Sergio Moro como Jano, el dios romano de las dos caras
El exjuez acept¨®, sin nunca enfrentarse, las embestidas y arrobos autoritarios del presidente
Sergio Moro, el m¨ªtico juez de la Lava Jato ¡ªla operaci¨®n judicial contra la corrupci¨®n pol¨ªtica empresarial que llev¨® a la c¨¢rcel por primera vez en Brasil a los hasta entonces intocables, empezando por el carism¨¢tico expresidente Lula da Silva¡ª, es hoy, ya fuera de la magistratura, una de las figuras nacionales m¨¢s pol¨¦micas, discutidas y analizadas por los expertos en pol¨ªtica.
Su personalidad herm¨¦tica podr¨ªa ser analizada a la luz del dios Jano de la mitolog¨ªa romana, el de las dos caras o dos puertas, el dios de las guerras, el que dio nombre al primer mes de nuestro calendario: enero.
Moro acaba de volver a las primeras p¨¢ginas de los peri¨®dicos por haber renunciado como ministro de Justicia del gobierno del ultraconservador Jair Bolsonaro. Sali¨® haciendo graves acusaciones al presidente de querer encuadrar a su servicio y de su familia a la Polic¨ªa Federal brasile?a, que, si probadas, podr¨ªan hacerle perder el cargo.
Moro, que hab¨ªa entrado en el Gobierno ultraconservador como t¨¦cnico, sin ser pol¨ªtico de profesi¨®n ni haberse expuesto nunca al juicio popular de las urnas, es visto hoy m¨¢s como pol¨ªtico por muchos otros y aparece con una adhesi¨®n en los sondeos como posible candidato a la presidencia muy superior a la de su exjefe Bolsonaro.
Moro asombr¨® cuando dej¨® su puesto de brillante juez criminal con fama internacional para ser ministro de Bolsonaro, cuyos gustos golpistas ya eran conocidos. Ahora acaba de abandonar el Gobierno dando un portazo y creando un caso pol¨ªtico. Quiz¨¢s por ello sea visto por muchos como un personaje dif¨ªcil de catalogar y analizar.
Al dejar el Ministerio de Justicia, Moro provoca una serie de preguntas sin respuesta sobre si dentro del Gobierno de corte fascista de Bolsonaro fue una v¨ªctima o un c¨®mplice. C¨®mplice de los desmanes de un Gobierno que ha perdido en poco tiempo el prestigio nacional e internacional por sus repetidas embestidas a las instituciones democr¨¢ticas a las que el presidente gustar¨ªa echar un cerrojo para gobernar de manos libres, como un caudillo m¨¢s de los ya conocidos en este continente.
Quienes prefieren ver en la conducta del exjuez un c¨®mplice de los desmanes autoritarios y racistas del presidente Bolsonaro recuerdan que antes de aceptar el cargo de ministro de Justicia, el juez Moro ignor¨® la biograf¨ªa del excapit¨¢n Bolsonaro, conocido durante sus casi 30 a?os como oscuro diputado en el Congreso por sus desvar¨ªos autoritarios, sus nostalgias de la dictadura, su fascinaci¨®n por los torturadores y su desprecio por la mujer y por todos la diversidad sexual. Era una biograf¨ªa p¨²blica.
Si antes de su grave decisi¨®n de entrar en un Gobierno de corte fascista, Moro quiso quemar las naves de su historia brillante de magistrado para entrar en la aventura del poder pol¨ªtico, es dif¨ªcil ver su salida hoy, y su enfrentamiento con el presidente al que hab¨ªa dado su confianza, como una v¨ªctima m¨¢s de un Gobierno que maneja a sus ministros como peones de un ajedrez a su gusto y antojo. Moro no lleg¨® como un desprevenido al Gobierno.
De ah¨ª que haya quien prefiera verlo m¨¢s bien como c¨®mplice del presidente en el a?o y pico que permaneci¨® como poderoso ministro de Justicia. C¨®mplice en el sentido que ni antes de entrar en el Gobierno ni ya dentro de ¨¦l pod¨ªa ignorar el talante del presidente. Y que acept¨®, sin nunca enfrentarse, las embestidas y arrobos autoritarios del presidente.
Ya dentro del Gobierno, y cuando parte de quienes hab¨ªan votado a Bolsonaro empezaban a abandonarle ante sus excesos, Moro no pareci¨® sentirse inc¨®modo en aquel ambiente que se revelaba cada vez m¨¢s sofocante para la democracia.
M¨¢s a¨²n, lleg¨® a manifestar su aplauso al presidente con palabras de elogio como estas, del d¨ªa 2 de diciembre de 2019: ¡° El presidente Bolsonaro es una persona muy ¨ªntegra. Todo el mundo que lo conoce lo testifica (¡) Claro que la gente sabe que en una m¨¢quina gigantesca de la administraci¨®n general pueden surgir casos de desv¨ªos de conducta, de corrupci¨®n, pero no se puede hacer un paralelo con lo que acontec¨ªa en el pasado, cuando exist¨ªan esquemas sistem¨¢ticos de corrupci¨®n incrustados en la administraci¨®n p¨²blica¡±.
