En el hemiciclo
La presencia del Rey en el Congreso es un paso m¨¢s en la recuperaci¨®n de la normalidad
Felipe VI inaugur¨® a mediod¨ªa de ayer la XIV Legislatura en el Congreso de los Diputados con un discurso en el que reafirm¨® el compromiso de la Corona con la democracia y las libertades, as¨ª como el papel fundamental que desempe?a la Constituci¨®n como marco de convivencia pol¨ªtica. Las palabras del Rey no pueden ser interpretadas como una declaraci¨®n de rutina en una ceremonia que se viene repitiendo desde 1978, sino como la constataci¨®n de la vigencia del sistema democr¨¢tico instaurado entonces. La presencia del Rey en el Congreso constituye un paso m¨¢s en la recuperaci¨®n de la normalidad alterada durante los ¨²ltimos a?os, con dos repeticiones electorales por falta de acuerdo entre los partidos. Y tambi¨¦n un impl¨ªcito recordatorio de que el normal funcionamiento de las instituciones debe ser un objetivo compartido por todas las fuerzas pol¨ªticas durante la presente legislatura. Como Felipe VI vino a se?alar en su discurso, la pluralidad de opciones con las que los ciudadanos han querido estar representados en el Congreso y el Senado solo se transforma en fragmentaci¨®n pol¨ªtica si falla el elemento esencial en la actividad parlamentaria: la b¨²squeda de acuerdos.
Las fuerzas nacionalistas, a excepci¨®n del PNV, decidieron no asistir a la ceremonia de inauguraci¨®n de la legislatura y leer un comunicado conjunto antes de la llegada del jefe del Estado a la C¨¢mara. En ¨¦l, la cincuentena escasa de diputados de ERC, Junts per Catalunya, la CUP, EH Bildu y el Bloque Nacionalista Galego se arrogan presuntuosamente la condici¨®n de guardianes de la democracia, erigi¨¦ndose de paso en instancia autoproclamada para decidir sobre la legitimidad del sistema pol¨ªtico. La soberbia de la que hicieron gala resultar¨ªa intrascendente, y hasta un punto rid¨ªcula, si no fuera porque deja al descubierto que para estas fuerzas pol¨ªticas la naci¨®n a la que rinden culto est¨¢ por encima del voto de los ciudadanos. Por otra parte, el exceso de gestualidad en el que incurrieron ayer no puede ocultar la flagrante contradicci¨®n a la que se enfrentan d¨ªa a d¨ªa sus posiciones pol¨ªticas, al rechazar la naturaleza democr¨¢tica de un sistema de cuyos derechos y libertades hacen uso, y del que, en ¨²ltimo extremo, forman parte, tanto en las C¨¢maras legislativas del Estado central como en las instituciones auton¨®micas que gobiernan.
El resto de fuerzas parlamentarias trat¨® de reprobar este grotesco desplante arropando el discurso del jefe del Estado, a excepci¨®n del PNV y del grupo parlamentario de Unidas Podemos, aunque no sus representantes en el Gobierno. Quiz¨¢ haya llegado el momento de salir expresamente al encuentro de esta m¨ªmica absurda y tambi¨¦n de esta ret¨®rica de las fuerzas nacionalistas, algunas de las cuales parecen instaladas en la esquizofrenia de buscar acuerdos por un lado y encender gratuitamente los ¨¢nimos por otro. Si se atiende a sus acciones de los ¨²ltimos a?os, nada los autoriza a dar lecciones de democracia ausent¨¢ndose a la ceremonia y asegurando que el Rey no los representa. Ni en la inauguraci¨®n de ayer ni en ninguna otra circunstancia es el Rey quien representa a los diputados, sino estos a los ciudadanos que les votaron y tambi¨¦n a los que no les votaron, para conformar la voluntad popular. A estos efectos, el deber de estar presentes en el hemiciclo no era protocolario, sino, simple y llanamente, democr¨¢tico.
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