Una historia de violencia en la frontera entre Tailandia y Myanmar

Sandar (nombre ficticio) tiene 28 a?os. Es una emigrante birmana sin documentaci��n que vive en Mae Sot, en la frontera entre Tailandia y Myanmar. Lleva 11 a?os en una relaci��n de maltrato. Su marido le pega y abusa sexualmente de ella. La situaci��n familiar empeor�� desde el brote de covid-19. Como su marido se qued�� sin trabajo, discut��an constantemente por el dinero. Sandar es una de los aproximadamente 200.000 emigrantes birmanos que viven en la regi��n de Mae Sot. Muchos de ellos carecen de documentaci��n y trabajan en condiciones precarias. Desde que estall�� la pandemia no tienen trabajo ni apoyo del Gobierno tailand��s, y tampoco la posibilidad de volver a Myanmar debido al cierre de las fronteras. Seg��n c��lculos de ONU Mujeres, en algunos pa��ses los casos de violencia dom��stica han aumentado un 30%. La organizaci��n califica el fen��meno de "pandemia en la sombra".

Una vista del barrio donde vive Sandar, en las afueras de Mae Sot. Sandar procede de Mawlamiyaing, una ciudad birmana situada a 130 kil��metros de Mae Sot. La joven entr�� ilegalmente en Tailandia cuando ten��a 15 a?os. La larga frontera de la zona de Mae Sot, en la que los dos pa��ses est��n separados solamente por un r��o, la convierte en el lugar perfecto para que los birmanos entren ilegalmente en Tailandia. En los ��ltimos tiempos, las autoridades tailandesas han intensificado los controles fronterizos debido al aumento del n��mero de casos de covid-19 en Myanmar. Mae Sot es una zona principalmente rural. Muchos emigrantes birmanos est��n empleados en la agricultura, y a menudo cobran menos del salario m��nimo. Con ocasi��n del D��a Internacional de la Mujer Rural el pasado 15 de octubre, ONU Mujeres subray�� este a?o "la urgente necesidad de fomentar la capacidad de resistencia de las mujeres rurales tras la covid-19 reforzando su bienestar y unos medios de vida sostenibles con el fin de 'reconstruir mejor".

Los hijos de Sandar, de nueve y tres a?os, juegan en la calle delante de su casa. Sandar ha sufrido toda su vida malos tratos en el ��mbito familiar. Su t��a, que la aloj�� a su llegada a Tailandia, le pegaba continuamente. "Me golpeaba con cables", cuenta la joven, que nunca fue al hospital ni llam�� a la polic��a. "No sab��a a d��nde ir. No hablaba tailand��s. Adem��s, mi t��a me encerraba en casa, as�� que no pod��a salir". Sandar se cas�� a los dos a?os de llegar a Tailandia. Ten��a 17. Seg��n la ONU, menos del 40% de las mujeres v��ctimas de violencia f��sica en el ��mbito dom��stico busca ayuda.

El hijo mayor de Sandar juega con un arma de juguete. Sandar recuerda que su marido empez�� a maltratarla nada m��s casarse. "Me pegaba y me daba patadas cuando volv��a del trabajo", cuenta. "Me acusaba de que no cocinaba o no limpiaba". A ra��z de la llegada de la covid-19, el hombre se volvi�� m��s violento, "sobre todo por el dinero". Antes de la pandemia tampoco hab��a tenido trabajo fijo, pero durante el cierre perdi�� su empleo en una huever��a. Las emigrantes birmanas en Tailandia ya formaban un grupo de alto riesgo antes de la covid-19, pero con la pandemia su vida se ha vuelto m��s dif��cil. Durante el confinamiento, las v��ctimas de violencia dom��stica se encontraron encerradas en casa con su maltratador, con menos posibilidades de pedir ayuda, y escasos o ning��n ingreso.

El hijo peque?o de Sandar juega con un arma de juguete disfrazado de Superm��n. En 2018, Sandar busc�� ayuda por primera vez y se puso en contacto con las trabajadoras del Freedom Restoration Project [Proyecto Restauraci��n de la Libertad], que ofrece refugio y apoyo a las v��ctimas de violencia dom��stica en la regi��n de Mae Sot. Gracias a su ayuda, varias mujeres consiguieron escapar de su situaci��n de maltrato. Otras, como Sandar, mantienen la relaci��n con su maltratador, pero en el centro han encontrado un espacio en el que est��n a salvo, al menos durante unas horas. "Las mujeres que vienen al centro son v��ctimas de violencia f��sica, psicol��gica y sexual", explica Watcharapon 'Sia' Kukaewkasem, fundadora y directora del proyecto. "En Tailandia y en Myanmar la violencia dom��stica es muy habitual. Tanto que la gente la considera normal".

