El juego de la espera en Georgia

En medio de la pandemia mundial de coronavirus, el estado independentista de Abjasia celebr�� sus elecciones presidenciales, declar�� un vencedor el 22 de marzo y cerr�� sus fronteras una semana m��s tarde. Las elecciones no han sido reconocidas por la UE ni por la comunidad internacional en general, pero fueron supervisadas por funcionarios rusos. Aunque hace 28 a?os que surgieron los conflictos separatistas en las regiones de Abjasia y Osetia del Sur, los desplazados internos de estas zonas siguen viviendo con grandes penurias.

En la imagen, familiares bajando un ata��d por la escalera hasta el coche f��nebre que espera delante del Hotel Kartli, que en tiempos sovi��ticos era un balneario para turistas rusos. Los ascensores del edificio no funcionan desde hace a?os. La mujer del ata��d era Tiniko Jojua, de 78 a?os, fallecida de leucemia. Proced��a de Gulripshi, una localidad de Abjasia. Deja tres hijos, seis nietos y tres bisnietos.

Aproximadamente 250.000 personas huyeron de sus hogares durante la guerra abjasia de 1992-1993. M��s de 300.000 desplazados viven a��n en un limbo econ��mico y social en Georgia. El 45% vive en centros de viviendas colectivas que no cumplen en su mayor��a las condiciones de habitabilidad m��nimas.

En la imagen, Ivanhoe Japaridze, 79 a?os, de Gudauta, en Abjasani, sentado solo, dejando pasar el tiempo. Lleva 26 a?os en este lugar en Tiflis. Pero casi no tiene pertenencias, ni familia o amigos. Naci�� con problemas en las piernas y no puede hablar bien desde que sufri�� un infarto de miocardio. Vive en el complejo de Bajtrioni, en el distrito de Gidani, en Tiflis. En otro tiempo, el edificio fue un pr��spero centro deportivo usado por futbolistas de la Uni��n Sovi��tica. Ahora viven en ��l 300 familias desplazadas.

Muchos de los desplazados siguen viviendo en condiciones miserables en hoteles, hospitales militares, residencias universitarias y centros deportivos abandonados de toda Georgia. Sin embargo, como parte de un paquete de 116 millones de euros destinado a la recuperaci��n del coronavirus, el gobierno georgiano acaba de asignar 42 millones de euros (150 millones de laris) a proporcionar vivienda a los desplazados internos, dando esperanzas de futuro a muchos.

En la imagen, Sergo Torchinava, de 72 a?os, regresando a casa, en el distrito Temka de Tiflis. Originario de Sojumi, lleva 26 a?os viviendo en El Vellocino de Oro. El edificio, que en tiempos sovi��ticos era un balneario, fue ocupado por el ej��rcito durante la guerra civil de Georgia (1991-1993) y ahora residen aqu�� 80 familias de desplazados internos. Corre el rumor de que todos los que residen aqu�� tendr��n que irse este 2020. Sergo quema neum��ticos para extraer el cobre, que luego vende a unos 10 o 12 laris (unos tres euros) el kilo. La pensi��n no le alcanza para sobrevivir, y necesita algo de dinero extra. Tuvo cinco hijos; los dos varones fallecieron en un accidente de coche.

Tras el entierro de Tiniko Jojua, los hombres de la familia disfrutan de una cena conmemorativa en el que en otro tiempo fue el Hotel Kartli pero ahora sirve de vivienda a unas 200 familias de desplazados internos. Brindan por los muertos y por los vivos.

Anastasia, de 11 a?os, posa en su casa de El Vellocino de Oro. Originaria de Gali, en Abjasia, su nuevo hogar es un antiguo balneario situado en el distrito Temka de la ciudad. La de Anastasia es una de las m��s de 50.000 familias desplazadas que a��n esperan una vivienda permanente.

Altar familiar con cuadros de San Jorge y crucifijos en la casa de Elza Pirveli, de 27 a?os, procedente de Sojumi. Vive en una antigua residencia de estudiantes de la Universidad Estatal de Tiflis, en el distrito Vake de la ciudad.

Eliso Jorguani, 46 a?os (izquierda) saca de un armario el uniforme militar de su abuela Agrafina Tavartkiladze, de 96 a?os (derecha). Agrafina es excombatiente de la Segunda Guerra Mundial y viv��a en Gagra. Tiene cuatro hijos (aunque dos fallecieron de j��venes en una epidemia), cinco nietos, trece bisnietos y dos tataranietos. Hace tres a?os se cay�� y se rompi�� una pierna. Tambi��n sufre de esclerosis y p��rdida de memoria. Cree que la guerra acaba de terminar e invita a los visitantes a ir a su casa, dici��ndoles que su padre les ofrecer�� buen vodka y vino.

Teo Gejadze, de 24 a?os, vive con sus abuelos, madre, hermano y hermana en un antiguo complejo deportivo. En otro tiempo utilizado por futbolistas de la Uni��n Sovi��tica, ahora residen en ��l familias desplazadas, muchas de ellas en una sola habitaci��n.

Nunu Kachibaia, de 71 a?os, de Sojumi, vive ahora en un antiguo complejo deportivo situado en el distrito Gldani de la ciudad. Su marido y dos hijos lucharon en la guerra. El marido y un hijo han muerto, pero el otro fue hallado vivo en la morgue durante la guerra. Vive sola y pasa la mayor parte del tiempo en la cama mirando la televisi��n y las fotos de familia colgadas en la pared.

Hombres jugando a las cartas en el rellano de una escalera. Edificio El Vellocino de Oro.

