Afganist��n: vivir con dignidad pese a las adversidades de una guerra eterna

Su posici��n geoestrat��gica, ��nica y privilegiada, ha convertido a Afganist��n en uno de los puntos centrales de la pol��tica internacional desde hace siglos. El pa��s ha sido el escenario en el que las potencias mundiales han escenificado sus rivalidades, desde aquel Gran Juego del siglo XIX (entre el Imperio ruso y el brit��nico) hasta ��poca m��s reciente, cuando en 1979 la Uni��n Sovi��tica lo invadi�� en el marco de las hostilidades de la Guerra Fr��a. Exceptuando un breve y represivo periodo del gobierno talib��n en la d��cada de 1990, Afganist��n ha permanecido en estado permanente de conflicto abierto desde la invasi��n sovi��tica.

En la imagen, fabricantes de ladrillos en las afueras de Mazar-e Sarif. Aqu�� se preparan en crudo y luego se cocer��n manualmente en un horno.

El pa��s comparte frontera con Pakist��n, Ir��n, Turkmenist��n, Uzbekist��n, Tayikist��n y China, y ha recibido la influencia cultural de todos ellos. Tiene dos lenguas oficiales, el dari y el past��n, pero se hablan muchas m��s, entre ellas el uzbeco, el nuristani, el urdu, el turcomano y el balochi. Las culturas locales de Afganist��n reflejan esta diversidad en la gastronom��a, los trajes y las tradiciones de cada regi��n.

En la imagen, un camello hace una pausa despu��s de moler semillas de s��samo para obtener aceite en Mazar-e Sarif. En el norte de Afganist��n, esta producci��n tradicional est�� en manos de la etnia turcomana, que trabaja en peque?os molinos llamados jarasi.

Actualmente, el Ej��rcito afgano combate a los talibanes en la guerra contra el terrorismo inscrita en las acciones de la coalici��n liderada por Estados Unidos. Aunque los estadounidenses acabaron firmando un acuerdo de paz el pasado 20 de febrero con los talibanes y accedieron a retirar sus tropas de la guerra m��s larga de su historia, est�� por ver si el tratado se mantiene mucho tiempo. La violencia ya ha estallado.

Un barbero en el valle de Panjshir, regi��n natal de Ahmad Shah Masud, el combatiente muyahid��n que dirigi�� las fuerzas de la Alianza del Norte durante la guerra contra los talibanes.

A pesar de que les espera un futuro incierto y posiblemente violento, para la mayor��a de los afganos la vida sigue igual, con su capacidad de adaptaci��n y dignidad en vez de desesperaci��n por la guerra.

En la fotograf��a, un grupo de hombres descansa en un bar de narguiles de Mazar-e Sarif.

Cuarenta a?os de guerra casi ininterrumpida son una de las causas principales de que Afganist��n nunca haya dejado de ser pobre. El 54,6% de sus habitantes vive por debajo del umbral de la pobreza, y el pa��s depende de la producci��n agr��cola. Adem��s, casi una cuarta parte de la poblaci��n en edad de trabajar est�� en paro. Aun as��, gracias a la econom��a cotidiana, la producci��n se mantiene. Los hornos de ladrillos, las barber��as y las panader��as, en pocas palabras, las actividades econ��micas que permiten que la sociedad siga funcionando, est��n abiertas. En los miles de mercados y bazares del pa��s se sigue comerciando, y por las tardes, los bares donde se fuma el narguile proporcionan un descanso a los trabajadores.

En la imagen, varios hombres preparan tortas afganas, el pan nacional y uno de los alimentos b��sicos del pa��s. En esta panader��a de Mazar-e Sarif se elaboran 2.000 tortas al d��a.

Las peleas de gallos y de perros -como la de la fotograf��a, en Herat- son un entretenimiento habitual. Tienen una larga historia profundamente arraigada, y en torno a ellos suelen cambiar de mano grandes cantidades de dinero, ya que se hacen apuestas y se espera ganar prestigio. Los talibanes prohibieron las apuestas y el juego, pero en los ��ltimos a?os vuelven a tener lugar, sobre todo en las zonas controladas por la Alianza del Norte.

El partido de buzkashi de los viernes en Mazar-e Sarif. Esta violenta forma de polo -en la que participan m��s de 100 jinetes y donde, aparentemente, no hay reglas- es el deporte nacional de Afganist��n. El objetivo del juego es hacerse con el cuerpo de un animal decapitado y eviscerado (normalmente un ternero o una cabra) y llevarlo a la meta.

