Ante cualquier embrollo, las cosas claras
Al Gobierno le toca combatir los embates de la oposici¨®n con argumentos y explicaciones

Primera sesi¨®n de control del nuevo Gobierno en el Parlamento, y hubo bronca a prop¨®sito del encuentro en Barajas entre el ministro Jos¨¦ Luis ?balos y la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodr¨ªguez, que tiene prohibido pisar la Uni¨®n Europea como medida de presi¨®n al r¨¦gimen de Maduro por su deriva autoritaria. Frases ampulosas, ovaciones a los oradores, gritos que ped¨ªan la dimisi¨®n del responsable de la cartera de Transportes: poca cosa frente a otras c¨¦lebres trifulcas. Como la que tuvo lugar en octubre de 1904 entre los conservadores, de un lado, y los liberales y republicanos, del otro. Golpes con manos y bastones en los pupitres y alaridos. ¡°Bast¨® que en ese ambiente crispado un conservador gritara ¡®?Cobardes!¡¯ a los republicanos para que se armara la de San Quint¨ªn: el venerable Gumersindo de Azc¨¢rate, un santo laico republicano, se lanz¨® bast¨®n en mano hacia el provocador; el marqu¨¦s de la Vega de Armijo, a sus ochenta a?os, corri¨® tras ¨¦l; un diputado trep¨® sobre el banco azul mientras los ujieres trataban de agarrarle; un grupo asalt¨® la mesa presidencial mientras el presidente, que les vio venir, lograba escapar¡±. Un periodista anot¨®: ¡°Fue un momento de verdadera emoci¨®n¡±.
A la hora de provocar tumultos, por lo que se ve, los actuales diputados no pasan de aprendices. La ¨¦poca de los bastonazos ha quedado lejos, para desdicha de quienes a?oran la venerable autenticidad de la furia. La cita del p¨¢rrafo anterior est¨¢ tomada de Duelo a muerte en Sevilla, donde el historiador Miguel Martorell navega por el novecientos para reconstruir un tiempo en el que reinaban aquellos c¨®digos de honor que hoy resultan polvorientos y donde algunas delicadas disputas se resolv¨ªan a tiros.
La noche del 6 de octubre de 1904, el diputado liberal Rafael de Le¨®n y Primo de Rivera, marqu¨¦s de Pickman, entr¨® como un torbellino en el teatro Cervantes de Sevilla y se dirigi¨® a empellones hacia la butaca en la que un capit¨¢n de la Guardia Civil, Vicente Paredes, disfrutaba de la zarzuela Gigantes y cabezudos. Un civil acababa de sacudirle a un militar, no hab¨ªa otra salida que el duelo. Tuvo lugar unos d¨ªas m¨¢s tarde, y el capit¨¢n liquid¨® de un disparo al marqu¨¦s.
Aquel episodio le sirve a Martorell para reconstruir una ¨¦poca en la que la Iglesia y el Ej¨¦rcito ten¨ªan un peso enorme sobre el poder civil. Por el libro desfilan un empresario ingl¨¦s que se hace rico con una f¨¢brica de vajillas, el burgu¨¦s que se casa con una obrera tras haberla dejado embarazada, la brutal represi¨®n contra las movilizaciones de los trabajadores, las ¨ªnfulas de quienes pretend¨ªan vivir como antiguos arist¨®cratas (a aquel Rafael le encantaba veranear en San Sebasti¨¢n y visitar Par¨ªs, el tiro con pich¨®n, la caza, los caballos y los carruajes, y era ¡°uno de los sportsman m¨¢s conocidos¡± de Sevilla). Etc¨¦tera. Eran tiempos en los que para calificar a los diputados se utilizaban adjetivos como ¡°duro, violento, recio, fuerte¡±. A ratos parece que hoy existen pol¨ªticos que quieren remedar aquel viejo estilo. La forma m¨¢s digna de combatirlos es con argumentos y explicaciones, tom¨¢ndose en serio las palabras. Es justo lo que el Gobierno no hizo el martes a prop¨®sito de Venezuela. Lo dej¨® todo lleno de sombras.
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