Quien no escucha no dialoga
Como ha sucedido antes en nuestra historia, hay demasiada gente interesada en que nada se resuelva porque est¨¢ en juego su supervivencia pol¨ªtica y financiera
La palabra ¡°di¨¢logo¡± hace tiempo que funciona como un eufemismo de mon¨®logos yuxtapuestos, un g¨¦nero abundante que tiene m¨¢s que ver con la charlataner¨ªa de tantas tribunas medi¨¢ticas o pol¨ªticas, instaladas en esa guerra de trincheras en la que hablamos s¨®lo a nuestra parroquia con el objetivo de reforzar el v¨ªnculo emocional con la tribu. En el di¨¢logo, por el contrario, no se trata tanto de llevar raz¨®n como de ofrecer razones, y tratar as¨ª de convencer o persuadir al otro al tiempo que aceptamos ser convencidos. Para ello, lo primero es siempre el reconocimiento de la otra parte, y aqu¨ª el acto de escuchar es tan importante como el de hablar: quien no escucha no merece el reconocimiento de ser escuchado.
Esta semana tuve la oportunidad de asistir a un di¨¢logo entre el exministro socialista Carlos Solchaga y el exconsejero de Econom¨ªa de la Generalitat, Andreu Mas-Colell. Las caracter¨ªsticas del encuentro, con interlocutores libres de consignas de partido, argumentarios, esl¨®ganes o frases hechas, permitieron un intercambio racional, plante¨¢ndose los problemas con franqueza y desde un inter¨¦s genuino por entenderse. Nos mostr¨®, adem¨¢s, que hay dos tipos ideales de deliberaci¨®n pol¨ªtica: la aut¨¦ntica, desgraciadamente restringida a momentos aislados y en la que participa gente prudente y con experiencia en la pol¨ªtica, quiz¨¢ con planteamientos radicales, pero dispuesta a argumentar y escuchar desde el principio de realidad; y esa otra deliberaci¨®n que no es tal, pues responde al rabioso paradigma populista, emergiendo cainita y vengadora desde el submundo de las redes al amparo de un tacticismo simplista y contingente.
Porque hace tiempo que el debate sobre Catalu?a est¨¢ enfangado en clich¨¦s: que el conflicto pol¨ªtico pasa por una soluci¨®n ¨²nica; que toda acci¨®n del Estado debe centrarse ¨²nicamente en responder al independentismo, o que cualquier di¨¢logo debe aceptar la l¨®gica de la transmisi¨®n de poder frente a la amenaza perpetua de la separaci¨®n. Y lo cierto es que hay otros espacios, incluso otros pol¨ªticos que, como se?al¨® Solchaga, ¡°no est¨¢n en activo, pero no est¨¢n muertos¡±, con muchas cosas que decir y aportar. En tiempos de incertidumbre, quiz¨¢s sea bueno volver a los cl¨¢sicos, pero por desgracia, y como ha sucedido antes en nuestra historia, hay demasiada gente interesada en que nada se resuelva porque est¨¢ en juego su supervivencia pol¨ªtica y financiera. Hacen cierta la m¨¢xima de que, para orientarnos en esta crisis, la distinci¨®n que mejor funciona es entre los del cuanto peor mejor y quienes buscan arreglar las cosas, aunque puedan equivocarse. F¨ªjense, porque de eso va la cosa.
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