Revaz Chachua, 68 a?os (derecha) ayuda a su nieto Ako Maisuradze, de ocho a?os, a sacar el loro, Rico, de la jaula. La asignatura preferida de Ako son las matem��ticas y le encantan los animes japoneses y el loro de su abuelo. Revaz es originario de Bichvinta, Abjasia. Fue luchador en Karkiv, Ucrania. Tiene dos hijos y cuatro nietos. Viven en el edifico de El Vellocino de Oro, antiguo balneario en el que ahora residen familias desplazadas.

Dos hombres, ambos de Abjasia, que no quisieron dar sus nombres, se sientan en uno de los balcones comunes del Hotel Kartli. En este antiguo balneario de la era sovi��tica viven ahora 230 familias de desplazados internos que llevan 27 a?os esperando a que el Gobierno las realoje. No hay calefacci��n, electricidad ni ascensores, y solo las vistas al mar permiten vislumbrar la antigua gloria del hotel.

Ni?os dormidos en la guarder��a cercana al Hotel Kartli. Aqu�� viven 60 ni?os, el 90% de ellos desplazados internos. Hasta 1993, el edificio fue un sanatorio para ancianos con problemas cardiovasculares.

Una mujer tiende la ropa en el antiguo Hotel Kartli, balneario situado en el distrito de Temka, en Tiflis. En tiempos sovi��ticos recib��a turistas rusos. Ahora viven en ��l unas 230 familias de desplazados internos. La mayor��a de las habitaciones miden solo 15 metros cuadrados y en algunas conviven hasta 10 personas.

Un ni?o peque?o juega en la zona com��n del edificio El Vellocino de Oro. Se rumoreaba que en 2020 las 80 familias que viven en ��l tendr��n que irse. La pandemia ha frenado estos planes, pero a la vez ha tra��do un rayo de esperanza.

El Gobierno georgiano ha proporcionado vivienda a muchas familias de desplazados internos, hasta 21.000 desde 2013, pero todav��a hay decenas de miles esperando. De un paquete para la recuperaci��n del coronavirus que asciende a 116 millones de euros, el Gobierno ha asignado 42 millones de euros (150 millones de laris) a viviendas para desplazados. Seg��n el primer ministro, esto proporcionar�� vivienda a 1.800 familias, dos a?os antes de la fecha l��mite de 2022, que se?ala el 30? aniversario del conflicto. Ser��n alojadas de acuerdo con un sistema de puntos que dar�� prioridad a quienes alcancen una puntuaci��n m��s alta: tres puntos si el solicitante vive en un garaje; tres si un miembro de la familia muri�� o fue herido ��luchando por la integridad territorial de Georgia��; tres si alg��n miembro de la familia tiene alguna discapacidad.

Papuna y Tengiz Nadareishvili juegan a romper el huevo, un juego t��pico de Pascua. Cada uno golpea el huevo del otro y el que no se rompe es declarado ganador.

Dos mujeres cuidan a Shota Murzashvili, de 80 a?os, procedente de Sojumi. Lleva 27 a?os viviendo en un complejo deportivo de Tiflis. Tiene dos hijos, pero uno vive en Siberia y no tiene noticias de ��l. En 2018 sufri�� un infarto de miocardio y un tumor cerebral que le hizo perder la vista y el o��do.

Chjenkeli Ilia era conductor en una granja colectiva de Gagra. Su hijo muri�� a causa de un infarto hace siete a?os. Lleva 27 a?os viviendo en el edificio El Vellocino de Oro, en Tiflis. Su mujer toca la pandura, un la��d de tres cuerdas t��pico del este de Europa. Es la primera vez que toca desde la ma?ana en la que encontraron a su hijo muerto en el pasillo. Tienen dos hijas, una en Grecia y otra en Rusia. A menudo, en estos edificios abandonados solo quedan los mayores, porque el Gobierno solo proporciona una nueva casa por familia y no tiene espacio para todos.

A pesar de sus circunstancias, los j��venes que viven en el edificio de El Vellocino de Oro siguen divirti��ndose, escuchando m��sica tecno en su piso. Beto Kardava, de 26 a?os (primero por la izquierda), ha estado en la c��rcel por atraco a mano armada. No trabaja, pero tiene un Mercedes Benz. El padre muri�� cuando ��l ten��a 14; la madre, que tiene pasaporte ruso, vive en Gali y trabaja de directora de la escuela p��blica. Yana Kardava, de 21 a?os (sentada), vive con su abuelo Beto. Va a ir a Alemania a visitar a unos parientes, y a trabajar y estudiar all��. Toca canciones populares georgianas en la pandura (el instrumento de cuerda georgiano). Giorgi Gogobrishvili, de 23 a?os (derecha), amigo de Beto, y Zaza Kataria, de 22 a?os (segunda por la izquierda) prima de Beto, han venido a disfrutar de la fiesta.

Mujeres en la catedral de Santa Mar��a la Egipcia sujetan la vela de cera bendita que ha sido transportada desde Jerusal��n para la misa de Pascua. Creen que esta llama es ��la m��s sagrada�� y no quema. Cuando la llama llega de Jerusal��n en avi��n, se reparte a todas las iglesias de Georgia, para que los fieles la lleven a casa y enciendan sus propios cirios de Pascua.

Los familiares rodean el f��retro de Tiniko Jojua, una anciana de 78 a?os fallecida de leucemia. Originaria de Gulripshi, Abjasia, ten��a tres hijos, seis nietos y tres bisnietos. A la derecha, una hija se despide del cuerpo de su madre antes de que se la lleven al cementerio para enterrarla. Est��n en los terrenos de lo que en otro tiempo fue el Hotel Kartli, un balneario para turistas rusos en la ��poca sovi��tica.