Ingenier¨ªa inversa
Los protocolos que hemos desarrollado para restringir las armas nucleares, qu¨ªmicas y biol¨®gicas no nos sirven para gestionar el nuevo armamento virtual
Imagina que eres un vendedor de armas y, como es natural, deseas maximizar tus beneficios y consolidar mercados a medio plazo. Una buena estrategia es venderle una docena de lanzamisiles a la rep¨²blica de Freedonia, que desea exterminar a su fastidiosa e inoportuna oposici¨®n interna. Tarde o temprano, a Freedonia se le acabar¨¢n los misiles, se le oxidar¨¢n los lanzamisiles y tendr¨¢ que comprarte una nueva remesa. Es un negocio con visi¨®n de futuro, que supone para las empresas occidentales unas exportaciones de 72.000 millones de euros anuales.
Pero hay un nuevo tipo de arma que no entra en esa contabilidad: el software. La inteligencia militar lleva tiempo insistiendo en su importancia creciente, y los hechos no hacen m¨¢s que darle la raz¨®n. Veamos un caso tomado de The Economist. El grupo NSO, una firma israel¨ª dedicada a la ciberseguridad, vendi¨® el a?o pasado al Gobierno saud¨ª su software de espionaje Pegasus, dise?ado para fisgar en los tel¨¦fonos m¨®viles de los ciudadanos, incluidos los terroristas. Un disidente saud¨ª llamado Omar Abdulaziz asegura que su Gobierno utiliz¨® Pegasus para espiarle, y para llegar as¨ª hasta Jamal Khashoggi, el famoso periodista saud¨ª cr¨ªtico con el r¨¦gimen. Poco despu¨¦s, el 2 de octubre de 2018, Khashoggi entr¨® en el consulado de su pa¨ªs en Estambul, de donde solo saldr¨ªa despu¨¦s en pedazos muy peque?os. Abdulaziz revel¨® estos datos en una querella contra NSO que present¨® hace justo un a?o en un juzgado israel¨ª. La empresa niega los cargos.
No solo la firma israel¨ª NSO, sino tambi¨¦n el grupo anglo-germano Gamma y el italiano Memento Labs, venden sus licencias de ¡°software intrusivo¡±, el armamento de ¨²ltima generaci¨®n, a todo tipo de Gobiernos para permitirles acceder a los datos de los terroristas, s¨ª, pero tambi¨¦n de cualquier otro ciudadano que les resulte molesto. Las cifras de negocio de este nuevo campo del software intrusivo son de momento modestas, al menos por lo poco que sabemos de esa actividad oscura y sigilosa. Puede rondar los mil millones de euros, o 72 veces menos que el negocio armament¨ªstico propiamente dicho. Pero esto no es un dato tranquilizador, porque las nuevas armas tienen una propiedad de la que carec¨ªa nuestro tradicional lanzamisiles. A diferencia de estos, el software es carne de ingenier¨ªa inversa.
En la ingenier¨ªa (directa), uno tiene un problema y trata de resolverlo dise?ando motores, circuitos, v¨¢lvulas y una mara?a interminable de cables de colores. En la ingenier¨ªa inversa, uno tiene un aparato que ya funciona para algo ¡ªcomo asesinar a disidentes, por poner un ejemplo tonto¡ª y lo desmonta para ver cu¨¢l es el truco, analizarlo y copiarlo. La ingenier¨ªa inversa funciona exactamente como la ciencia, solo que la ciencia investiga un fen¨®meno natural, y la ingenier¨ªa inversa estudia un artefacto dise?ado por un Homo sapiens. La idea se puede aplicar a un lanzamisiles o a una tostadora, pero alcanza su cl¨ªmax en el an¨¢lisis del software. Desarrollar por primera vez Pegasus es un alarde de talento, inversi¨®n y trabajo duro, pero copiarlo, analizarlo y mejorarlo cuesta muy poco. A veces basta con un ni?ato gafapasta encerrado en un garaje.
Los protocolos internacionales que hemos desarrollado penosamente para restringir las armas nucleares, qu¨ªmicas y biol¨®gicas no nos sirven para gestionar el nuevo armamento virtual. Se venden correas para atar a las empresas en corto.
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