Eran los tiempos en los que empezaban ya a aparecer investigaciones de casos de corrupci¨®n dentro de la propia familia del presidente, que a Moro debieron parecerle poca cosa considerados con los esc¨¢ndalos de corrupci¨®n durante los gobiernos de izquierda.
Y si Moro cerr¨® los ojos a los desmanes de corrupci¨®n de la familia del presidente, no fue menos complaciente con sus arrobos autoritarios y con la pol¨ªtica autoritaria de Bolsonaro, para quien ¡°el mejor bandido es el bandido muerto¡±. El proyecto de reforma de la Justicia propuesto en el programa ambicioso de Moro en el Gobierno era tan duro que parec¨ªa querer emular a su jefe. Lleg¨® a proponer un indulto para los polic¨ªas que al matar a un inocente lo hicieran bajo nerviosismo o miedo. Lleg¨® al l¨ªmite de proponer una ley para ¡°deportar¡± a los extranjeros que viven en Brasil y puedan ser considerados peligrosos.
D¨ªas atr¨¢s, antes de su renuncia como ministro, lleg¨® a ser corregido por el propio presidente. Fue con motivo de las normativas para castigar a quienes desobedecen las normas de la cuarentena con motivo de la pandemia. Moro, el duro, lleg¨® a proponer que a los desobedientes, la polic¨ªa los detuviera en la calle y los llevara ¡°esposados¡± a la c¨¢rcel. ¡°Critiqu¨¦ a Sergio Moro en aquel momento. Existe una ley sobre abuso de autoridad que habla sobre el uso de las esposas¡±, coment¨® Bolsonaro, quien a?adi¨®: ¡°Tienes que tener una posici¨®n clara sobre la prisi¨®n, sobre esposar a una mujer en la playa, al comerciante en el Piau¨ª, gente humilde defendiendo su frijol con arroz¡±.
Moro intent¨® cerrar un ojo o minimizar los esc¨¢ndalos de corrupci¨®n que empezaban a salpicar a los hijos del presidente y hasta a su propia esposa y sus relaciones poco republicanas con las milicias de R¨ªo de Janeiro, que fue siempre la sede electoral de toda la familia Bolsonaro. Y la pregunta que tantos se hac¨ªan era por qu¨¦, una vez dentro del Gobierno, una figura p¨²blica y de su prestigio, no se fue antes, al descubrir, si es que no lo sab¨ªa ya, la gravedad de la fuerza antidemocr¨¢tica del nuevo presidente.
Quiz¨¢s en raz¨®n de esa ambig¨¹edad de Moro, que dej¨® el gobierno cuando quiz¨¢s era ya demasiado tarde, podr¨ªa compararse su figura de mito con el dios Jano, de la mitolog¨ªa romana, el de las dos caras, o de las dos puertas.
Las mitolog¨ªas griegas y romanas son, en efecto, ricas en simbolog¨ªas que han llegado vivas hasta hoy. Un mito romano original que no tiene antecedentes en Grecia es en efecto, el de Jano, el dios de las dos caras.
La fuerza del dios romano lleg¨® a dar nombre en Occidente al primer mes del a?o, enero, que deriva de su nombre latino, Lanuario. Los meses del calendario inician, pues, con el nombre del dios romano que fue visto como un mito de la guerra. Y en Roma lleva a¨²n su nombre una de las colinas m¨¢s famosas, la del Janicolo, meta del turismo mundial.
Al mito del dios Jano por su peculiaridad de ambivalencia se le ha usado para definir personalidades dobles y misteriosas. Y duras, por ser el dios de las guerras. De ah¨ª que se use ese mito para simbolizar cualquier tipo de ambig¨¹edad pol¨ªtica o personal.
Hasta la psiquiatr¨ªa ha usado el mito del dios romano para describir la enfermedad de las dobles personalidades y de todo lo relacionado con lo que aparece sin contornos definidos de personalidad.
No deber¨ªan olvidar los aspirantes al poder que entre la iniquidad y el silencio, entre la resistencia y la complicidad existe solo el infierno. Y que querer pretender conseguir el poder amparado en la astucia o meci¨¦ndose en una calculada ambig¨¹edad puede conducir al peor de los fracasos.
Deber¨ªan recordar los malabaristas del poder que se mueven en las sombras, que ya la Biblia amonestaba: ¡°Sed fr¨ªos o calientes, porque si sois tibios os arrojar¨¦ de mi boca¡±. (Apocalipsis. 3,16)
La ambig¨¹edad nunca ser¨¢ maestra de sabidur¨ªa y menos de credibilidad pol¨ªtica. M¨¢s bien eco de la cobard¨ªa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.