Un h¨¦roe sin tumba
Putin tiene en su mano aclarar el destino de Raoul Wallenberg, salvador de miles de vidas del Holocausto
Raoul Wallenberg siempre ser¨¢ recordado como uno de los grandes h¨¦roes de la historia. Y, tambi¨¦n, como uno de los m¨¢s olvidados.
Naci¨® en Liding?, cerca de Estocolmo, el 4 de agosto de 1912, en el seno de una prominente familia protestante.En 1936 conoci¨® a un jud¨ªo h¨²ngaro, K¨¢lm¨¢n Lauer, quien dirig¨ªa una empresa de importaci¨®n y exportaci¨®n de productos alimenticios. Raoul pose¨ªa un buen manejo de idiomas y pod¨ªa viajar libremente por Europa. Lauer entendi¨® que ser¨ªa un socio perfecto para la empresa. A los ocho meses era uno de los m¨¢s importantes accionistas y el gerente internacional de la firma. Sus viajes a la Francia ocupada, y a la misma Alemania, pronto le ense?aron c¨®mo funcionaba la burocracia nazi.
Fue Lauer quien sugiri¨® su nombre a la Junta de Refugiados de Guerra de Estados Unidos creada por el presidente Roosevelt para detener las deportaciones de jud¨ªos en Hungr¨ªa. El mundo comenzaba a comprender el verdadero significado de la soluci¨®n final de Hitler. Wallenberg fue elegido, con el acuerdo de la canciller¨ªa de Suecia, para integrar la misi¨®n diplom¨¢tica en Budapest. Sin embargo, antes de viajar solicit¨® autoridad plena para tratar con quien quisiese, aun sin necesidad de informar de antemano al jefe de la delegaci¨®n. Tambi¨¦n solicit¨® que se le permitiese utilizar el servicio de correo diplom¨¢tico aparte de los canales normales. Su pedido era tan inusual que el asunto lleg¨® hasta el primer ministro sueco Per Albin Hansson, quien consult¨® al rey Gustav V antes de informar de que sus condiciones se hab¨ªan aceptado.
Cuando Wallenberg lleg¨® a Budapest, en julio de 1944, m¨¢s de 400.000 jud¨ªos hab¨ªan sido deportados, y muchos de ellos, enviados al campo de exterminio Auschwitz-Birkenau. La relativa seguridad de los jud¨ªos de Hungr¨ªa hab¨ªa llegado a su fin y comenzaba a ejecutarse el plan de exterminio sistem¨¢tico dirigido, personalmente, por Adolf Eichmann.
Wallenberg Sab¨ªa que no ten¨ªa al tiempo de su lado. Intuy¨® que los recursos de la diplomacia tradicional no serv¨ªan para solucionar el padecer de la gente de carne y hueso y recurri¨® a m¨¦todos poco convencionales para salvar la mayor cantidad posible de vidas. Todo era v¨¢lido, desde la extorsi¨®n hasta el soborno.
A poco de llegar utiliz¨® sus conocimientos de dibujo y cre¨® el shutzpass, un salvoconducto que, presuntamente, otorgaba inmunidad a sus poseedores, s¨²bditos de la neutral Suecia. Como sab¨ªa que los nazis eran f¨¢cilmente impresionables con la vana ostentaci¨®n del papeler¨ªo burocr¨¢tico, dise?¨® el documento con los colores de la corona sueca y agreg¨® m¨²ltiples sellos y firmas. Logr¨® permiso para emitir una cantidad limitada, pero finalmente imprimi¨® y distribuy¨® a miles. Los impactantes papeles no ten¨ªan valor legal, pero cumpl¨ªan el objetivo con singular eficacia. Asimismo, organiz¨® un n¨²mero importante de casas seguras, viviendas que contaban con la protecci¨®n que brindaba la bandera sueca. As¨ª, numerosos jud¨ªos se salvaron de ser deportados o ejecutados por la agrupaci¨®n Cruz Flechada, una facci¨®n homicida local aliada de los nazis que asolaba las calles de Budapest con raids criminales. Visitaba con frecuencia las estaciones desde donde los trenes part¨ªan hacia Auschwitz. No era raro verlo caminar sobre los techos de los vagones para entregar un schutzpass a todo aquel que pudiera agarrarlo. Luego, exig¨ªa que los portadores fuesen retirados aduciendo que hab¨ªan sido detenidos por error. En la pel¨ªcula La lista de Schindler, Steven Spielberg tom¨® esta imagen de un hombre vestido de traje, de pie, sobre un vag¨®n y se la atribuy¨® a Oscar Schindler. De modo que entre el 9 de julio de 1944 y el 17 de enero de 1945, Walleneberg salv¨® a decenas de miles de jud¨ªos de una muerte segura.
En esta ¨²ltima fecha pidi¨® a su ch¨®fer, Vilmos Langfelder, que lo condujera al Comando en Jefe del Ej¨¦rcito Sovi¨¦tico. Los historiadores creen que su intenci¨®n era encontrarse con el mariscal Rodi¨®n Malinovski para negociar el destino de los refugiados jud¨ªos.
Sin embargo, los sovi¨¦ticos ten¨ªan otros planes. Siguiendo ¨®rdenes de la m¨¢s alta jerarqu¨ªa, muy posiblemente del mismo Stalin, Wallenberg y su conductor fueron hechos prisioneros y trasladados a la c¨¢rcel de Lubianka en Mosc¨². Hasta hoy, el paradero de ambos es un misterio.
En 2016, las autoridades de Suecia declararon oficialmente la muerte de Raoul Wallenberg, pero esta declaraci¨®n es meramente una formalidad administrativa. M¨¢s tarde, los familiares m¨¢s cercanos de Wallenberg interpusieron una demanda judicial contra el Servicio Federal de Seguridad Ruso (FSB) (el principal servicio de seguridad ruso), exigiendo acceso a documentos de archivo que podr¨ªan ayudar a comprender lo sucedido. El presidente de Rusia, Vlad¨ªmir Putin, tiene la palabra, y una oportunidad ¨²nica e irrepetible de hacer justicia.
Baruj Tenembaum es presidente de la Fundaci¨®n Raoul Wallenberg en Nueva York.
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