Matar por si acaso

El conflicto entre la verdad y la pol¨ªtica planteado por Hannah Arendt sigue sin resolverse desde mucho antes de que el presidente Roosevelt prefiriera no decir la verdad si le serv¨ªa una mentira, y de que Eisenhower afirmara en 1960 que el avi¨®n esp¨ªa U-2 estadounidense derribado en el espacio a¨¦reo sovi¨¦tico era una nave de investigaci¨®n meteorol¨®gica. La captura del piloto malogr¨® el enga?o. Dicen que el general minti¨® sin saber que lo hac¨ªa porque la credibilidad era parte de su personalidad, de la misma manera que la mendacidad casi totaliza la identidad de Donald Trump. Pero ahora resulta que el embustero n¨²mero uno del planeta dijo la verdad: el avi¨®n ucraniano que cay¨® cerca de Teher¨¢n fue derribado por un misil iran¨ª.

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Vivimos en un mundo en el que nada es blanco o negro, sino que todo es gris, con mayor tendencia a la negrura o a la blancura, pero gris, as¨ª que hasta los fuleros compulsivos dicen alguna vez la verdad, asemej¨¢ndose a los relojes rotos: al menos dos veces al d¨ªa dan la hora correcta. Todos los superlativos le vienen peque?os al millonario en la Casa Blanca, cuya pericia y desfachatez son tan asombrosas como creativa, por ejemplo, la acusaci¨®n a Cuba de 2016: la dictadura ataca ac¨²sticamente a nuestros diplom¨¢ticos en la isla.

Los funcionarios testimoniaron haber sido v¨ªctimas de chillidos, zumbidos y percusiones desquiciantes de origen desconocido, posiblemente armas s¨®nicas susceptibles de da?ar la estructura cerebral y la conectividad funcional y, fundamentalmente, de demostrar la perfidia castrista. Aquella patra?a fue tan ef¨ªmera como la llamada al entonces presidente de M¨¦xico, Pe?a Nieto, que dijo haber realizado y nunca se produjo. Tampoco existi¨® la democracia de Arist¨®teles, el Gobierno filos¨®fico fundamentado en el di¨¢logo de quienes buscan la verdad.

Lo cierto es que el r¨¦gimen de los ayatol¨¢s asesin¨® a 176 personas, y que antes, mientras jugaba al golf, Trump pidi¨® la lista de condenados a muerte por el Pent¨¢gono y eligi¨® al general Soleimani. Su asesinato sorprendi¨® tanto que la estupefacci¨®n le oblig¨® a buscar una excusa. Se le ocurri¨® decir que planeaba destruir la embajada de Estados Unidos en Bagdad, y que ten¨ªa pruebas que no difundir¨ªa porque ser secret¨ªsimas, tanto como las que justificaron la invasi¨®n de Irak para destruir los imaginarios arsenales de destrucci¨®n masiva.

Aunque su secretario de Estado parec¨ªa no estar al tanto, le secund¨® enfatizando que, efectivamente, el general iran¨ª era muy malo pero que no ten¨ªan ni idea de d¨®nde ni cu¨¢ndo pensaba ejecutar sus fechor¨ªas. Algunos mandos estadounidenses inyectaron algo de coherencia al asunto: fue una operaci¨®n defensiva, o dicho de otra manera, un ataque preventivo, de esos en los que alguien asesina a alguien porque sospecha que trama algo. Si sospechas que tu pareja o tu socio pueden traicionarte, pues los matas antes. Despu¨¦s, sales por peteneras, como Estados Unidos.