Somos algo m¨¢s que cifras
La justicia social no habla solo de lo que tenemos, sino tambi¨¦n de c¨®mo se nos trata
Lleg¨® la pandemia, y nuestros organismos de bienestar se afanan en coordinar los servicios sociales para atender a la ciudadan¨ªa. Y llegan tambi¨¦n los eufemismos, esos ¡°protocolos¡± con los que se nombra la manera en que nos tratar¨¢n ante la incertidumbre de una enfermedad que dicen desconocida. ¡°Sistemas de vigilancia¡±, ¡°procedimientos de actuaci¨®n¡±, ¡°extensi¨®n de la zona de riesgo¡±... son expresiones que completan esa sinfon¨ªa cacof¨®nica, llena de generalizaciones y burocracia racionalizada. Todas ellas tratan de trasladar la idea de que los administradores p¨²blicos nos protegen con su control sistematizado. El Estado parece operar as¨ª sobre el cuerpo social como si fuera un objeto, como si no estuviera integrado por personas. Por eso tal vez ser¨ªa interesante pensar en el coronavirus no ya tanto como riesgo o enfermedad, sino como una representaci¨®n de la sociedad que somos, de nuestras aprensiones. Y tambi¨¦n de c¨®mo nos relacionamos con esas maquinarias estatales que se muestran siempre ante nosotros desde la abstracci¨®n de su autoridad burocr¨¢tica.
Como ocurre con la religi¨®n, son nuestros miedos y fantas¨ªas los que ofrecen en bandeja a los poderes p¨²blicos la tentaci¨®n de imaginar a la poblaci¨®n como una biomasa regulable mediante disposiciones sobre higiene, educaci¨®n, demograf¨ªa y cuidado del cuerpo, ese objeto diluido y alienado por la burocracia. Foucault lo llam¨® ¡°el poder pastoral del Estado¡±, la aplicaci¨®n de las viejas normas de la parroquia a los ciudadanos: los pastores cuidando de sus ovejas. En el fondo, el mito de la eficacia del Estado funciona tambi¨¦n dentro de los par¨¢metros de la creencia. Debemos tener fe laica en que sabr¨¢n resolver las crisis, una fe inevitable ante esa ausencia posible de alternativa que explicita nuestra carencia de poder, nuestra ¨ªntima naturaleza vulnerable. Vinculamos su eficiencia a una idea salv¨ªfica de la vida de inexcusable contundencia. Y comprendemos que somos f¨¢cilmente moldeables.
La justicia social no habla solo de lo que tenemos, sino tambi¨¦n de c¨®mo se nos trata. Aprovechemos, entonces, esta pandemia como una oportunidad para observar de cerca, desde lo concreto, si realmente somos capaces de poner el sistema al servicio del cuidado. Porque lo que rige en abstracto, ese supuesto mecanismo racional que nos protege, tiene tambi¨¦n otra cara que, sin esa ¨¦tica del cuidado, menoscaba nuestra autoestima al recibir un trato paternalista, degradante o punitivo, cuando se culpabiliza o estigmatiza a quien, por su situaci¨®n, no puede sino sentirse vulnerable. Si, en palabras de Butler, ¡°nuestra vida est¨¢ siempre en manos de otro¡±, esforc¨¦monos al menos por no hablar solo de meras y fr¨ªas cifras estad¨ªsticas.
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