Hay hombres que solo quieren ver arder el mundo
El mal, seg¨²n la visi¨®n del Joker, tiene su origen en una serie de agresiones sufridas
Todos podemos ser Joker, dicen quienes ven en ¨¦l a la v¨ªctima de un r¨¦gimen injusto que se ve abocada inexorablemente a convertirse en verdugo. Adem¨¢s de banalizar el proceso de victimizaci¨®n lo elevan a experiencia universal. Por otra parte, nada nuevo en estos tiempos de inflaci¨®n emotiva. Como hip¨®tesis ontol¨®gica del mal resulta simple, como identificaci¨®n de ¨¦ste con la enfermedad mental, resulta intolerable. M¨¢s cuanto disfraza de comprensi¨®n emp¨¢tica la expresi¨®n de un prejuicio confirmatorio de una discriminaci¨®n. ¡°La peor parte de tener una enfermedad mental es que la gente espera que te comportes como si no la tuvieras¡±, escribe Joker en un ejercicio de autoficci¨®n acorde con nuestro tiempo. Esta visi¨®n presume que las personas que tienen una enfermedad mental se comportan de un modo violento y un¨ªvoco reduci¨¦ndolas a puro estereotipo, deshumaniz¨¢ndolas. Se imaginan por un momento que, en lugar de un enfermo mental, hablaran de un negro o de un gay. Hagan la prueba. ?Qu¨¦ comportamiento ha de anticiparse de ellos en cuanto tales? ?Acaso son todos iguales? Se toma la parte por el todo y ¨¦ste se reduce a aquella. Qu¨¦ distinto a aquel prof¨¦tico Panero: ¡°No conozco otra revoluci¨®n m¨¢s urgente que la Revoluci¨®n de la Ternura¡±.
Pero volviendo a la ontolog¨ªa del mal expuesta en Joker. El mal tiene su origen en una serie de agresiones sufridas que son causa suficiente, en un ejercicio de determinismo social. Un destino escrito a la luz del cual la violencia es consecuencia necesaria, y as¨ª se hace comprensible y despu¨¦s justificable. Confieso que me gusta m¨¢s la genealog¨ªa del Joker que hace Nolan: hay hombres que solo quieren ver arder el mundo. Puede atribuirse ese disfrute con el dolor ajeno a experiencias muy tempranas de impotencia absoluta y sometimiento extremo que devienen obligatoriamente, dicen algunos, en posterior identificaci¨®n con el agresor. Quien ha sufrido un poder abusivo, sostienen los mismos, encuentra un ¨²nico modo de compensaci¨®n en ejercerlo de id¨¦ntica forma. No me atrever¨ªa a negar esta posibilidad, aunque hay demasiado sesgo retrospectivo y negacionismo de la responsabilidad individual y colectiva en esta mirada adolescente de la historia y sus tiranos. He conocido a muchas personas que experimentaron tr¨¢gicas negligencias en la infancia y construyeron destinos muy diferentes. Y al contrario, en nuestra ¨¦poca no son pocas las que reivindican un futuro que haga justicia a pasados traum¨¢ticos fabulados, mentidos o delirados. Y ese es un agravio para las v¨ªctimas aut¨¦nticas y su dignidad, su condena a un victimismo alienante, indefinido y capitalizable. Es la negaci¨®n de la posibilidad de reparaci¨®n en un mundo de resentimiento e ira sin esperanza.
Soy testigo de muchos renacimientos y reconquistas de la libertad interior. He tenido el privilegio de asistir profesionalmente a los momentos de la verdad de muchas vidas, esos en los que aun siendo consciente de que no siempre querer es poder, se sortea la tentaci¨®n del autoenga?o que conduce a la destrucci¨®n, y se apuesta por la responsabilidad con la propia vida. Joker llega a esa encrucijada y la transita en falso, convirti¨¦ndose en el emergente de una masa fascinada por la seducci¨®n de ver el mundo arder con todas sus frustraciones. Son demasiados hoy los seducidos de todo signo por esa fantas¨ªa tan¨¢tica y fan¨¢tica que pretende abolir de uno u otro modo el marco de convivencia que entre todos hemos construido. Experimentan un disfrute ciego ejerciendo diferentes formas de victimismo populista y nacionalista compitiendo, sobre las que creen tener el control, y con ¨¦l, conseguir¨¢n tener el poder. No saben que se trata de un poder fallido que puede morir matando simb¨®lica o literalmente, de una victoria p¨ªrrica que como tal no hace honor a su nombre. Creer¨¢n dejar atr¨¢s sus fracasos destruyendo el viejo orden, lo llaman el r¨¦gimen de 1978, pero son la viva expresi¨®n del miedo a la libertad que a?ora otro orden que los libre de su responsabilidad, con el advenimiento de alg¨²n libertador.
Es dif¨ªcil persuadirles a todos ellos de la propuesta freudiana de que es grande la ganancia si conseguimos transformar la miseria hist¨¦rica en infortunio ordinario. Entre otras cosas porque en un mundo de victimismo sist¨¦mico la fatiga de la compasi¨®n termina sin poder diferenciar a v¨ªctimas de agresores y es campo abonado para la irrupci¨®n masiva de estos ¨²ltimos, que adem¨¢s no ser¨¢n m¨¢s que v¨ªctimas seg¨²n la tesis determinista expuesta. Estamos gestando el huevo de la serpiente y no podemos saber cu¨¢ndo ser¨¢ ya tarde. Todos creen irracionalmente que alguien detendr¨¢ el choque de trenes, aunque ya hayamos visto cruzar m¨¢s de un Rubic¨®n, y se anuncien otros. A¨²n estamos a tiempo. No se trata de renunciar a la memoria de los agravios reales o imaginados. Somos la memoria que tenemos, pero tambi¨¦n la responsabilidad que asumimos, como dec¨ªa Saramago. Sin la memoria no existimos, sin la responsabilidad quiz¨¢ no merezcamos existir.
Mercedes Nav¨ªo Acosta es psiquiatra.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.