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Confinarse en el bosque para evadir el coronavirus En las fronteras del sudoeste de la Rep¨²blica Centroafricana, la covid-19 es una realidad distante. All¨ª, los ind¨ªgenas bayaka se sienten protegidos por los genios de sus selvas ancestrales Un curandero pigmeo tradicional, ganga en el idioma bayaka, realiza una ceremonia de curaci¨®n en la selva tropical para mostrar a los j¨®venes c¨®mo funciona, en Bayanga, el 13 de marzo de 2020. Desde el comienzo de la pandemia de covid-19, las autoridades del parque Dzanga-Sangha han estado empujando a los pigmeos a los bosques. No obstante, aqu¨ª, en las fronteras del sudoeste de la Rep¨²blica Centroafricana, el coronavirus sigue siendo una realidad distante. FLORENT VERGNES (AFP) El ganga sopla en plena ceremonia de curaci¨®n, en Bayanga. Esta comunidad cree que los genios del bosque les protegen. ?Y en qui¨¦n confiar, sino en los genios, en un pa¨ªs con infraestructuras sanitarias casi inexistentes y cuando la gran mayor¨ªa de los pigmeos son, en cualquier caso, demasiado pobres para consultar a un m¨¦dico? FLORENT VERGNES (AFP) Por el momento, el virus a¨²n no ha llegado a la reserva protegida de Dzanga Sangha, un santuario vinculado al resto del mundo por un camino estrecho, inaccesible despu¨¦s de la primera lluvia. Este aislamiento constituye hoy la mejor defensa para los pigmeos bayaka, considerados parias en un pa¨ªs ya clasificado entre los m¨¢s pobres del mundo. Otro momento de la ceremonia pigmea de sanaci¨®n. FLORENT VERGNES (AFP) Mientras la epidemia se acelera en la Rep¨²blica Centroafricana con, oficialmente, m¨¢s de 3.000 casos detectados pero solo 37 muertes a finales de junio, los bayaka de Dzanga Sangha pasar¨¢n su confinamiento en el bosque para evitar el contagio. "Se les pidi¨® que fueran a vivir a sus campamentos de caza durante tres meses", explica Luis Arranz, a cargo del parque nacional para el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF). "Cada semana, dejaremos de lado la yuca y los medicamentos. Deben permanecer aislados. Esta es nuestra ¨²nica soluci¨®n", agrega el jefe de la ONG internacional. FLORENT VERGNES (AFP) Dos j¨®venes bayaka posan para una foto mientras arman su campamento en el bosque de bayanga. La forma de vida de estas poblaciones semin¨®madas, potencialmente vulnerables a las enfermedades desconocidas en estas regiones, hace que el miedo sea peor en caso de contagio. "La gente contin¨²a compartiendo cigarrillos, caf¨¦ y una caba?a para cinco o diez personas", se preocupa Yvon Martial Amolet, representante de la ONG Maison de l'Enfant et de la Femme pygm¨¦es, con sede en Bayanga, el pueblo principal. Seg¨²n este abogado, nativo de la regi¨®n, la esperanza de vida de los pigmeos bayaka es de alrededor de 35 a?os para los hombres y 38 para las mujeres. FLORENT VERGNES (AFP) Un grupo de j¨®venes se adentra en el bosque donde se ha refugiado su comunidad. "La tasa de mortalidad infantil es muy alta entre los bayaka. Es probable que quienes sobrevivan resistan mejor a un virus, pero no tenemos datos sobre una posible vulnerabilidad o inmunidad natural a enfermedades importadas", subraya la doctora Emilia Bylicka, que pas¨® cuatro a?os cuidando pigmeos en el suroeste del pa¨ªs. "El problema es que abandonan el tratamiento muy r¨¢pidamente. Es imposible hacer que tomen un medicamento por m¨¢s de unos pocos d¨ªas", se preocupa. FLORENT VERGNES (AFP) "Los pigmeos conf¨ªan en los remedios tradicionales", recuerda Yvon Amolet. "Al principio, explica, dijeron que el coronavirus era una 'enfermedad blanca". Luego dijeron que la enfermedad hab¨ªa llegado a castigar al bilo". Los "bilo", en idioma bayaka, son poblaciones bant¨²es que viven junto a los pigmeos y los explotan de una manera que a menudo se asemeja a la esclavitud moderna. En los pueblos alrededor de Bayanga, las casas de barro que bordean el camino pertenecen a los bilos. Los pigmeos a menudo ocupan peque?as chozas en los patios traseros de sus empleadores. FLORENT VERGNES (AFP) Henriette Memba, recolectora de remedios tradicionales bayaka, se adentra en el bosque para buscar plantas medicinales. El bosque ya no es suficiente para garantizar la subsistencia de los bayaka. "Los bilos dan un poco de sal o un cigarrillo, por un d¨ªa de trabajo en el campo o en el monte", critica Didier, un cocinero bayaka. La violencia y la agresi¨®n sexual son comunes. "?Todo bayaka tiene estos problemas!", lamenta otro anciano. FLORENT VERGNES (AFP) Una recolectora bayaka muestra unas bayas recogidas en el bosque con propiedades medicinales. Algunos bilos no dudaron en difundir rumores salvajes para evitar la partida de sus empleados. "Le dijeron a los bayaka que si se iban al bosque, los matar¨ªamos", asegura Yvon Amolet. Pero gendarmes, subprefectos, alcaldes, pastores... Toda la poblaci¨®n se asoci¨® para convencer a los pigmeos de que lo mejor era refugiarse lejos de las aglomeraciones. "Una vez en el bosque, los pigmeos seguir¨¢n vendiendo sus productos, pero con un intermediario comunitario para evitar el contacto directo. La idea es que no vengan al mercado", explica Yvon Amolet. Algunos bayaka sedentarios, que ya no saben c¨®mo vivir en el bosque, fueron los m¨¢s dif¨ªciles de convencer. Pero la ayuda proporcionada por las autoridades del parque, mayor que el valor de su salario cuando trabajan para los aldeanos, finalmente les hizo decidirse. FLORENT VERGNES (AFP) Sin embargo, se esperan otras dificultades, seg¨²n Yvon Amolet: "Cuando los bayaka van al bosque, es cuando la gente aprovecha para ofrecerles participar en caza furtiva. Algunos cazadores les agreden", se preocupa. Sobre todo porque la caza ilegal podr¨ªa intensificarse en caso de agravamiento de la epidemia, seg¨²n Luis Arranz, quien ya debe garantizar la preservaci¨®n del parque con medios reducidos. "Por el momento, la situaci¨®n no ha cambiado. Pero si llega el virus, aumentar¨¢ la caza furtiva, se aprovechar¨¢n de ellos", dice. En la imagen, Henriette Memba se adentra en el bosque. FLORENT VERGNES (AFP)