??nimo!
Temo el d¨ªa en que un anuncio de compresas me interrumpa la lectura de Marx y Engels
Ahora que tenemos a un comunista al frente del Ministerio de Consumo, ocurrencia en verdad hom¨¦rica, es el momento de entrar a cuchillo en la industria m¨¢s alienante (?qu¨¦ hermoso adjetivo!) del capitalismo tard¨ªo, colonial e imperial. Me refiero, claro, a la publicidad.
Mi historia con la publicidad es de manual. La amo, no quiero arriesgarme a ser fusilado. La publicidad es la actividad m¨¢s sustancial, global, estrat¨¦gica y nuclear del capitalismo tard¨ªo, etc¨¦tera. Atacar a la publicidad es como aserrarle una pierna a Messi. Todo se viene abajo. As¨ª que, una vez creo haber salvado la vida declarando mi amor por la publicidad, paso a contarles lo que debo agradecer a esa pr¨¢ctica vital del capitalismo.
Dej¨¦ de ver televisi¨®n porque cortan los programas a lo bestia, en medio de una frase y durante un cuarto de hora. ?ltimamente rompen la pel¨ªcula en el momento en que el asesino va a matar a la chica. Dej¨¦ de o¨ªr la radio cuando descubr¨ª que en mis programas favoritos hab¨ªa m¨¢s anuncios que informaci¨®n. Me fui a las radios estatales, pero eran todas ellas mera publicidad de mercanc¨ªas gubernamentales. Me han dicho que ahora en el cine hay publicidad hasta media hora antes de que comience la pel¨ªcula, pero hace a?os que no hago cola a la intemperie. Y los peri¨®dicos, como saben, no pueden sobrevivir sin la publicidad, de modo que regalan productos repletos de anuncios como si fueran una t¨®mbola.
En resumen, gracias a la publicidad, ahora cuido el silencio, pienso un poco, hablo con la familia, leo libros y ¨²nicamente temo el d¨ªa en que un anuncio de compresas me interrumpa la lectura de Marx y Engels. Por eso conf¨ªo en los principios del se?or ministro: ¨¦l sabe que el mayor enemigo del pueblo no es la banca, es la publicidad. Puro opio.
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