La pol¨ªtica de hablar claro
Hablar el lenguaje 'de la gente' ya no es exclusiva de los nuevos pol¨ªticos
Dec¨ªa Huxley que cuanto m¨¢s siniestros son los deseos de un pol¨ªtico m¨¢s pomposo se vuelve su lenguaje. En los ¨²ltimos a?os la opini¨®n p¨²blica de las democracias occidentales se hab¨ªa resignado a escuchar una y otra vez una jerga ininteligible por parte de los encargados de dirigir sus sociedades un poco como hace a?os se escuchaban por la radio las canciones en ingl¨¦s; sin entender una palabra. Y cuanto m¨¢s arriba estaba el responsable, m¨¢s ininteligible se volv¨ªa el lenguaje. En el culmen europeo hasta hace pocos d¨ªas figuraba el habla de la Uni¨®n Europea, que habitualmente necesitaba una doble traducci¨®n: primero la formal al idioma propio y luego la interpretativa para tratar de hacer comprensible qu¨¦ significaba todo aquello. Hablar urdu o past¨²n no tiene ning¨²n m¨¦rito comparado con los eur¨®logos compa?eros de oficio.
Tan alejado estaba este lenguaje de la comprensi¨®n ciudadana que en la mayor¨ªa de las democracias han surgido partidos, movimientos o figuras individuales que han tenido un fulgurante ¨¦xito por diversos motivos, aunque todos presumen de lo mismo: hablar el lenguaje de la gente. Los hay de izquierdas, derechas, liberales, alternativos, extremistas, populistas, inclasificables o simplemente lun¨¢ticos. Todos se dirigen a sus votantes con un lenguaje directo que despierta no necesariamente simpat¨ªa, pero s¨ª una disposici¨®n autom¨¢tica a escuchar entre quienes llevaban tiempo recelando de quienes pon¨ªan en sus labios un lenguaje alambicado, pomposo y ret¨®rico en el mal sentido de la palabra. Su tesis era que la vieja pol¨ªtica ni siquiera era capaz de hacerse entender mientras que la nueva pol¨ªtica s¨ª, obviando un peque?o detalle: se puede entender ¡ªy creer¡ª una mentira al tiempo que se desde?a una verdad porque no se comprende c¨®mo est¨¢ expresada.
Pero en estos d¨ªas de par¨®n excepcional resulta que entre quienes se han formado en la denigrantemente calificada vieja pol¨ªtica ha comenzado a calar la idea de que es mejor no andarse con rodeos. Ah¨ª est¨¢ el alcalde de Messina, Cateno de Luca, autonomista hoy pero criado pol¨ªticamente en la Democracia Cristiana, cuyo mensaje escuchan quienes violan el confinamiento y se encuentran con un dron municipal sobre sus cabezas: ¡°?D¨®nde co?o va?¡±. Hay otros ejemplos similares de alcaldes en el pa¨ªs transalpino. O como el socialdem¨®crata y primer ministro de Portugal Ant¨®nio Costa, quien despach¨® con un ¡°repugnante¡± ¡ªpalabra precisa e inusual en el lenguaje comunitario¡ª la actitud de su colega holand¨¦s ante la llamada de auxilio realizada por los pa¨ªses cuyos ciudadanos necesitan m¨¢s que nunca percibir que la Uni¨®n Europea es un proyecto y no un tinglado.
Es bueno que todos empiecen a llamar a las cosas por su nombre. Porque se cierne una ¨¦poca en la que las libertades colectivas e individuales tambi¨¦n corren el riesgo de ser confinadas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.