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?Marchando un plato de rata con berenjenas! La caza de especies silvestres est¨¢ prohibida en Costa de Marfil, pero esta ley nunca se ha aplicado. Ahora que el coronavirus ha puesto el foco en el peligroso consumo de animales salvajes, los marfile?os intentan conseguir que se cumpla Ahmed Fofana, de 21 a?os, se ha quedado sin empleo a ra¨ªz de la crisis de la covid-19. En la imagen, busca animales salvajes que cazar en un bosque, en Costa de Marfil. A pesar de que en este pa¨ªs se proh¨ªbe la caza y el consumo de carne de animales salvajes desde 1974, y m¨¢s ahora debido a la covid-19, el pangol¨ªn y otras especies silvestres siguen siendo populares y est¨¢n disponibles en los men¨²s de los bares. Hombres como Fofana se ganan la vida con la captura de estas especies. Joost Bastmeijer Fofana sostiene su escopeta, que perteneci¨® a su abuelo y est¨¢ reforzada con cinta adhesiva. Casi cada d¨ªa, el muchacho sale del pueblo al anochecer con el arma al hombro. Agou, una aldea del departamento de Adzop¨¦, en el sudeste del pa¨ªs, est¨¢ rodeada de bosques y campos perfectos para la caza. All¨ª dispara a todo lo que sea comestible. Joost Bastmeijer En la oficina del Departamento de Medio Ambiente de Costa de Marfil hay varias armas incautadas, todas ellas pertenecientes a cazadores furtivos. A pesar de las prohibiciones, en Costa de Marfil se sigue consumiendo y vendiendo carne de caza. Las rutas de comercio ilegal creadas durante la epidemia de ¨¦bola est¨¢n volviendo a usarse. Joost Bastmeijer Ahmed Fofana sostiene un roedor. La pierna maltrecha del animal muestra que fue atrapado en una trampa. En el caso del actual brote de coronavirus, se sospecha que el pat¨®geno pueda haber pasado de los animales a los seres humanos. Adem¨¢s de a los murci¨¦lagos, los investigadores apuntan a los pangolines, un insect¨ªvoro caracterizado por su cuerpo cubierto de escamas. Joost Bastmeijer En algunas partes de Costa de Marfil, la carne de animales silvestres se vende en los m¨¢rgenes de la carretera, viva o muerta. Seg¨²n el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en ingl¨¦s), en medio siglo el n¨²mero de animales salvajes del continente africano ha descendido un 65%. La organizaci¨®n lo atribuye en gran medida a la ¡°actividad humana¡±. Joost Bastmeijer Un hombre sostiene un trozo de serpiente junto a la ventana de un autom¨®vil que pasa, con la esperanza de vender la carne. A pocos kil¨®metros de Agou, a lo largo de la carretera asfaltada que conecta el sudeste de Costa de Marfil con la ciudad costera de Abiy¨¢n, multitud de cazadores venden las capturas del d¨ªa. Cuando un coche se detiene en el margen, corren hacia el veh¨ªculo con serpientes y roedores muertos colgando de las manos. Joost Bastmeijer El pangol¨ªn tambi¨¦n se vende en los arcenes de las carreteras costamarfile?as, pero los vendedores saben que la caza de estos animales est¨¢ estrictamente prohibida, por lo que evitan mostrarlo directamente a la c¨¢mara. Joost Bastmeijer Ahmed Fofana muestra algunas de las escamas que tom¨® de los pangolines muertos. Su venta puede generar mucho dinero. Seg¨²n WWF, en la pasada d¨¦cada al menos un mill¨®n de pangolines fue objeto de tr¨¢fico ilegal. Ya hace tiempo que la especie est¨¢ en peligro de extinci¨®n. De hecho, es la principal v¨ªctima de la caza furtiva del mundo. Joost Bastmeijer El cartel del 'maqui' o cantina Crinsh-Crinsh, en la aldea de Agou, anuncia que all¨ª dentro se puede degustar "sabrosa carne de la selva". No todos los marfile?os consumen estos animales, matiza Anicet Zran, historiador de la Universidad Alassane Ouattara. En la costa se come sobre todo pescado, y a causa de su religi¨®n, los musulmanes evitan algunas clases de caza. Pero para gran parte de los marfile?os, la carne de monte no solo es necesaria para sobrevivir, sino tambi¨¦n una costumbre de gran valor cultural. Joost Bastmeijer Emile Yapo, de 60 a?os, es cliente de la cantina Crinsh-Crinsh. Est¨¢ mordisqueando una pata de una rata cocinada con salsa de berenjenas. Reconoce que deber¨ªa tener cuidado con el consumo de carne de animales salvajes, pero tambi¨¦n afirma que no tiene alternativa. ¡°A veces es lo ¨²nico que hay para comer. Entonces no nos queda m¨¢s remedio¡±. Mientras que en la mayor¨ªa de las principales ciudades de Costa de Marfil la carne de caza es una exquisitez m¨¢s cara que el pollo o la vaca, en las zonas rurales ocurre lo contrario. Joost Bastmeijer Sylvie Demou¨¦, la propietaria de Crinsh-Crinsh, ense?a el contenido de una olla en la que est¨¢ cocinando pangol¨ªn. El hecho de que los marfile?os sean en parte responsables de la desaparici¨®n de esta especie es dif¨ªcil de atajar. La causa principal es que la gente sigue caz¨¢ndolos para su propio consumo y que se comen demasiados. Joost Bastmeijer Marcelline Bah (izquierda), presidenta de la organizaci¨®n Les Amis de la Nature intenta detener la caza de animales salvajes. Ella educa a sus paisanos de Agou en los posibles peligros asociados al consumo de carne de animales salvajes, pero no solo les advierte del riesgo de enfermedad, sino tambi¨¦n de las consecuencias catastr¨®ficas para la naturaleza. Joost Bastmeijer Ahmed Fofana presiona los orificios de su nariz para imitar un sonido que deber¨ªa atraer a los animales que quiere cazar. Si es un pangol¨ªn solo tendr¨¢ que arrodillarse para cogerlo porque estos animales se enroscan sobre s¨ª mismos, como una pelota, cuando se sienten amenazados. Joost Bastmeijer