasta el ¨²ltimo c¨¦ntimo. Sanidad y educaci¨®n garantizadas y remozadas a fondo y con urgencia conceden dignidad a las personas. Fuera no hay nada.
Ser¨¢ la relaci¨®n de fuerzas la que imponga sentido de realidad a los actores pol¨ªticos y a las expectativas de la ciudadan¨ªa. La cr¨ªtica desde la sociedad civil seguir¨¢ siendo indispensable, sin embargo, uno debe alegrarse hoy de que el ba?o de realidad y pesimismo haya estimulado la inteligencia de aquellos que pod¨ªan tomar decisiones de alto nivel. Antes las tomaron, no se olvide, aquellos que fueron a votar para que las cosas se inclinasen en esta direcci¨®n. Remozar la democracia no corresponde solo a los que se sientan en esca?os parlamentarios. Las reformas que igualan, las reformas que pueden incitar a la reintegraci¨®n de tantos catalanes al marco constitucional, las reformas que modifican la vida diaria de las personas que m¨¢s lo necesitan, deber¨¢n ser empujadas por todos aquellos a los que une la convicci¨®n del valor de la democracia y la igualdad. La ret¨®rica, las guerras simb¨®licas y la descalificaci¨®n f¨¢cil demostraron ya, vengan de donde vengan, su recorrido. Lo sucedido abre un camino inesperado, un camino que deber¨ªa recorrerse.
Josep M. Fradera es catedr¨¢tico de Historia de la Universidad Pompeu Fabra.
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