1977/2020
Despu¨¦s del debate del pasado jueves en el Congreso ha quedado claro que estamos librando dos guerras, la guerra contra el virus y la de los pol¨ªticos entre s¨ª

Una de las caracter¨ªsticas del actual momento es la fascinante paradoja de que la sociedad se mueve a una inmensa velocidad justo cuando los seres humanos permanecen inm¨®viles. O, dicho de otra manera, que cuando una sociedad se para, cuando no se hace nada, cuando todo se detiene, es cuando se produce la mayor transformaci¨®n. Para mal, se entiende. El no hacer es lo m¨¢s disruptivo porque todo est¨¢ pensado para un movimiento incesante, para la acci¨®n perpetua. Es como apagar el motor, el veh¨ªculo se detiene, y cuanto m¨¢s tiempo permanezca inm¨®vil m¨¢s dif¨ªcil ser¨¢ despu¨¦s que vuelva a arrancar y coger la velocidad anterior.
Una de las pocas ventajas de estos momentos es que han sacado a la luz c¨®mo la vida social consist¨ªa esencialmente en eso, en no parar, en seguir en marcha, que el movimiento, lo que nos sostiene, importaba m¨¢s que el destino. Por seguir con la met¨¢fora, lo decisivo no era tanto el llegar a alg¨²n sitio cuanto el mantenernos activos. Y esto, que sirve sobre todo para el sistema productivo, afecta tambi¨¦n a la pol¨ªtica. Su parte de gesti¨®n institucional, el Estado, como bien se?al¨® Peter Sloterdijk, era lo m¨¢s parecido a un ¡°taller de reparaciones¡±. Se encargaba, por tanto, de remediar los peque?os o grandes destrozos que se iban introduciendo en ese perpetuum mobile en el que est¨¢bamos inmersos. Aqu¨ª tambi¨¦n, impedir que el motor se gripara pas¨® a ser m¨¢s importante que el encaminar al veh¨ªculo en una determinada direcci¨®n. Y en la dimensi¨®n de la pol¨ªtica democr¨¢tica como disputa partidista, el principio de movimiento se consum¨ªa en la acci¨®n incesante por conservar el poder o acceder a ¨¦l. El fin, el ¨²nico destino buscado era conseguirlo. Luego ya se ver¨ªa hacia d¨®nde poder conducir a la maquinaria.
Ahora que toca volver a arrancar el motor es importante que no nos olvidemos de que hay otro aspecto de la pol¨ªtica que permanec¨ªa oculto: que esta debe tener un telos, que hay que encaminarla en alguna direcci¨®n. Por eso, cuando se vuelve a hablar de los Pactos de la Moncloa tendemos a perder de vista que lo que facilit¨® el acuerdo no fue solo la reparaci¨®n del sistema econ¨®mico. Este fue un mero medio para conseguir el fin, la vuelta de la democracia. Cuando hay un objetivo compartido, el entendimiento sobre los medios es casi mec¨¢nico. Hoy el fin compartido no es tan brillante, pero no por eso menos imperativo: evitar el mal mayor, la seguridad sanitaria y el derrumbe del sistema productivo. Ni eso. Despu¨¦s del debate del pasado jueves en el Congreso ha quedado claro que estamos librando dos guerras, la guerra contra el virus y la de los pol¨ªticos entre s¨ª. ?Qu¨¦ tiene que pasar en este pa¨ªs para que seamos capaces de unirnos?
Aunque casi todo se ha detenido, sigue a toda m¨¢quina el movimiento de la fiera lucha pol¨ªtica, que se impone incluso sobre la racionalidad m¨¢s palpable. Lo malo es que si esto no se para, si no detienen su maquinaria cainita, no habr¨¢ forma de conseguir que el resto vuelva a ponerse en marcha en condiciones. El m¨¦todo ya lo conocemos, volver a 1977. Nos induce a la nostalgia, pero tambi¨¦n a la esperanza. Como dijo Maquiavelo, en momentos de ¡°crisis de la rep¨²blica¡± hay que retornar al esp¨ªritu que marc¨® sus inicios. Todo era en blanco y negro, pero proporcion¨® la ¨¦poca m¨¢s luminosa de la historia espa?ola.
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