Aunque en estos encuentros tanto los jugadores como los espectadores son exclusivamente hombres, hay otros aspectos de la vida en los que las mujeres aparecen en p��blico. Sorprendentemente, el resurgir del sufismo en los ��ltimos a?os ha dado cabida a pr��cticas y rituales isl��micos prohibidos por los talibanes, como los encuentros musicales, los espect��culos de danza y las visitas a los santuarios. Este ��ltimo, en particular, es uno de los componentes m��s importantes de las rituales suf��es, y en ��l suelen participar tanto mujeres como hombres.

Una mujer suf�� vestida de rojo medita en la Mezquita Azul de Mazar-e Sarif. La mujer participa en un v��deo producido en el pa��s que destaca la importancia del sufismo en Afganist��n.

La mayor��a de los gobiernos advierten de que no se viaje al pa��s por los peligros que entra?a, y el ��ndice de paz global lo clasifica como el lugar menos seguro del mundo. Desde el comienzo del actual conflicto en 2001, m��s de 175.000 personas han perdido la vida, y la poblaci��n refugiada asciende a 2,7 millones, la segunda mayor del planeta.

En la fotograf��a, tanques de la guerra afgano-sovi��tica cubiertos de grafitis en el valle de Panjshir, cerca de Kabul. El valle ha sido escenario de varios conflictos, entre ellos las ofensivas del Panjshir, la guerra de Afganist��n de 1978-1992 y la guerra civil.

Los afganos han tenido que soportar la furia de la lucha contra el terrorismo, la guerra activa m��s larga de la historia reciente. En el futuro se ver�� c��mo se recupera la normalidad una vez que haya terminado realmente pero, hasta entonces, en Afganist��n la vida sigue como lo ha hecho durante mucho tiempo, con gran fuerza y dignidad.

Un pastor cuida de su reba?o en la provincia de Samangan, en la carretera que lleva de Mazar-e Sarif a Kabul. Para gran parte de la poblaci��n rural de Afganist��n, la vida no ha cambiado desde hace siglos.

El mercado de los viernes en Herat. Un hombre espera a vender sus dos gallinas, igual que el chico que est�� detr��s de ��l.

Los talibanes siguen controlando la mitad de los distritos del pa��s y las zonas suf��es se han convertido en blanco de ataques. Los periodistas, los fot��grafos y los turistas encuentran obst��culos para viajar por Afganist��n.

En la imagen, una joven muestra los dibujos de henna de la mano, en Kandahar.

Un grupo de hombres come (izquierda) mientras otro carga a un anciano a la espalda (derecha) en el santuario suf�� de Gazar Gah, cerca de Herat, en Afganist��n. Durante el gobierno talib��n, el sufismo estuvo prohibido, pero en muchas zonas est�� resurgiendo.

Una pelea de gallos en el mercado de los viernes en Herat. Al igual que todas los combates de animales y las apuestas, este deporte tradicional estuvo prohibido durante el gobierno talib��n, pero ahora se ha recuperado. Los afganos consideran las peleas de gallos un s��mbolo de virilidad. En un pa��s en el que la renta anual per c��pita ronda los 1.000 d��lares, a menudo miles de d��lares cambian de mano entre los espectadores, que hacen sus apuestas. Antes de que se decida qui��n es el ganador, los gallos acaban ensangrentados y, a veces, ciegos. Algunos incluso mueren a causa de los picotazos.

Practicantes de lucha tradicional afgana en Herat. Los viernes, despu��s de ir a la mezquita, los espectadores acuden al estadio a presenciar los combates.

Un hombre lava zanahorias y las mete en sacos en Mazar-e Sarif. Un saco cuesta 300 afganis (3,5 euros).

La lucha contra el coronavirus -que ha causado m��s de 2.300 enfermos y casi 70 muertes a 1 de mayo de 2020- es una guerra m��s que los afganos tienen que enfrentar: c��mo cambiar�� su sociedad, tradiciones y vida cotidiana todav��a est�� por ver.

Dos ni?os juegan en unos columpios cerca de la muralla de Balj, a las afueras de Mazar-e Sarif. En Balj, antigua capital de la regi��n, Alejandro Magno conoci�� a su esposa, Roxana, y se cas�� con ella. Una potente fortificaci��n de tierra todav��a rodea la ciudad.

Primera hora de la ma?ana en el santuario de Hazrat Ali (Mezquita Azul) en Mazar-e Sarif.