Sandar se pinta los labios antes de salir hacia el centro de detenci��n de Mae Sot a visitar a su marido, detenido hace poco por posesi��n de drogas. Es la tercera vez que lo detienen. Las dos primeras fueron por consumo de drogas, pero en esta ocasi��n la polic��a le encontr�� varias pastillas de yaba. Tambi��n conocido como "la droga de la locura", el yaba es una combinaci��n de metanfetamina y otros estimulantes muy popular en el sudeste de Asia. Ahora que su marido est�� encerrado, Sandar tiene que encontrar un trabajo para alimentar a sus dos hijos. "Cuando est�� fuera, no quiere que trabaje", explica. Mientras su marido est�� detenido, ella trabaja como limpiadora o vendiendo verdura en la calle, pero no gana lo suficiente ni recibe ayuda del Gobierno tailand��s. "?Qui��n va a ayudarnos?", se lamenta. "No tenemos documentos". ONU Mujeres calcula que las mujeres que trabajan en la econom��a sumergida en Tailandia ver��n reducidos sus ingresos en un 80% debido a la crisis de la covid-19.

Una vista de la calle desde la casa de Sandar, en las afueras de Mae Sot. En Tailandia existe una l��nea telef��nica para denunciar la violencia dom��stica. Sin embargo, hace cinco a?os el Gobierno pas�� de destinarla a los casos de violencia contra las mujeres y los ni?os (as�� como a los de tr��fico de personas, trabajo infantil y embarazo adolescente) a cualquier problema social, como se?ala un informe de la Fundaci��n Henrich B?ll. Seg��n ese mismo estudio, durante el cierre de marzo y abril, el tel��fono de asistencia recibi�� una avalancha de m��s de 28.000 llamadas, m��s del doble que en el mismo periodo del a?o anterior. La mayor��a, sin embargo, eran quejas o consultas sobre la asistencia social y las ayudas econ��micas del Gobierno. Eso hizo a��n m��s dif��cil para las v��ctimas de violencia dom��stica acceder a la l��nea.

$Sandar lava verduras en su casa antes de cocinarlas. Tiene que preparar la comida para su marido y llev��rsela al centro de detenci��n. Confiesa que se siente incapaz de divorciarse. Teme la estigmatizaci��n social, que en una comunidad musulmana conservadora puede ser fuerte. "Pienso en mis hijos", se justifica. "A lo mejor, despu��s de dejarlo tendr��a otro marido. Entonces la gente dir��a que tengo dos maridos y que los ni?os deber��an estar con su madre y con su padre". Seg��n un informe de la Fundaci��n Heinrich B?ll, en Tailandia las actitudes sociales constituyen un obst��culo importante para que las mujeres denuncien la violencia. Como en muchos pa��ses del mundo, a menudo la violencia dom��stica se considera un asunto privado y es habitual pensar que la culpa es de la v��ctima, y no del maltratador. Para algunas mujeres, reconocer el maltrato equivale a reconocer que han fracasado en su matrimonio.$

Sandar lava verduras en su casa antes de cocinarlas. Tiene que preparar la comida para su marido y llev��rsela al centro de detenci��n. Confiesa que se siente incapaz de divorciarse. Teme la estigmatizaci��n social, que en una comunidad musulmana conservadora puede ser fuerte. "Pienso en mis hijos", se justifica. "A lo mejor, despu��s de dejarlo tendr��a otro marido. Entonces la gente dir��a que tengo dos maridos y que los ni?os deber��an estar con su madre y con su padre". Seg��n un informe de la Fundaci��n Heinrich B?ll, en Tailandia las actitudes sociales constituyen un obst��culo importante para que las mujeres denuncien la violencia. Como en muchos pa��ses del mundo, a menudo la violencia dom��stica se considera un asunto privado y es habitual pensar que la culpa es de la v��ctima, y no del maltratador. Para algunas mujeres, reconocer el maltrato equivale a reconocer que han fracasado en su matrimonio.

Sandar pone 'thanaka' a su hijo menor en la cara antes de salir. El 'thanaka' es una pasta cosm��tica de color blanco amarillento hecha a base de corteza molida que las mujeres birmanas suelen emplear para suavizar la piel y protegerla del sol.

Sandar monta en bicicleta con su hijo peque?o disfrazado de Superman. Se dirigen al centro de detenci��n de Mae Sot a visitar al marido apresado por posesi��n de drogas.

El hijo mayor de Sandar, de nueve a?os, corre por un campo cercano a su casa, en las afueras de Mae Sot. El ni?o se queda en casa mientras su madre y su hermano menor van al centro de detenci��n. El Proyecto Restauraci��n de la Libertad organiza clases de crianza para ense?ar m��todos educativos alternativos a las v��ctimas de violencia dom��stica. "Les ense?amos que hay otras maneras [de educar a los hijos] que no son gritar y pegar", explica Watcharapon 'Sia' Kukaewkasem, fundadora y directora del proyecto. "Cuando hablamos de violencia dom��stica no nos referimos solo a la que ejerce la pareja, sino tambi��n a la de los padres contra los hijos. [...] Intentamos prevenirla".

El hijo peque?o de Sandar, de tres a?os, espera a su madre sentado en la bicicleta vestido con un traje de Superman. Van al centro de detenci��n de Mae Sot a visitar a su padre. "Me gustar��a que mis hijos no tuviesen que trabajar tanto como yo", dice Sandar. "Me gustar��a que estudiasen y fuesen m��dicos o contables".