Biliosa
Quiz¨¢ mi p¨®lipo ha aparecido como reacci¨®n fisiol¨®gica a la indignaci¨®n y el asco ante las vergonzantes ruedas de prensa y mal¨¦ficas intervenciones parlamentarias de Casado y Abascal
Hace un par de semanas ¡ªa lo peor, solo una: con el encierro se altera el sentido del tiempo¡ª anunci¨¦ a bombo y platillo, a trav¨¦s de las ondas de la cadena SER, que me hab¨ªan diagnosticado un p¨®lipo en la ves¨ªcula. Me pareci¨® una manera de subrayar el hecho impresionante de que, aunque el coronavirus colapse la sanidad p¨²blica, m¨¦dicos y m¨¦dicas de familia, as¨ª como servicios de quimio y radioterapia funcionan. Como pueden, pero funcionan. Mi m¨¦dica, que se llama Ana Pilar y tiene la misma edad que yo ¡ªpero parece 20 a?os m¨¢s joven¡ª, me llam¨® justo antes de la hora del aplauso para comentarme los resultados de mi ecograf¨ªa. Previamente hab¨ªa atendido a pacientes que presentaban s¨ªntomas catarrales, s¨ªntomas de esta pandemia asesina y s¨ªntomas de ansiedad. Tambi¨¦n anunci¨¦ mi dolencia a bombo y platillo porque, en esta ¨¦poca v¨ªrica, nos centramos m¨¢s en nuestros rincones oscuros, atendemos a altavoces hipocondriacos, y cogemos el trapo de la lej¨ªa con fruici¨®n amplificadora. Como si pudi¨¦semos ver al virus que estamos matando con nuestro desinfectante, o¨ªr c¨®mo grita y responder: ¡°Mu¨¦rete cabr¨®n y que viva la rep¨²blica¡±. El virus ha venido con chiste f¨¢cil y mal nombre, y a veces me descubro, disfrazada de Mill¨¢s, buscando pa¨ªses escondidos en los estantes del sal¨®n, colonias de moho o polvo, en las que habitan hom¨²nculos, arp¨ªas y otros seres de una menguante parada de los monstruos. Yo siempre hab¨ªa sido sensible a las tuber¨ªas corporales y a las dolencias asociadas a ¨®rganos, huesos, elementos anat¨®micos esdr¨²julos. Como El astr¨¢galo de Albertine Sarrazin. Estas palabras siempre han sido inspiradoras: el ¨²tero de mi madre me record¨® que ten¨ªa que escribir una novela autobiogr¨¢fica; la pr¨®stata de mi padre me dict¨® un poemario; gracias a la hip¨®fisis de mi marido visualic¨¦ un relato para estas ¨¦pocas de confinamiento; mi clav¨ªcula me revel¨® la dificultad de separar vida laboral de enfermedades del cuerpo y del esp¨ªritu, sustancia ambarina y et¨¦rea que se alberga en mis recept¨¢culos glandulares.
Ahora, el doble esdr¨²julo ¡ªp¨®lipo, ves¨ªcula¡ª me habla y me ayuda a comprender mi naturaleza biliosa. Como la ficci¨®n es verdad y resulta dif¨ªcil huir de las garras del lenguaje, no soy un caso ¨²nico: tambi¨¦n a Eduardo Mendicutti su pr¨®stata le susurraba maldades al o¨ªdo con la seductora voz de Mae West. Tampoco ignoro la teor¨ªa de los cuatro humores ¡ªbilis, bilis negra, flema y sangre¡ª cuyas proporciones en el cuerpo definen individuos col¨¦ricos, melanc¨®licos, sangu¨ªneos o flem¨¢ticos. Mi bilis amarilla, asociada a la ves¨ªcula, me convierte en una mujer col¨¦rica y ¡°guardiana¡±. Netamente espa?ola, caliente y seca: hasta que Hume o Voltaire cuestionaron estos lazos, los humores se asociaban a idiosincrasias nacionales. As¨ª que mi p¨®lipo en la ves¨ªcula me dice cosas y echa de menos lo que imaginar¨ªa Berlanga con aventuras como la de esa abuela que quebrant¨® el ¡°Qu¨¦date en casa¡± para comprar speed a su nietecita. O quiz¨¢ sea el rev¨¦s y, cuando Casado y Abascal comenzaron con sus vergonzantes ruedas de prensa y sus mal¨¦ficas intervenciones parlamentarias, mi p¨®lipo a¨²n no estaba all¨ª y ha aparecido como reacci¨®n fisiol¨®gica frente a la indignaci¨®n y el asco. ¡°Habr¨¢ que confirmarlo en la pr¨®xima ecograf¨ªa¡±, mi p¨®lipo me lo acaba de decir.
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