Desenredada
He elegido no participar en redes igual que hay quien ha decidido no comer corderos o volver a fumar
Siempre me piden explicaciones por no ser mam¨¢ y por no estar en redes. Visi¨®n: mosca en tela de ar¨¢cnido o pezque?ina en boliche. No entiendo tanta inquietud por mi integraci¨®n digital. Me dec¨ªa un escritor: ¡°Soy el pr¨ªncipe de Facebook¡±. Ya s¨¦ que me pierdo ventanas abiertas al mundo. Tambi¨¦n me protejo de mi tendencia a saltar al vac¨ªo. A las adicciones: con la cerveza tengo suficiente. Cuando veo a personas prendidas a las pantallas, me acuerdo de la ni?a de Poltergeist.He elegido no participar en redes igual que hay quien ha decidido no comer corderos o volver a fumar. La vida consiste en elegir cuando te dejan ¡ªelegir bien significa ser elegante¡ª, en no creer que eliges cuando en realidad no eliges y, luego, en justificarte por tus elecciones que, repensadas, pueden conducirte a enroque o rectificaci¨®n.
No me disgusta la frivolidad, pero me aparto de las redes porque no quiero: grabarme con orejitas de gato; ser seguidora ni acumular likes; tener un mill¨®n de amigos y mutar en hikikomori; estresarme ante el imperativo de que cada momento sea fotog¨¦nico; fotografiar lo que como ¡ªsimulacros de alimentos, tomates de pl¨¢stico de las cocinitas e im¨¢genes de hamburguesas me dan asquito¡ª; ser encontrada sin que me pierda; ponerle estrellitas a Anna Karenina y comprobar que es m¨¢s popular ¡ªoh, yeah¡ª un poeta youtuber; transformarme en inspectora en restaurantes y hoteles; ser clienta, carne de zapping; echarle a mi opini¨®n un ba?o de oro; equiparar el Louvre con una experiencia de karaoke; obtener diagn¨®sticos por tel¨¦fono; cazar Pok¨¦mon; ser ¡°el puto amo¡± en Twitter; hacer gilipolleces de riesgo; ser escrutada y que el algoritmo se anticipe a mis deseos comerciales y pol¨ªticos; superodiar y superamar en un segundo; estar siempre en otra parte, habitar al otro lado del espejo; creer que el dinero es vol¨¢til y todo lo tengo a un click. Tampoco quiero ser mercanc¨ªa y pagar por serlo: las redes no son gratis, transforman cuerpo y escritura en fetiche, nos obligan a cambiar de m¨®vil porque el nuestro se ha quedado sin memoria¡ Rendueles, Zafra, Nadal Suau no soplan conmigo las trompetas del Apocalipsis. Es otra cosita.
Despu¨¦s de clase, Sonia fotograf¨ªa la pizarra para subirla a Instagram. Manuel graba una presentaci¨®n. Todo se aleja, se exhibe tras las pantallas t¨¢ctiles y no hay necesidad de ocupar el espacio real. Sin peso ni olor. Tampoco las palabras que pronuncias delante de 15 son las mismas que dir¨ªas delante de 100.000: procuro no incurrir en autocensuras, pero me siento rigurosamente vigilada. La recepci¨®n se desdibuja y se provocan malentendidos. No es superstici¨®n ni un asunto de inmoderado uso de una herramienta. Internet es ideolog¨ªa dominante anclada en un sentido flojo de comunidad, comunicaci¨®n, amor y pol¨ªtica. Podr¨ªa ser otra cosa, pero a¨²n no es contrapeso al pensamiento ¨²nico, sino productor de democracia de mala calidad. Soy dinosauria, carcamala y habitante del siglo XXI. No pretendo insultarles: solo justificar mi ausencia. Pero he mentido: uso WhatsApp. Esta Navidad inundar¨¦ a mis contactos con felicitaciones y caritas monstruosas con ojos de v¨ªscera. Despu¨¦s ahogar¨¦ mi smartphone en el cl¨¢sico bid¨¦.
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