Presidentes de sal¨®n
Nuestras son ahora nuestras casas como nuestro es el futuro de nuestro peque?o reino. Es hora de ordenar las lindes de nuestras peque?as tierras. Porque de ellas est¨¢ hecho el mundo
No me considero una ciudadana d¨®cil y adem¨¢s creo que estoy razonablemente bien informada. Puedo ver la situaci¨®n en que se encuentra la sanidad madrile?a, entender c¨®mo ha llegado hasta donde est¨¢ y saber que no es (o no solo) por culpa del virus. Igual que puedo valorar algunas de las decisiones que se tomaron al inicio de esta crisis en Espa?a, cuando hab¨ªa informaci¨®n suficiente para hacer ciertas cosas y cancelar ciertas otras y se eligi¨® sue?o, que dir¨ªa Jabois.
Sin embargo, s¨¦ que no es el momento de la cacerola ni del pataleo. Es el momento de gobernarnos con altura, que dir¨ªa Rosal¨ªa, por citar una fuente pol¨ªticamente fiable. Y no me refiero a los pol¨ªticos, sino al microgobierno de todos aquellos ciudadanos que estamos encerrados en nuestras casas y que tenemos tantas decisiones cruciales que tomar por nuestro pa¨ªs.
Entre todos los confinados, somos muchos los que estamos sanos y tenemos, adem¨¢s, ingresos o recursos suficientes para continuar con nuestros pagos b¨¢sicos e incluso afrontar alguno m¨¢s. Millones de espa?oles estamos en esta privilegiada situaci¨®n y de nuestro Gobierno depende el futuro de muchos. Porque las decisiones de las presidentas y presidentes de cada sal¨®n decidir¨¢n tambi¨¦n el futuro y las secuelas del coronavirus.
Los trabajadores de Glovo trabajan porque hay mucho jefe de Estado caprichoso que no est¨¢ dispuesto a privarse de nada. ?Deber¨ªa el Gobierno familiar alentar y sostener este tipo de consumo?
Pienso por ejemplo en los recortes que podr¨ªan llevarse a cabo en las mejores familias. En todas aquellas donde limpian, cuidan y cocinan empleadas de hogar (los hombres son minor¨ªa en este oficio) que no pueden teletrabajar y que a menudo no tienen contrato. Aun cuando lo tuvieran, no tendr¨¢n derecho al paro si son despedidas y de su salario dependen familias enteras. ?Qu¨¦ vamos a hacer los gobernantes de sal¨®n a este respecto? ?Las dejaremos en su casa para evitar contagios o les haremos acudir al centro de trabajo en metro o autob¨²s? Y en caso de que se queden en casa. ?Les pagaremos por no trabajar dadas las circunstancias? ?El mes completo o solo una parte? ?Durante cu¨¢ntos meses?
En la misma situaci¨®n se encuentran muchos de nuestros aut¨®nomos cotidianos. Esos que nos dan clases de yoga, zumba, pilates, ingl¨¦s o viol¨ªn¡ ?Qu¨¦ har¨¢ con ellos nuestro microgobierno? ?Daremos de baja sus servicios o mantendremos las clases por Skype? No es que las vayamos a aprovechar igual pero quiz¨¢s tenga un significado diferente, el valor que damos a nuestros maestros cuando las cosas se ponen feas. ?Y qu¨¦ haremos respecto de las pymes? ?Vamos a pedir que nos devuelvan las cuotas la escuela de arte del barrio? ?C¨®mo de solidarios ser¨¢n ahora unos coworkers con otros? Est¨¢ claro que aqu¨ª la ¨²ltima palabra la tiene cada comunidad aut¨®noma familiar.
Aunque existen algunas familias m¨¢s importantes que otras. Algunas, las m¨¢s ricas, tienen dinero invertido aqu¨ª y all¨¢. Un dinero que de pronto se ve bajar en esa bolsa nerviosa y ciclot¨ªmica. ?Cu¨¢l ser¨¢ la decisi¨®n de los jefes de Estado que cabecean preocupados en sus chaises longues? ?Resistir¨¢n y confiar¨¢n o vender¨¢n para no perder m¨¢s o m¨¢s deprisa? La mayor¨ªa de inversores venden cuando ya han perdido, aunque esos mismos ahorradores no suelen vender cuando han ganado. En todo caso, en cada una de esas posibles ventas, ?perder¨¢ solo cada peque?o inversor o habr¨¢ tambi¨¦n una p¨¦rdida social, una p¨¦rdida de confianza, un peque?o paso atr¨¢s? Esa cascada.
Menci¨®n especial merece el abastecimiento de cada reino. Desde mi ventana puedo ver a los trabajadores de Glovo sentados en los mismos bancos de siempre a la espera de sus pedidos, sin guantes ni mascarillas y a pleno rendimiento. Trabajan porque hay mucho jefe de Estado caprichoso que no est¨¢ dispuesto a privarse de nada. ?Deber¨ªa el Gobierno familiar alentar y sostener este tipo de consumo? ?O deber¨ªamos exigirnos cierta responsabilidad? Aunque el consumo del que un buen presidente debe preocuparse m¨¢s en un momento as¨ª es el del wifi. Todos sabemos que las telecomunicaciones lo est¨¢n haciendo bien pero que podr¨ªan colapsar. Lo sabemos como otros sab¨ªan otras cosas. Nuestra es pues la decisi¨®n de mandar o no ese meme.
Por otro lado, en los ¨²ltimos d¨ªas, hemos aprendido que los cuidados son m¨¢s importantes que el dinero en cualquier buen Gobierno. As¨ª que es urgente colgar en el recibidor un decreto ley con medidas urgentes al respecto. Todos tenemos amigos que est¨¢n demasiado solos, que son demasiado viejos o que tienen demasiado miedo. Y necesitan tiempo y mimo. Dicho en presente: teletiempo y telemimos. Con su botella de vino delante de Skype y todo el rito.
Por no hablar del rito m¨¢s importante de cualquier sociedad: la despedida ante la muerte. Irse sin ni siquiera un adi¨®s es una despedida que nadie se merece. Por eso, a nosotros nos toca acompa?ar m¨¢s que nunca el sentimiento de todos los que han perdido a alguien en estos d¨ªas. Seamos pues ese espacio de escucha y consuelo. Quiz¨¢s a nuestro Gobierno le toque dolerse por personas que ni siquiera conoci¨®, pero es una labor de estado.
Estoy segura de que vamos a volver a las calles. Y estoy segura de que volveremos a tomarlas. Ser¨¢n nuestras y las usaremos para bailar, para saltar y tambi¨¦n para protestar. Pero nuestras son ahora nuestras casas como nuestro es el futuro de nuestro peque?o reino. Es hora de ordenar las lindes de nuestras peque?as tierras. Porque de ellas est¨¢ hecho el mundo.
Nuria Labari es periodista y escritora.
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