Caramba, que en el deporte hay trampas
La expulsi¨®n de Rusia de las competiciones internacionales tiene tambi¨¦n derivadas pol¨ªticas
Clausewitz sosten¨ªa que la guerra es la continuaci¨®n de la pol¨ªtica por otros medios. Siguiendo esta l¨ªnea, es posible argumentar que el deporte es la continuaci¨®n de la guerra por otros medios. Cierto es que no se trata del deporte que practica el ciudadano de a pie ¨Cel que lo haga, que para esto cada uno tiene su escuela¨C sino del deporte, llam¨¦mosle, industrial donde los pa¨ªses tratan de prevalecer los unos sobre los otros sin necesidad de derramamiento de sangre. O al menos no demasiada. As¨ª, un partido de f¨²tbol entre Inglaterra y Argentina es mucho m¨¢s que 22 jugadores persiguiendo un bal¨®n, uno de baloncesto entre Grecia y Turqu¨ªa va m¨¢s all¨¢ de lo que indique el marcador y uno de hockey hielo entre Estados Unidos y Rusia siempre cuenta con la emoci¨®n a?adida de ver a dos rivales tirar el ¡®stick¡¯ y convertir aquello en la tercera tangana mundial.
Porque el deporte, s¨ª, s¨ª, une, crea lazos, hermana y genera un sentimiento de solidaridad que trasciende las fronteras. O no necesariamente. Desde que los Estados vislumbraron en el deporte un magn¨ªfico escaparate para proyectar una imagen de poder el buenazo del refr¨¢n ¡°lo importante es participar¡± se vio irremisiblemente arrinconado por la m¨¢xima del ¡°cueste lo que cueste¡± para conseguir la victoria. Al juego ¨Cque eso es el deporte organizado?¨C le caracteriza la existencia de reglas. Y ya se sabe: hecha la ley, hecha la trampa.
Las trampas en el deporte practicado entre Estados no son nada nuevo. En la antigua Grecia donde las polis enviaban a los juegos a sus mejores atletas ?¨Cque sol¨ªan ser casualmente sus mejores guerreros¨C no eran infrecuentes los brebajes y los sobornos para obtener la ansiada corona de laurel. La fama. Las autoridades deportivas de la ¨¦poca impusieron una curiosa pena para aquellos pillados haciendo trampa: la infamia. Los culpables deb¨ªan levantar una estatua de Zeus a la puerta de estadio con su nombre y la trampa realizada como escarnio p¨²blico y m¨¦todo disuasorio para los potenciales tentados de tomar atajos ilegales hacia la victoria. Pero, en tiempos donde la infamia circula veloz e imparable de un lado a otro del planeta y donde la negaci¨®n de lo evidente forma parte del arsenal leg¨ªtimo de defensa, nadie se va poner a levantar estatuas a las puertas de ning¨²n estadio. Entre otras cosas porque en algunos casos habr¨ªa casi m¨¢s figuras que espectadores de carne y hueso esperando para entrar.
La Agencia Mundial Antidopaje ha decidido expulsar a Rusia de todas las competiciones mundiales durante cuatro a?os por, en el mejor de los casos, colaborar en las trampas de sus deportistas culpables ocultando datos. Se trata de un decisi¨®n deportiva, s¨ª, pero con una incuestionable connotaci¨®n pol¨ªtica. Y, tratando de poner pa?os calientes, la Agencia propone permitir que aquellos deportistas ¨ªntegros rusos ¨Cque los hay¨C participen bajo bandera neutral. ?Por qu¨¦ no puede un deportista que juega limpio representar a su pa¨ªs? Porque oficialmente participan comit¨¦s ol¨ªmpicos y federaciones. Como legalismo vale, pero nadie anima a su federaci¨®n, por ejemplo, de balonmano, sino a su pa¨ªs ?Una bandera neutral? ?Existe alguna? La justicia ser¨¢ ciega, pero lo justo es dar a cada uno lo suyo. A los que hacen trampa pero tambi¨¦n a los que no.
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